Los desafortunados hechos de la Mercè han dejado en evidencia que la ciudad es incapaz de asumir las masas descontroladas de jóvenes que asisten a los macroconciertos gratuitos con los que la alcaldesa, Ada Colau, quiere contentar a posibles futuros votantes. Su insistente presencia para anunciar el cartel de conciertos de las fiestas de Barcelona en TikTok, red social por excelencia de adolescentes y jóvenes, deja muy clara su intención de llegar a un público “virgen” políticamente y que ríe las gracias de sus vídeos bailando en fiestas del día del Orgullo o haciéndose selfies con Tiktokers de moda.

Tras la muerte de un joven apuñalado y el vandalismo sufrido por los comercios cercanos a la plaza de Espanya no queda otra que lamentarlo, claro. Esto y decir en TV3 que solo en este mandato la Guardia Urbana ha aumentado en 1.000 agentes. Esto no es verdad, tal y como le recordaba Newtral, el portal de verificación de información dirigido por la periodista Ana Pastor. Según este medio especializado en fact- checking, en total, el número de agentes habrá aumentado en 449 respecto a 2019, de acuerdo con las previsiones publicadas por el propio consistorio.

Quizá habría que recordarle a la alcaldesa que la política local no se hace a golpe de TikTok. No está bien decir medias verdades de esta forma. Ni tampoco salir al paso a toda prisa con medidas como cerrar las tiendas de comestibles a partir de las 22:00 horas para evitar la venta de alcohol y así intentar disminuir los disturbios en las fiestas de barrio que se van a celebrar en las próximas semanas.

Viendo el desastre de la Mercè y su gestión desde el Ayuntamiento se hace más que evidente que hay que replantear muchas cosas y trabajar en un modelo de ocio para la ciudad que funcione. Ocio controlado, ese es el concepto. Lo demás son botellones en la calle, ruido insoportable para los vecinos, peleas y broncas, borrachos orinando, robos, agresiones y una larga lista de cosas que nadie quiere para su ciudad. Si estamos de acuerdo en que esto no es lo que debe ser el ocio en Barcelona, convendría revisar algunas de las decisiones que se han tomado desde el Consistorio y replantear temas como la ampliación del CSIC en la zona del Port Olímpic. Si no hay plan, no hay presupuesto y no hay proyecto para esa ampliación ¿por qué eliminar unos locales que canalizan ordenadamente la demanda de ocio, que emplean a cerca de 1.000 personas y que funcionan? ¿En qué se convertirá toda esa zona? ¿Cómo se controlarán los macro botellones que se vieron durante la pandemia cuando los locales estaban cerrados? Lamentablemente ya hemos visto lo que pasa cuando no hay control.