Las cosas se hacen o no se hacen, pero hacerlas a medias es un horror y un error. En estos días estamos ante un nuevo debate: la unión del tranvía por la Diagonal. El Trambaix y el Trambesòs han mejorado sustancialmente la movilidad en la ciudad, pero es una movilidad insuficiente si no se realiza la conexión desde Francesc Macià a las Glòries. El alcalde Collboni y los regidores Jordi Valls y Laia Bonet se han lanzado a la ofensiva blandiendo los presupuestos.

Algunos se rasgan las vestiduras ante la nueva polémica, pero sin dinero no hay proyecto. Sin colaboración de la Generalitat tampoco y sin la AMB menos. Y como el dinero no es infinito, se debe abordar por partes y la propuesta del primer edil de unir los dos trayectos actuales en dos fases tiene todo el sentido. Y vincularla a los presupuestos municipales también. Eso es evidente tanto como que no es negociable decir no a la unión del tranvía.

Este es uno de los momentos en los que las veleidades partidistas se deberían quedar en el cajón. Veremos porque los comunes van a lo suyo y todavía no saben cómo levantar sus banderas. Que la excusa sea que hay cuestiones que no tienen acuerdos es un poco pobre, la verdad.

Barcelona lleva demasiado tiempo utilizando el tranvía como arma arrojadiza contra el oponente político. Hemos estado demasiados años enredados en cuestiones tácticas, dejando al pairo la conectividad de la ciudad. Jordi Hereu padeció en primera persona como la baja política se hacía dueña de una polémica legítima, pero que solo tenía como objetivo tumbarle. Estábamos en 2007 y a estas alturas la casa sin barrer y los barceloneses sin un medio de transporte. Han pasado 17 años desde entonces y algunos que ahora se ponen de perfil son los culpables de este retraso del que se jactaban como herramienta útil para poner en jaque a los socialistas.

Barcelona necesita un tranvía que haga fácil la conexión de los ciudadanos con el centro de la ciudad sin tener que perder tiempo y energías en transbordos a otros medios. Las obras ya sabemos que no son agradables, la de Verdaguer es un ejemplo, pero son necesarias y hay que empezarlas con celeridad y acabarlas con prontitud.

Dicen los expertos que esta unión reducirá el tráfico. Yo soy escéptico y no me lo creo, pero sí que hará más fácil los desplazamientos de miles de ciudadanos. Nos dijeron lo mismo cuando las líneas actualmente en marcha empezaron su andadura. El tráfico no se ha reducido, pero el aluvión de ciudadanos que lo utiliza no para de aumentar. En este punto un pequeño apunte. Las reivindicaciones laborales y profesionales de los trabajadores no son un tema baladí. Ellos saben, de primera mano, cuáles son las necesidades y los puntos débiles de un transporte que no para de crecer. No estaría de más que la empresa se sentara a negociar, pero también a escuchar.

El debate debe centrarse en ponerse manos a la obra. Que el Ayuntamiento haga su parte destinando las partidas suficientes en el presupuesto. Que esté en los grandes números no es el debate, es el instrumento. Que la Generalitat se aplique el cuento y aporte las partidas necesarias para poner el tranvía en marcha sin olvidarnos del metro y los ferrocarriles. Hay que empezar a cerrar el círculo porque los retrasos, y llevamos unos cuantos, causan hastío en la ciudadanía y ponen palos en las ruedas a la ansiada movilidad.