¿Brilla Barcelona? ¿Lo hizo en el pasado y se encuentra estancada? El mundo de la cultura mira de reojo a Madrid, que tiene en los grandes musicales el gran referente que atrae a un gran público que aprovecha la ciudad para admirar y visitar otras ofertas culturales y de ocio. Pero, ¿cómo lo ve Albert Boadella, el gran referente del teatro en España? Boadella no se siente conectado con el “progresismo” de la capital catalana. De hecho, nunca lo estuvo, como señala a Metrópoli. Su idea es clara: “Colau representa la decadencia de Barcelona”, asegura, mientras se instala en una posición “conservadora”, la que necesita ‘conservar’ el “pratrimonio cultural” y los valores del “trabajo y del artesano en el oficio del teatro”.
Boadella sigue muy activo. Se considera un autor teatral que sigue en el mercado, que no se ha despegado de su oficio. Y ha querido plasmar, con un cierto histrionismo, --que acepta y que reivindica--, su actual mirada en el libro Joven, no me cabree (Ediciones B), en el que, como si fuera un viejo con malas pulgas, ofrece lecciones a un joven estudiante. Le pide que vaya a contracorriente, que ponga contra las cuerdas a sus profesores universitarios, que les reproche todo lo que se ha instalado en el mundo de la cultura: lo políticamente correcto, el rechazo a todo lo que se pueda asemejar a la derecha política, el lenguaje inclusivo y de género, el amor sin límites a los animales domésticos, o todo el supuesto ecologismo sostenible. Son valores, precisamente, que defienden los ‘Bobos’ que apoyan a Colau en el Ayuntamiento de Barcelona, una acepción que llega de Francia, sobre los ‘burgueses bohemios’, los que cultivan huertos urbanos.
Boadella desmitifica una supuesta Barcelona maravillosa que ha venido a menos. Pero también señala que ha llegado a un nivel más bajo con el equipo de gobierno de la líder de los comunes. “La gran Barcelona se ha mitificado. Lo que había a finales de los sesenta y a lo largo de los setenta, no era una gran Barcelona. Se movían minorías, grupúsculos, que practicaban un arte o una literatura interesantes. Pero era algo muy pequeño. De noche no salía nadie a los cafés o restaurantes. Éramos cuatro gatos”.
¿Eso llega a cambiar? El fundador de Els Joglars admite la transformación posterior, pero sin tirar cohetes. “Después, la ciudad, en los ochenta, con la democracia, crece y culmina con los Juegos Olímpicos, que es el momento álgido, donde se produce una pluralidad de ofertas, de ideas. Luego llega un descenso. En todo caso, Barcelona nunca ha sido un París o Berlín, o Londres. Y, en cambio, lo que he visto, con mi experiencia, es el Madrid de los sesenta. En ese caso, sí se ha producido una gran diferencia respecto al actual Madrid. Es un cambio brutal, de una ciudad cerrada y funcionarial, a una ciudad abierta y de la libertad. Ese cambio tan grande no se ha dado en Barcelona”.
Albert Boadella estuvo muy cerca de Pasqual Maragall. Le reprocha que, una vez presidente de la Generalitat, no supiera adoptar un modelo distinto al proyecto nacionalista de Jordi Pujol, que Els Joglars clavó ya en 1981 con Ubú, president, “una obra que, realmente, conmocionó a todo el mundo convergente, porque Pujol llevaba muy poco tiempo en el Govern, pero yo ya lo conocía mucho, y que fue aplaudida por el mundo socialista”.
Ahora, con el equipo de gobierno de Colau, Boadella –acusado de traidor en Cataluña, “principalmente a partir de la fundación de Ciudadanos, partido que ayudé a constituir”- solo ve decadencia. “Colau representa la decadencia de Barcelona, es lo último que se puede votar, un voto de desesperación. Mientras exista una alcaldesa de esas medidas, la ciudad se quedará en ese mismo tamaño. Para alcaldesa de mi pueblo –Pruït-Rupit—quizá funcionaría, pero no para estar en Barcelona”.
Boadella considera que la cuestión lingüística ha tenido un papel fundamental, porque el catalán se ha utilizado como “un efectivo militar”, sin entender que “hay dos lenguas, no solo una”. Eso le ha hecho daño a Barcelona, a su juicio. ¿Cómo?
“La desconexión con el resto de España ha sido grande. El teatro clásico español estaba mucho más presente, con largas temporadas en la ciudad. La transferencia, en beneficio de Madrid, ha sido mucho más potente. Todo ha quedado muy bloqueado, porque la lengua se ha impuesto como esencia máxima de una cultura. Está el catalán, muy bien, pero no hay una sola lengua, y esa idea de utilizarla como efectivo militar ha llevado a una situación de empobrecimiento”.
¿Y los socialistas, los que Boadella conoció bien como representantes de lo más moderno de Barcelona? “Ahora parece que han ido por otro camino, pero hablan de un nuevo catalanismo, un catalanismo moderado. Y yo me pregunto, ¿en qué debe consistir? Lo realmente importante es dejar eso a un lado, y mostrar un proyecto de lealtad clara con España. Tenemos el catalán, sí, pero ¿nos hace diferentes? Lo importante es la igualdad, y lo somos respecto a alguien de Madrid, de Cáceres o de Marsella”, remacha Boadella.
En el libro sus ‘provocaciones’ son constantes. El aprendiz de teatro, el que pide consejos al maestro, se queda boquiabierto. No entiende nada. Es el ‘Bobo’ que ha interiorizado todos los ‘clixés’ de la nueva izquierda alternativa. El otro yo de Boadella le aconseja escuchar música clásica, a Beethoven. ¿Hoy a Beethoven?
--¿No podría ser con otra música? A mí la clásica no…
--La música tribal de hoy no le servirá de nada. Son gritos primarios y groseros. Convulsión de masas.
--¿Música tribal? Están Britney Spears, Katy Perry, Lady Gaga…¡Por favor!
--¿Hablamos de músicos o de delincuentes?
--¿Delincuentes?
--Son maleantes que han cortado la evolución de las más altas cotas emocionales del hombre, y eso es un delito de lesa humanidad mental. Han arrasado con la elevación y la inteligencia que hay en un Juan Sebastián Bach y unas generaciones de compositores sublimes. Sus ídolos son inductores de la destrucción del placer excelso y elevado en el ser humano. Solo incitan el pellejo. Solo carne a la brasa. Han rebajado la música a un ruido irritante. Han liquidado cualquier vestigio de aproximación a Dios a través del sonido. Hay que drogarse para resistirlo. No son transgresores, son malhechores”.
Ese es Boadella, al pedir ciudadanos exigentes, también respecto a sus gobernantes, a menos de nueve meses de las elecciones municipales.