Nos encontramos en plena época de exámenes y el curso toca a su fin. Tras las clases, los niños apuran el poco tiempo que les queda para entregar los últimos trabajos y afrontar las pruebas de evaluación final. Son horas de trabajo y estudio. En pocas semanas, llegarán a casa las esperadas notas con los resultados académicos. Si las calificaciones son buenas, todo serán alegrías y felicitaciones, pero... ¿qué pasará si los resultados no son los esperados? Lo de siempre: caras largas que reflejan preocupación, desilusión, decepción e, incluso, enfado de unos y otros…

Sin duda, los padres deben hacerse cargo de la situación y tomar cartas en el asunto. Pero, ¿qué hacer? ¿Castigar a los niños sin ir a colonias? ¿Obligarles a asistir a clases de recuperación para intentar que saquen el curso sí o sí?

En primer lugar, hay que tener en cuenta que las notas no siempre reflejan el esfuerzo que los niños han dedicado al estudio. Como apunta Laura Almà, psicóloga de memociono (http://www.memociono.com/blog/), “Lo principal, en este momento, es identificar las causas de las malas notas de nuestros hijos”. Éstas pueden ser múltiples y muy diferentes: desde la falta de hábitos y/o métodos de estudio, a dificultades emocionales derivadas de problemas con los compañeros del cole, situaciones familiares difíciles que les estén bloqueando, falta de autoestima o de motivación, o la existencia de algún tipo de dificultades de aprendizaje.

En cualquier caso, no hemos de identificar al niño con sus notas, porque el niño es mucho más que eso: es lo que le gusta y lo que no le gusta, lo que hace bien y lo que no hace tan bien, sus anhelos e ilusiones, sus miedos y preocupaciones, sus valores…

Cuando un niño saca malas notas, es prioritario acudir a un psicólogo especialista en el ámbito infantojuvenil para realizar una evaluación que permita identificar las causas reales de las dificultades y ofrecer una orientación para para poder hacerles frente.

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