Jaume Plensa es uno de aquellos grandes artistas más reconocidos en el mundo que en su tierra. Mientras grandes ciudades lucen sus obras, Barcelona siempre ha sido tacaña con él, lo ha infravalorado y no corrige su grave error. Así, mientras la colauada siembra Barcelona con pedruscos, grafitis y con una asesora cuyo supuesto arte es orinar en las calles, Plensa ha regalado al Liceu unas puertas escultóricas que cuestan 750.000 euros. A la tacañería municipal, Plensa responde con generosidad. A la iniciativa privada como el Liceu, todo. Al ayuntamiento, ni agua y sólo el préstamo o alquiler de Carmela, el busto de delante del Palau de la Música que es una de las piezas más fotografiadas por el turismo internacional y más querida por el vecindario de Ciutat Vella.
Plensa también regaló su obra Blau al Hospital Clínic por el trabajo hecho durante la pandemia. Y ha cedido su escultura Ánima al Hospital de Sant Joan de Déu con motivo del 150 aniversario del centro sanitario. El resumen de la generosidad de Plensa está en su frase que pronunció en Madrid: “En Barcelona soy como Gaudí y el conde Güell, en referencia a la tradición de mecenazgo que ha dejado una herencia artística e histórica inconmensurable. Las puertas del Liceu, que pueden gustar más o nada, como pasó con Gaudí y con Picasso, enriquecen el arte urbano y son el reconocimiento de Plensa al mecenazgo de la sociedad civil barcelonesa. Y por encima de todos los debates posibles, gracias, Jaume.