Ferran Mascarell (Sant Just Desvern, 1951) mantiene sus tesis, las que le llevaron a defender el independentismo tras décadas en las filas del PSC. Es concejal de Junts per Catalunya en el Ayuntamiento de Barcelona, pero fue concejal con el PSC, en los gobiernos municipales de Pasqual Maragall, y consejero de Cultura en el Govern de la Generalitat, con Maragall, pero también con Artur Mas, cuando todavía existía CiU. Mascarell, historiador, cree que en España hay un solo proyecto: conseguir que Madrid sea el gran referente internacional de lo español, en detrimento del resto del territorio y, en particular, de Barcelona. Y señala con claridad que el actual gobierno municipal de Ada Colau peca de un exceso de “ideologización”. Para Mascarell, "el gobierno de Colau está muy ideologizado y es muy poco eficiente".

La idea de que Barcelona ha entrado en un proceso de decadencia, al margen de los datos económicos, ha comenzado a estar presente en todas las conversaciones públicas sobre la ciudad, ¿Es solo una percepción o es real?

Barcelona tiene muchos atributos para mantenerse como una gran ciudad, debido a su sociedad civil, a un conjunto de elementos de base, que atesora. Cuando hablamos de decadencia, sin embargo, se debe a la debilidad que presentan las políticas públicas. Cuando la iniciativa cívica, la sociedad civil, empresarial o social y el gobierno municipal van en la misma dirección la ciudad avanza. Y eso es, justamente, lo que no ocurre ahora. Ese es el principal problema de Barcelona en estos momentos.

¿Eso había ocurrido en el pasado?

No, porque ha habido una tónica en el tiempo. Desde 1980 hasta 2015 o 2016, las políticas de la ciudad parten de un mismo esquema conceptual. Hay iniciativa civil y política, y se cuida el detalle y la capitalidad del país. Todo eso, a partir de 2016, se rompe. Llega Ada Colau con una idea diferente que no se materializa. Son seis años que rompen con lo anterior. Y eso se paga. La ciudad está ahora en una situación complicada. Durante treinta años se explicó un modelo de ciudad al mundo, y ahora no se explica nada. Hay un urbanismo táctico copiado de los países latinoamericanos, que se aplica mal, y que allí se impulsó porque no se tenían otras alternativas.

Habla de una idea de la alcaldesa Colau. ¿Pero de qué proyecto se trata?

Es que no lo sabemos. Yo he estudiado en profundidad la ciudad, en sus distintos periodos históricos. Ha habido distintas fases, claro. Está la ciudad que retira las murallas y la ciudad de 1914, con un proyecto cívico y una gran dinámica social. Entre 1970 y 2015 hay proyecto, con principios claros, con una constante en el horizonte. El proyecto de Colau, en cambio, es la negación. Se considera que todo lo anterior a ella es malo, y se trata de aniquilar todo ese legado. El fundamento de todo lo que se hace es negar el desarrollo económico, el aeropuerto, el ensanche o la sociedad civil. Se basa todo en un magma ideológico para los convencidos, que resulta muy duro para la ciudad. Una ciudad que había compensando la falta de Estado, o que ese Estado la miraba de reojo, con principios básicos, con proyecto y con atención al detalle, con vocación de capitalidad de país, más que de capitalidad formal.

Sin embargo, Colau llega a la alcaldía con la apuesta por la vivienda pública. ¿Ese ese el gran vacío que dejan los distintos gobiernos municipales y, especialmente, los gobiernos socialistas en los que usted participó?

A la izquierda en general, la socialista-comunista que gobernó la ciudad, se le puede reprochar eso, sí, sus malos resultados en la cuestión de la vivienda. Es cierto. Pero el problema es que el actual equipo de gobierno, tras llegar al poder con ese principio, no ha hecho nada al respecto. El gobierno de Colau está muy ideologizado y es muy poco eficiente. La vivienda, pero también la movilidad, está mucho peor. O las políticas culturales, con cinco concejales distintos. Tampoco se cree en el papel de capital de Barcelona, ni el de capital metropolitana. Y eso provoca que desde fuera haya más manía para venir a Barcelona, con una clara percepción de que te rechaza. Eso va haciendo mella y abunda en la sensación de decadencia. Es más de espíritu que de hechos, que se producen por el impulso de la iniciativa privada, que sigue viva y que tiene capacidad de emprender.

¿Entiende las protestas, por tanto, de entidades cívicas, como las que aglutinó el movimiento Barcelona es imparable, aunque ahora ha quedado en un segundo plano?

Es un movimiento muy reciente, ya veremos el recorrido que tiene. Hay muchas dinámicas de oposición y una de ellas tiene un carácter cívico. Ya se verá. Lo que sí tengo claro es que de cara a las próximas elecciones, Ada Colau lo tiene mal, porque el modelo que ha puesto sobre la mesa está exhausto.

Ferran Mascarell, concejal de JxCat en Barcelona

¿Considera que patronales como Foment han jugado el papel que les tocaba, con sus críticas al gobierno municipal?

Patronales como Foment, pero también Pimec. Todas las entidades empresariales y económicas han expresado su malestar. Tengo responsabilidades como concejal en Sant Martí y en Gràcia, y me cuesta mucho recordar una distancia parecida a la que se ha producido entre entidades y gobierno municipal.

¿Estamos ante un fracaso de la llamada izquierda alternativa, cuando se ha visto en la tesitura de gobernar?

Es verdad que la única cosa que se les puede atribuir, como dificultad complementaria, es que el mundo en las dos primeras décadas del siglo XXI ha sido muy complejo, desde la destrucción de las Torres Gemelas a la crisis económica de 2007 y ahora la pandemia del Covid. Y las recetas simples entran con más facilidad, pero dan peores respuestas. Frente a una realidad compleja, las respuestas ha sido muy ideológicas pero no han respondido a los retos, como el que plantea la economía digital, o los empleos precarios. Ante todo eso, las respuestas simples ya no sirven, y yo espero que en el próximo ciclo electoral se comience a dar la vuelta a esas prácticas políticas.

El acuerdo de presupuestos entre los comunes y ERC en el Ayuntamiento, como consecuencia del pacto en el Parlament, ¿qué supone para el resto de fuerzas políticas?

Lo que ha habido es mucho tacticismo y eso no es bueno. No son los presupuestos que necesita la ciudad para afrontar las nuevas circunstancias. Lo que tenemos es un tacticismo marcado por la política española, pero que arroja unas cuentas que ignoran lo que ha ocurrido con el Covid. Es como si no hubiera existido. La ciudad debe rehacer una estructura empresarial en diversos ámbitos como la restauración o el turismo. Y los recursos que necesita la investigación no se evidencian en esos presupuestos. Se habló de un pacto de ciudad para pensar a medio y largo plazo, para 2040 o 2050, teniendo en cuenta los objetivos de sostenibilidad. Y se ha renunciado a tener un papel más ambicioso respecto a la región metropolitana y a la región mediterránea. Hace treinta años, en el gobierno de Pasqual Maragall, lo teníamos mucho más claro. Recuerdo en mi etapa como delegado de la Generalitat en Madrid una visita de Ada Colau para hablar de infraestructuras y me pareció que no le interesaba en absoluto. Ni interesa la capitalidad del país, ni la de la región ni la del mediterráneo.

Ese acuerdo entre comunes y ERC, ¿puede resultar estructural?

Supongo que sí, pero no quiero aventurar nada, porque no sé cómo le irá a ERC, que ha asumido muchas renuncias. Los republicanos deberán explicar muchas cosas, y es evidente que Ernest Maragall ha quedado tocado tras ese acuerdo de presupuestos.

¿Qué papel debe tener el PSC en esa ecuación, a su juicio?

El PSC debe saber, hoy por hoy, que es la muleta del PSOE, y que no tiene una política específica. Vende la idea de la cocapitalidad, pero eso implica que los recursos se reparten en un 95% para Madrid y un 5% para Barcelona. Debe asumir que Madrid es el proyecto del Estado español. La primera trinchera del PSC debería ser la defensa de los intereses de Barcelona.

Por tanto, ¿para usted no se trata de una discusión sobre el candidato, sobre si Collboni debe repetir, como de un problema de la propia marca del PSC?

El PSC tiene un problema de proyecto. Hoy el proyecto socialista se llama Madrid, no Barcelona. A Madrid le va muy bien con su actual peso en el Estado, con su número de funcionarios y de agencias estatales. España tiene un gran proyecto que se llama Madrid, y que pasa por vaciar lo que encuentra y por ‘disminuir’ Cataluña. No la quieren vaciar, porque aporta las rentas fiscales al conjunto. Pero sí disminuir, política y culturalmente. En Barcelona y en el conjunto de Cataluña cuesta de entender este mecanismo que funciona como un reloj en Madrid.

El proyecto del Hermitage para el Port de Barcelona / MUSEO HERMITAGE

¿No se sabe identificar el problema?

No, no se ha estudiado bien, no se ha buscado cómo ganar en ese terreno.

Maragall lo identificó, cuando planteó el traslado del Senado a Barcelona.

Sí, se identifica el problema, pero lo principal es acotarlo. El problema no es España ni la unidad de España. El contrincante es el aparato estatal, lo que configura ese aparato. Son los partidos políticos españoles, las delegaciones territoriales, los pactos con las grandes instituciones del Estado. Se defiende una idea de España que pasa por potenciar Madrid y disminuir Cataluña.

Pero, ¿la idea de la cocapitalidad, que se ha presupuestado este año con una partida de 20 millones de euros, no responde a esa necesidad?

Si quieren apostar por ello, realmente, se debería crear un fondo de unos 1.500 millones de euros y que se reparta con criterios federales. Para los grandes museos, para el cine, para las instituciones culturales. Lo que ocurre ahora es muy desigual. Hay instituciones con 70 millones de presupuesto por 12 o 15 millones para las instituciones catalanas.

En todo caso, ¿cómo entiende que se podría cambiar el modelo en Barcelona, con un cambio en el gobierno municipal?

Veremos cómo se configuran las posibles mayorías. Creo que el independentismo debe poder sumar. Junts per Catalunya crecerá seguro, y la incógnita se situará en los comunes. ¿Qué fidelidad querrán mantener? Si quieren seguir en las mismas condiciones, las que marca el Estado, difícilmente Barcelona mejorará.

¿Junts per Catalunya puede acercarse al PSC?

Dudo que el PSC sea capaz de esa aproximación

¿Duda más del PSC que de JxCat para lograr un acuerdo de ese tipo?

Más sobre el PSC que sobre Junts, sí. En todo caso, habrá que esperar unos seis meses, porque ahora todos los partidos están empeñados en acumular fuerzas.

¿No sirve el pacto de la Diputación como ejemplo?

No sirve para aplicarlo de forma mimética, porque es un pacto instrumental, que tiene una repercusión positiva en todos los ayuntamientos. Se reparten recursos, casi de forma directa y con políticas adecuadas. Es un ejemplo de buen acuerdo instrumental.

Ferran Mascarell, concejal de JxCat

¿Qué debería ocurrir con el Hermitage? ¿Debe apostar Barcelona por ese tipo de proyectos?

Debe apostar también por esos proyectos. Se ha muerto Oriol Bohigas y, a pesar de todos los elogios, no tenemos en Barcelona un museo de la arquitectura y el urbanismo, con todo su legado. Yo dejé un primer diseño, para reflejar qué ha representado el urbanismo moderno, junto con el Colegio de Arquitectos. Me parece inaudito que no lo tengamos. Es grotesco. Lo tendrá antes Madrid que Barcelona. Pero eso no es incompatible con el Hermitage. No debería serlo. La misión del Ayuntamiento es facilitar esa inversión y, al mismo tiempo, vigilar que el compromiso al que se llegue sobre los contenidos se cumpla. Llegué a hablar con el director del Museo Hermitage de San Petersburgo, Mijaíl Piotrovski, y puedo decir que el pacto que se estaba configurando era valiosísimo. Los primeros nombres de artistas que se pusieron sobre la mesa eran extraordinarios. Para Barcelona sería muy interesante, porque son obras de arte del XIX y XX, un periodo del que tenemos muy poca cosa. Cuando se habla de franquicias, se demuestra que no se sabe lo que se dice. Depende todo de lo que acuerdes.

En cuanto a los trabajos de construcción de la Sagrada Família, ¿debe replantear la ciudad lo que pretende la Iglesia Católica? ¿Es un escándalo, como dijo en su momento Oriol Bohigas?

Bohigas lo dijo hace mucho tiempo. En los años sesenta ya se produjo un movimiento contrario, como lo hubo en los años 20 contra el Palau de la Música. Yo dejo de lado la connotación religiosa de la Sagrada Família. Si el catolicismo quiere tener una catedral, adelante. Sí digo que me parece insólita, pero no una aberración. Le gustará a más gente o a menos, pero no tengo una posición contraria. Tampoco digo que no podamos vivir sin ella. Lo que sí es importante es que se vigile que no cause perjuicios para nadie. 

¿Esté en peligro, precisamente, el modelo que defendió Oriol Bohigas y que caracterizó a Barcelona?

Sí, ciertamente. Cerdà tuvo unas intuiciones extraordinarias, con la construcción de un espacio único. La prioridad era la higiene, para lograr una ciudad sana, donde circulara el aire. Pero también pensó en una ciudad democrática, donde las cargas y los beneficios por todo el ensanche se repartieran por igual. No imaginó calles de primera o de segunda. No creó autopistas en el interior de la ciudad. Lo que hace Cerdà es repartir el juego y pensar en la movilidad cuando todavía no había coches. Se ha pasado de esa idea a otra en la que hay beneficiados y perjudicados, con esas 'superilles', con la transformación del Eixample en línea contraria a la ideada por Cerdà. Hay calles tremendamente contaminadas, porque las retenciones de coches perjudican todavía más que antes, con una movilidad reducida y complicada. Y luego está el tranvía, que es un proyecto antiguo, cuando la alternativa ya la tienes: los autobuses eléctricos. No hay ningún modelo y se quiere destruir el anterior. 

¿Qué se debe hacer con el aeropuerto?

Cataluña no puede apostar por del decrecimiento económico, eso no va a ninguna parte. Creo que hay soluciones que no perjudican al medio ambiente y que son totalmente compatibles con la ampliación del aeropuerto. Aquí, sin embargo, todo se entiende en el corto plazo. Es lamentable, es una actitud que nos perjudica mucho. Espero que en las próximas elecciones se ponga en juego el medio y el largo plazo, porque, en caso contrario, el futuro sí que se complicará para todos. 

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