Aunque se me han adelantado Iva Anguera de Sojo y Joaquín Romero al abordar el espinoso asunto de la llamada beca Collboni (ya saben, la iniciativa anunciada en Guadalajara, México, por nuestro querido alcalde, gracias a la cual, escritores hispanoamericanos serán invitados a residir unos meses en Barcelona para escribir algo relacionado con la ciudad), y siendo yo de natural bocazas, no puedo evitar dar mi versión del asunto.
Las quejas de Junts, ERC y demás supervivientes del prusés eran previsibles, pues se deben a su público, como Manolo el del Bombo. Lo que me ha pasmado (ligeramente) es la virulenta reacción de los escritores en lengua catalana, solos o integrados en la asociación que los agrupa y que, por cierto, recibe generosas subvenciones de la Generalitat y del ayuntamiento de Barcelona, una pasta gansa que, evidentemente, no les parece suficiente.
Se quejan los escritores de que se financie a un colega que lo hace en castellano, cuando, según ellos, toda la sopa boba debería caerles a los catalanes que han escogido la lengua correcta. Dicen que el catalán es la lengua propia de Cataluña, aunque el uso haya caído en Barcelona y alrededores a un deprimente 25% (¿para eso tanta inmersión y tanto multazo?) y, aunque no lo dicen, resulta evidente que consideran que a los que escriben en castellano no hay que darles ni un euro.
De hecho, tras las protestas (que incluyen una acusación de provincianismo por parte del alcalde Collboni, como si pretendiera llevar a cabo un remake de los años 70, cuando esto estaba trufado de escritores latinoamericanos que tenían el detalle de pagarse el billete de avión y el alquiler de su apartamento: en aquellos tiempos no había que sobornar a nadie para que se instalara en Barcelona), se esconde, y no muy bien (por ahí asoma una pierna, por allá un brazo) la teoría de que esos 80.000 euros que va a costar la importación de escritores sudamericanos deberían ir a parar íntegramente a escritores catalanes que escriban en catalán.
O sea, que estamos ante un “¿Qué hay de lo mío?” De manual. Y un “Al enemigo ni agua” más que evidente. El error es el de siempre: considerar que el único idioma plenamente catalán es el catalán, cuando el bilingüismo ha sido una tradición barcelonesa de toda la vida de Dios. Lo suyo habría sido aceptar con deportividad la iniciativa de Collboni que beneficia a los colegas de ultramar y seguir chupando todas las subvenciones posibles.
Lo único que ha hecho el señor alcalde es reconocer con su beca que Barcelona puede narrarse en castellano y en catalán, cosa que a los que escriben en esta lengua se les antoja una provocación, una traición y, sobre todo, una pérdida de dinero en beneficio del presunto enemigo, que no colega o ni siquiera adversario en la lucha por la sopa boba de los políticos.
Compadezco al primer escritor sudamericano que aterrice por aquí, ya que igual se encuentra con que delante de su edificio se concentran Òscar Escuder y su alegre pandilla de la Plataforma per la llengua, y no precisamente para cantarle Las mañanitas, que tanto le gustaban al rey David.
La Associació d´Escriptors en llengua catalana ha perdido una excelente oportunidad para callarse y seguir con sus asuntos, pero, por lo menos, sus miembros se han retratado en toda su mezquindad y xenofobia. Quieren todo el dinero público para sus asociados y que la pasta se destine a estos, no a cualquier sudaca que caiga por aquí a pegarse la vida padre con nuestros monises. Que son suyos, claro está.
