Ferran Pedret (Barcelona, 1979) es el primer secretario de la Federación del PSC de Barcelona. Es diputado en el Parlament y tiene una doble misión: afianzar la alternativa que supone Salvador Illa en la política catalana, y tenerlo todo a punto en Barcelona para que Jaume Collboni gane las elecciones municipales y sea el próximo alcalde de la ciudad. Combativo, pero midiendo mucho las palabras, Pedret tiene claro que el grupo municipal del PSC debe continuar hasta el final del mandato, en coalición con los comunes de Ada Colau. Pero a partir de marzo de 2022 señala que el PSC ofrecerá de forma clara sus propuestas de ciudad, y que éstas marcarán diferencias con Colau. Su posición es diáfana: “En Barcelona los gobernantes no podemos dar portazos a los proyectos que llaman a la ciudad”.
Tras el intercambio de favores entre los comunes y Esquerra Republicana, en el Parlament y en el Ayuntamiento de Barcelona, ¿cómo queda el PSC, al margen de que en el caso de Barcelona gobierna en coalición con la formación de Ada Colau?
Es necesario subrayar, de entrada, que el PSC ocupa un espacio central en la política catalana y en la española. Lo digo porque se escribían necrológicas sobre los socialistas no hace mucho tiempo. El PSC es un partido central y enraizado en la sociedad catalana y quiere contribuir a salir del atolladero en el que se encuentra el conjunto de la política catalana y buscar una salida justa de la crisis económica. Para ello es fundamental que haya presupuestos. Los comunes han apoyado esas cuentas, con un presidente Aragonès que está atrapado en su retórica independentista. Esquerra ha recibido un apoyo importante, que tiene como consecuencia la pérdida de credibilidad de Ernest Maragall, al secundar los presupuestos en Barcelona después de clamar que no lo haría. Y el PSC ha sido clave para que existan diferentes combinaciones, porque para la ciudad es bueno que el gobierno municipal pueda hablar con distintas fuerzas políticas.
Pero, ¿no está atrapado entre comunes y ERC, que muestran una conexión cada vez mayor, en Barcelona principalmente?
Creo que no, porque estamos en un sistema multipardistia, que está segmentado por diversos ejes, el social-económico y el nacional, y los partidos tienen muchas fronteras entre ellos. También para ERC y los comunes esa tarea es difícil, porque tienen una frontera electoral compartida. Por eso, precisamente, Ernest Maragall se opuso con tanta fuerza a los presupuestos, porque, de cara a las elecciones, pretendía marcar una diferencia nítida con los comunes para ser una alternativa. Junts per Catalunya le recriminaba que no representaba esa alternativa frente a comunes y PSC. Y está claro que ERC ha sacrificado las posibilidades de Ernest Maragall para ser candidato. Ha tomado una decisión.
¿Se sacrifica a Ernest Maragall o a toda la formación política, que pierde opciones para gobernar en Barcelona?
Yo no diría tanto. Ha habido una operación sobre los presupuestos, pero eso no quiere decir que ERC quede como socio preferente de los comunes, y que le ponga las cosas fáciles a Ada Colau. Si lo hace sufrirá. Pero sí creo que ha subordinado los intereses de Barcelona al mantenimiento de un Govern al frente de la Generalitat que, además, tiene muchas grietas.
¿La marca de ERC no sufrirá en Barcelona?
La marca está en un buen momento, es así. Pero puede que no lo resista todo. Un cambio tan drástico en 72 horas le ha abierto el cielo, por ejemplo, a Junts per Catalunya, que ha estado desaparecida en la oposicion. Junts, que tiene muchas dudas, y que ha visto como han surgido diversas plataformas, como Barcelona es imparable, de Gerard Esteva, que después han desaparecido, tiene ahora una oportunidad para criticar de forma sólida a ERC. Sería sorprendente que no la aprovechara.
¿Entiende las críticas al PSC, de distintas voces de su entorno que piden que se distancie y se diferencie claramente de Ada Colau y los comunes?
Tenemos un proyecto para la ciudad que puede ser compartido con otras fuerzas. Siempre hemos colaborado cuando hemos estado al frente de los gobiernos municipales. Y también cuando no lo estábamos. No compartimos todo el planteamiento de los comunes, aunque, de hecho, tampoco sabemos muy buen cuál es y nos inquieta. Pero es absurdo marcar perfil por marcarlo, por puro tacticismo. En breve lo haremos, con propuestas propias, con nuestra visión de la ciudad, a partir de una Conferencia Política a finales de marzo, a partir de tres grandes áreas: la reactivación económica, con una Barcelona activa; la ciudad habitable, y todo lo relacionado con el medio ambiente; y la Barcelona segura, que apela a la seguridad ciudadana, con una visión sobre la seguridad material y humana. Habrá más conferencias y actos, con el ánimo de construir una visión alternativa desde una izquierda transformadora, que se niega a que la ciudad deje pasar oportunidades. Y se verán de forma clara esas diferencias, que no son solo de matiz. Ha habido cosas muy cuestionables en los últimos meses, como el rechazo a la ampliación del aeropuerto. Estamos a favor de ciudades con modelos de sostenibilidad, pero que se desarrollen, que no se paren. Porque parar una ciudad tiene consecuencias, principalmente, para las clases populares y obreras. Se puede crecer, con modelos de desarrollo concretos que sean justos para la gente. Nos preocupa la transición digital y ecológica, porque pueden afectar más a esas clases populares. Queremos ofrecer oportunidades a esas personas que ven una montaña en esa transformación económica, desde la convicción de que las ciudades que lo hacen bien ofrecen mejores retribuciones laborales a esa parte de la sociedad que no se transforma hacia esos nuevos modelos. Es mejor ser camarero, por ejemplo, en una ciudad que tiene un éxito global, que es justa, que ser un camarero en una ciudad que se cierra y deja pasar oportunidades.
¿Se notarán, por tanto, esas diferencias?
Sí, pero no por oposición a otro proyecto. La mejor oposición es ofrecer propuestas, vías para que la ciudad recupere dinamismo, autoestima. Vuelve Barcelona, decíamos en la anterior campaña electoral. No se trata de volver al pasado, sino de recuperar aquella visión de grandes saltos adelante, desde la sostenibilidad. Sin apartarse de la corriente de los tiempos, porque eso supondría un coste enorme para las clases populares, que son las que necesitan de un mayor dinamismo.
¿Debe salir del gobierno municipal el PSC para constatar esas diferencias?
Nos preocupa cumplir nuestros compromisos, el proyecto y las inversiones previstas. Y ahora lo que hace falta es culminar lo que se ha sembrado en la primera parte del mandato. Hay que gobernar hasta el último día y si pasa algo extraordinario ya responderemos cuando se produzca.
¿Nada de salir del Ayuntamiento, entonces?
Nada, y menos de una forma artificiosa
¿El PSC, por tanto, puede marcar su perfil, sin salir del gobierno municipal y ganar las elecciones con Jaume Collboni?
Se puede marcar el perfil, claro, desde un gobierno de coalición. Los dos partidos no tienen el mismo programa. El gobierno municipal no anula tus propias propuestas sobre los problemas que van aflorando. Si asumiéramos la máxima de que para explicar tus proyectos debes salir del gobierno de coalición, entonces no habría ninguna coalición.
¿Ganar con Collboni?
Estamos en condición de ganar las elecciones y obtener la alcaldía. Son otras formaciones las que deberían estar preocupadas por sus candidaturas. Nosotros, con las encuestas que tenemos y se han dado a conocer, vamos al alza y a medida que se acerquen los comicios iremos a más. Lo que hay es mucho ruido sobre muchas cosas.
Insisto, ¿con Collboni?
Sí, las encuestas preguntan por Jaume Collboni. Tenemos buenos datos y existe una cuestión fundamental y es que hay moral de victoria. El partido tiene ideas, ambición por ganar, está tejiendo complicidades con asociaciones y entidades, y estamos en las mejores condiciones desde hace una década.
¿Y Salvador Illa?
Illa será presidente de la Generalitat, más pronto que tarde. Está en disposición de hacerlo, teniendo en cuenta que ganó las últimas elecciones. Hay una separación de papeles en el partido. Siempre he pensado, además, que los partidos son proyectos colectivos, y el nuestro está muy vivo. Se incorpora cada vez más gente y contamos con más sectores sociales y territorios. Hay expectativas de futuro.
Salvador Illa hablaba en la campaña electoral de las elecciones catalanas de la necesidad de pasar página. ¿Puede el PSC pasar página en el Ayuntamiento de Barcelona con acuerdos distintos al actual y romper la política de bloques que se ha producido en los últimos diez años?
Lo que creo es que ha habido una larga tradición en el mundo municipal de llegar a acuerdos de izquierdas. Es nuestra predisposición. Lo que queremos es pilotar el gobierno municipal, desde el timón. Y creemos que se notaría mucho en la forma de abordar los distintos problemas de la ciudad. Cuando decía que no veo problemas en el partido, me refiero a que veo bien la organización, con cuadros bien formados, que saben las políticas públicas que se desarrollan. Y si mañana tuviéramos la responsabilidad de gobernar en solitario, la ciudad comprobaría que hay políticos sólidos. Estamos convencidos, además, que encontraríamos fuerzas políticas para llegar a acuerdos.
¿A izquierda y derecha?
Lo primero es la ciudad, que tiene un historial de izquierdas. Aunque los comunes hablen de la sociovergencia, y nos acusen de eso, la verdad es que han sido ellos los que han pactado más presupuestos con los independentistas. Ahora hemos llegado a acuerdos con Junts per Catalunya, en cuestiones concretas. Lo que no somos es dogmáticos ni sectarios. Podemos llegar a pactos con otros, lo realmente importante son las políticas que se acuerdan.
¿Pactos como en la Diputación de Barcelona, con Junts per Catalunya?
Es un acuerdo amplio, básicamente ofrece apoyo a los municipios medianos y pequeños. Pero en la ciudad de Barcelona hemos gobernado con las izquierdas, y sin estar cerrados a otras fuerzas. Con Xavier Trias, recuerdo, acordamos la congelación de las tarifas del transporte público, por ejemplo.
Ha fallecido Oriol Bohigas y se recuerda el ‘modelo Barcelona’ que construyó. ¿No existe la percepción, basada en la realidad, de que el PSC ha ido perdiendo ese sello propio, con el actual gobierno de la ciudad?
Lo que se ha ido construyendo, el modelo Barcelona, es fruto de un desarrollo progresivo, con características urbanas de tal potencia que cuando llegaron los conservadores no las pudieron cambiar. Xavier Trias, más allá de algunas decisiones anecdóticas, no fue más allá de aprovechar la inercia, al estilo de Mariano Rajoy. No imprimió carácter. En el caso de los comunes, a pesar de su discurso rupturista, tampoco se ha ido más allá. Lo llamativo es que a sus cambios les lleman “tácticos o provisionales”, y es que, de hecho, no hay mucho más. No han demostrado tener una alternativa. En vivienda, que la gestionan ellos, si se compara con la etapa del alcalde Jordi Hereu, queda en evidencia. Y por insistencia del PSC, se ha acelerado en los últimos meses.
Pero hay un gran reproche al gobierno municipal, desde muchos sectores, de que el sello de la gestión público-privada, característica de Barcelona, se ha abandonado. Y eso era, precisamente, una marca del PSC. Ahora se habla de colaboración público-social.
Sí, pero el PSC también había practicado esa colaboración público-social. Lo que es cierto es que no se debe demonizar el sector privado, porque en ocasiones esos recursos privados han sido clave para la transformación de la ciudad, y se ha creado un círculo virtuoso. Las empresas privadas obtienen beneficios, claro, pero si la política pública está bien diseñada no debe haber inconveniente en ello. Otra cosa es que se priorice lo social. Lo importante, en todo caso, es no ser dogmático y pensar en el interés general.
¿Se ha sido dogmático, entonces?
En las etapas iniciales hubo, incluso, reticencia a interlocutar con ese sector privado.
¿Y cree que se ha superado por parte de la alcaldesa Ada Colau?
Parcialmente. No solo ella, también le ha pasado a otros dirigentes de los comunes. Hay una desconfianza. Siempre hay que ir con cautela, pero otra cosa es ir con prejuicios. El sector privado puede que no case, en determinados casos, con el interés de la ciudad. Pero el PSC intenta que haya una colaboación que sea interesante para el conjunto. Lo hemos hecho con el comercio emblemático de la ciudad, influyendo en la actividad que se realiza, para proteger y desarrollar esa actividad. Hemos visto otros casos, como Galerías Maldà, que se ha regenerado con poca intervención pública. Y vemos, en cambio, que esa intervención debe ser más intensa en el caso de la Vila Olímpica. Y también lo hemos comprobado con los mercados municipales, con la colaboración de grandes superficies, que se pensaba que podían ser contraproducentes. No, a los mercados les ha ido bien. Se trata de conjugar esos intereses.
Hay un caso, el hotel de la cadena Four Seaons, que actúa como icono. Se fue a Madrid, y eso denota la decadencia con la que muchos califican la situación de Barcelona.
No querría tomar un caso concreto, pero sobre el turismo nosotros hablamos del patrimonio de la ciudad, del mix de modelos de turismo que podemos tener. En el fondo de la cuestión, sobre el Four Seasons, planeaba la idea de que había muchas plazas hoteleras, pero posiblemente lo que hace daño son los pisos turísticos desbocados. Lo que es necesario es regularlo. Nos separa de los comunes, de una forma clara, la llamada turismofobia que se creó. Lo que no podemos hacer los gobernantes, en Barcelona, es dar portazos a proyectos que llaman a la ciudad. Si no interesan, lo que hay que hacer es ver en qué se puede colaborar, en qué proyectos se puede llegar a acuerdos, teniendo en cuenta que en Barcelona también hay suelo industrial. Si llega un inversor que no gusta, debemos intentar que pueda invertir en otro sector o con otras características, pero no plantarse. Los alcaldes del territorio, y en el PSC lo sabemos bien, no paran de moverse para atraer inversiones. Lo que queremos es dinamismo. Es cierto que el éxito a nivel global de una ciudad provoca externalidades negativas. Es caro vivir en los centros de las grandes ciudades, porque mucha gente quiere venir y vivir en ellos. Es así, y lo que se debe intentar es desarrollar un modelo que permita vivir a la gente en Barcelona, si una gentrificación, y ofrecer oportunidades para desarrollar las respectivas vidas.
Pero, esas diferencias existen y son grandes, como prueba el proyecto de ampliación del aeropuerto o el Hermitage.
Con el Hermitage, nosotros quisimos incluir al Liceu, en un proyecto integrador. Hemos visto como otras inversiones, como el MOCO, han resultado fantásticas para la ciudad. Quien vea esas inversiones como algo malo, no entiende lo que necesitan las ciudades para desarrollarse. Y hay más ciudades a nuestro alrededor que ofrecen un gran dinamismo, como Valencia, por supuesto Madrid, o Zaragoza. Debemos saber explotar lo que tenemos. Y actuar como tractor.
A usted, en todo caso, se le critica que está más pendiente de la memoria histórica, como diputado en el Parlament, que como dirigente del PSC de Barcelona para criticar cuando toque a los comunes, algo que no pueden hacer con tanta soltura los cargos institucionales, como Jaume Collboni, que es teniente de alcalde.
Asumo todas las críticas, pero desde Barcelona promovemos la fase de construcción del proyecto de ciudad. Hemos polemizado, quizá a través de medidos de comunicación más pequeños o con menos eco. Pero lo que siempre hemos querido garantizar es la autonomía de los grupos municipales. Lo que también le digo es que durante muchos años el partido y el gobierno municipal, desde la alcadía, andaban a la greña. Y eso hace mucho tiempo que no pasa. Hay colaboración entre el grupo municipal y el partido, que está a disposición de los concejales. El partido va organizándose y en 2022 y 2023 se comprobará la existencia de un conjunto de propuestas importantes para la ciudad.