Pásate al MODO AHORRO
El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni

El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni EUROPA PRESS

Opinión

El último presupuesto de Collboni y el tripartito que no es

"Collboni siempre ha sabido que solo podía contar con ERC, aunque tanto él como sus rivales hayan jugado con el espejismo del tripartito"

Publicada

“Barcelona tendrá presupuesto y uno de los mejores de su historia”. El alcalde Jaume Collboni fue contundente el pasado viernes, tras ver como el Pleno del Ayuntamiento tumbaba su propuesta de cuentas para 2026 gracias a la abstención de los Comunes. Solo ERC apoyó los presupuestos presentados por el PSC. Junts, PP y Vox votaron en contra de las cuentas de Collboni.

Unas cuentas que ascienden hasta los 4.180 millones de euros para el próximo año. Un máximo histórico con el que el alcalde socialista quiere allanar el camino hacia su reelección en 2027. Ya se sabe que el último año de mandato es clave para ganarse el favor del votante. Y en Barcelona quedan muchas zanjas por cerrar y obras por completar.

En esta tesitura, el PSC tenía claro desde hace tiempo que este año tocaba aprobar presupuestos con la máxima ambición. Con o sin socios.

La entente con Esquerra no ha sido difícil. De hecho, la relación con los republicanos está más que engrasada desde que Elisenda Alamany cogió las riendas del grupo municipal. La también secretaria general de ERC apuesta por hacer del partido una formación útil, que busca la negociación para conseguir hacer realidad por lo menos algunos de sus objetivos políticos. Así lo han hecho tanto en el Ayuntamiento como en el Parlament, y los frutos empiezan a verse.

En términos prácticos, con la presentación esta semana de la Casa de la Creació en Català patrocinada por el Ayuntamiento de Barcelona, de momento en Palo Alto. En términos políticos, con los buenos augurios que arrojan las encuestas. Según el último barómetro del CEO, Esquerra crece frente al estancamiento del PSC y la caída en picado de Junts.  

La relación del gobierno local con los Comuns es arena de otro costal. Los morados dieron un voto de confianza al PSC con la aprobación de las ordenanzas fiscales. Era el primer paso para las cuentas de 2026, un voto a favor que la portavoz de los Comuns, Gemma Tarafa, explicó por el “cambio de actitud” de los socialistas.

Pero los de Collboni ya advertían entonces, por lo menos en privado, que no lo fiaban todo a conseguir el sí final de los morados a las cuentas. Y dejaban claro que si los presupuestos no se aprobaban por la vía ordinaria, lo harían de forma extraordinaria.

Esto es, vía moción de confianza. Esa herramienta que permite a los alcaldes conseguir lo que es imposible para un president: aprobar presupuestos sin mayoría en el Pleno.

En otras palabras, esta vez los socialistas no estaban dispuestos a hacer gala de la paciencia exhibida por Jordi Valls hace dos años, en su primer intento de pactar las cuentas de Barcelona con los Comunes. Entonces el teniente de alcalde estaba convencido de poder llegar a un acuerdo, hasta que Janet Sanz se descolgó en el último momento, ya bien entrado el mes de enero, con nuevas condiciones sobre los cruceros.

Ahora no hay tiempo que perder. Collboni quiere las cuentas a punto para aprovechar al máximo la recta final del mandato. Y no se la iba a jugar en aras de un supuesto tripartito que nunca ha existido, por lo menos en este mandato.

La entente entre socialistas y comunes nunca estuvo realmente sobre la mesa, porque los de Ada Colau siguen aspirando a recuperar el primer lugar en el Ayuntamiento de Barcelona. Los resultados de 2023 no dan para más: 11 regidores para Xavier Trias, 10 para Collboni y 9 para Colau.

Un regidor de ventaja no es suficiente para doblegar las aspiraciones de quien ha gobernado la ciudad durante ocho años. Nada tiene que ver la aritmética actual con los lejanos tiempos de Pasqual Maragall, cuando el alcalde olímpico permitía graciosamente a los otros dos partidos de izquierda -entonces ERC e ICV- participar de sus gobiernos de mayorías absolutas.

Ahora PSC y Comuns se disputan el mismo espacio electoral. Lo saben bien los socialistas, que perdieron la alcaldía el día que Colau arrasó en sus bastiones tradicionales. Por eso la investidura de Collboni, con el concurso de los Comunes y el PP, fue un espejismo tanto por el PP como por los morados.

Collboni siempre ha sabido que solo podía contar con ERC, aunque tanto él como sus rivales hayan jugado con el espejismo del tripartito, que infunde tantos ánimos en unos sectores como terror en otros. Y así se entiende mejor la poca paciencia que BeComú reprocha a los socialistas en la negociación presupuestaria.