Universitarios compartiendo piso con personas de la tercera edad. No se han vuelto locos ni se han desubicado. Los jóvenes y los mayores forman parte de un proyecto que se llama ‘Viure i Conviure’. Una idea de convivencia que nació hace años pero que se consolida ahora con el trabajo de la Fundació Roure.
“No hacen las tareas del hogar, solo lo suyo propio”, deja claro Vicenta, de 89 años, mujer que comparte su casa con una joven estudiante de 23, Leila. “Ella es muy abierta”, dice la joven que optó por este tipo de alojamiento mientras cursaba su grado de filología hispánica en la Universitat de Barcelona.
La fórmula es simple, explica Teresa, la psicóloga de la Fundació: desde el Centre d´Atenció Primària (CAP), centros cívicos y servicios sociales, se da la opción de formar parte del proyecto. Las personas mayores que no tienen familia o viven solas y busquen compañía pueden abrir sus puertas unas horas a la semana o incluso disponer una habitación de su casa a un joven que busque alojamiento y estudie en la universidad a cambio de cero euros.
La otra parte se desarrolla en la UB. Los estudiantes que no son de Barcelona y vienen a estudiar necesitan alojarse en una residencia o piso de alquiler. He aquí el nicho de actuación que retomó la Fundació Roure de otra organización: un proyecto social e intergeneracional que resuelve el problema de dos colectivos, el alojamiento juvenil y el acompañamiento de personas de la tercera edad.
Cuando la persona mayor accede a la bolsa universitaria de alojamientos para jóvenes, el equipo de la fundació le entrevista para conocer su vida y su carácter; lo mismo que se le hace al joven que solicita un alojamiento de este tipo. Una vez han pasado el filtro de los técnicos, pasan un periodo de prueba. La pareja puede que no encaje en la convivencia y pueden pedir otra persona.
Una vez que se ha definido cada pareja y han superado el período de prueba de convivencia, la fundació les hace un seguimiento: “les llamamos semanalmente y les preguntamos cómo va”, explica la psicóloga.
En el caso de Leila y Vicenta. “Biológicamente, no somos abuela y nieta, pero tenemos la misma relación”, dice la joven sentada con Vicenta en el salón de casa.
En lo que se refiere a la vida estudiantil y los devaneos que habitualmente se relacionan con la juventud, Leila no tiene problemas con Vicenta. “Los fines de semana, viene una hija de Vicenta y se la lleva consigo y yo trabajo o, a veces, visito a mis padres, que viven fuera de Barcelona”, aclara Leila.
Para formar parte de ‘Viure i conviure’ también hay unos requisitos que cumplir. La persona mayor se compromete a entregarle la llave al joven desde el primer día y el joven que duerme en la casa del anciano, puede pasar una noche a la semana fuera, el resto de noches debe estar a las 22:30 horas en la casa. “Hay quienes no se acuerdan pero nosotras también hemos sido jóvenes”, explica Vicenta, la misma que reconoce que echará de menos el día que marche Leila de casa: “me saldrá más de una lágrima cuando se vaya. Decir lo contrario sería una mentira”.
Leila se ha convertido en una nieta más de Vicenta, pese a que ya tiene nietos con los que tiene buena relación. Leila conoce a la familia de Vicenta y los padres de Leila están muy tranquilos sabiendo que su hija está en un hogar donde la quieren como a una más. Leila se adaptó al horario desde el primer día y Vicenta, que hasta hace poco practicaba natación, se ha comprado unos auriculares para escuchar la televisión y no molestar a Leila mientras estudia.
Una octogenaria y una veintañera, a priori, podrían no entenderse en nada. Sin embargo, Leila y Vicenta rompen estereotipos. Ambas son el ejemplo del entendimiento intergeneracional que puede haber si ambas partes tienen voluntad y también fruto del trabajo bien hecho, como es el caso de la acción social que desempeña la Fundació.
FUNDACIÓ ROURE
La entidad social trabaja desde 1992 con las personas más vulnerables del distrito de Ciutat Vella. La Fundació Roure procura unos servicios adecuados al estado de cada persona y, dependiendo de sus necesidades, deriva a los servicios e instituciones que puedan ayudar a estas personas a vivir con la mayor dignidad y calidad posible. De esta manera, previene situaciones de marginación y aislamiento. Para ello cuenta con más de un centenar de voluntarios trabajando en distintos proyectos de alimentación en familia, de higiene, un centro de día, atencion personalizada y de desarrollo economoco de la mano de las instituciones públicas.