La del tranvía siempre ha sido una modalidad en disputa. En Barcelona, que hace más de cincuenta años que se abolió, su recuperación no ha sido nunca un deseo compartido ni por la ciudadanía como tampoco por la política. Resulta evidente que las grandes ciudades contemporáneas requieren de una multimodalidad de transporte urbano público con tal de conseguir la disminución y pacificación de la circulación de vehículos privados.
El del tranvía resulta un sistema sostenible y de escaso impacto ambiental, pero establece rigideces difíciles de absorber en el preciado espacio urbano y establece muchos condicionantes al urbanismo actual y futuro, especialmente cuando se pretende implantar en espacios ciudadanos muy consolidados o de alto valor simbólico.
La apuesta se hizo hace veinte años, cuando ocupaba la alcaldía el PSC con Jordi Hereu, desarrollando el Trambaix y el Trambesòs, los cuales facilitaban el acceso al centro de la ciudad desde los barrios periféricos y las poblaciones limítrofes, zonas donde su desarrollo, aunque costoso, no planteaba excesivos problemas de tipo urbanístico o técnico.
Quedaba en standby la interconexión de ambos tramos, lo que había de comportar introducirlo de manera difícil y compleja a lo largo de toda la Diagonal. Demasiado impacto para una cierta Barcelona que intuía que iba a perder tan señalada avenida como espacio de referencia, de exhibición y de un cierto nivel de clase. La Diagonal aún es una barrera mental que separa la Barcelona burguesa de la Barcelona popular.
La dialéctica up frente a down todavía está viva y de hecho en su momento, 2008, CiU la convirtió en leitmotiv para hacer salir de mala manera a un buen alcalde como Jordi Hereu y así instalarse en un puesto que les era hostil como la alcaldía de Barcelona.
Cuando la izquierda volvió a regir el ayuntamiento, se recuperó el concepto, lo cual ha hecho posible que se pueda inaugurar ahora el trayecto de Glorias a Verdaguer. De nuevo al PSC le toca afrontar un tema de mala memoria como es el de activar el proyecto que en su momento sirvió para derrotarles, y no parecen muy convencidos de ello, más allá que los acuerdos presupuestarios con los comunes les obligan e, incluso, estos les demandan ampliar esta modalidad de transporte más allá de sus itinerarios extremos actuales.
El tema resulta difícil desde el punto de vista político. Construir el tramo de la Diagonal va a facilitar argumentos a una oposición en un tema que en su momento sacó tajada.
Ciertamente, la relación coste/beneficio de la operación no es muy brillante, teniendo en cuenta que hablamos de una inversión en torno a los 300 millones de euros, que tiene un verdadero impacto urbano, que crea una cierta barrera física y mental, y que dista mucho de resolver los problemas de movilidad que tiene la ciudad, pues solo hace una pequeña contribución a paliarlos. Para Jaume Collboni, políticamente no es un proyecto que tampoco le aporte mucho, no resulta una inversión ganadora para unas próximas elecciones municipales. Más bien el pro y el contra se neutralizan mientras se le abre un posible ángulo desde donde ser atacado.
Se presente como se presente, recuperar el tranvía no genera ningún viso de modernidad, más bien tiene connotaciones viejunas. Pero políticamente lo necesita en la medida que, para el PSC, tanto en el Ayuntamiento de Barcelona como en la Generalitat, el apoyo presupuestario de los comunes resulta vital, además de funcionar como una aproximación que facilite el flirteo para una posible entrada de estos en primavera en ambos gobiernos. Para ellos sí que resulta una conquista rentable.
En términos de movilidad y urbanismo, el beneficio del tramo Diagonal del tranvía resulta discutible y creo que no hay razones del todo concluyentes en favor o en contra. Suma y resta a nivel del flujo de comunicaciones internas de la ciudad y el balance en la medida que imputemos los costes de construcción, no resulta muy halagador.
Creo que aporta más en términos de imagen de “ciudad verde y sostenible” que en la pacificación y disminución del tráfico en vehículos privados. El tiempo dará y quitará razones. Mientras tanto, nos asegura un tema de debate político y ciudadano en los próximos años previsiblemente enconado. La Diagonal es un símbolo de la ciudad y tenerla en obras actuará como una herida abierta. Esperemos que se practique una buena sutura.