Norbert Bilbeny (Barcelona, 1953) es catedrático de ética en la Universitat de Barcelona y ensayista, autor de una extensa obra centrada en la ética de la ciudadanía, las cuestiones interculturales y el cosmopolitismo. Bilbeny, presidente del consejo social del Ateneu barcelonés, miembro del comité de ética del Ayuntamiento de Barcelona, señala que existe en la ciudad una dicotomía entre intereses públicos y privados y reclama una mayor ambición y unión. En esta entrevista con Metrópoli, el filósofo y pensador estable su diagnóstico de la ciudad: “Barcelona no está en decadencia, pero sí hay contracción y debilitamiento”.

¿Cómo ve Barcelona justo ahora, en qué situación la encuentra?

La veo en un punto de inflexión, conociendo la complejidad del momento. No sabemos lo que vendrá después, en los próximos años, porque los imponderables han sido grandes, sobre el gobierno municipal y la ciudadanía. Me refiero a la crisis económica y a la pandemia del Covid, y al debate sobre el proceso independentista, y a la situación internacional, marcada por un neoliberalismo que ha favorecido las actitudes individualistas. Con todo ello, no podemos decir qué pasará. El gobierno, la oposición y la ciudadanía toman nota sobre lo que hemos sufrido, y es posible que de ello cambiemos la actitud sobre la ciudad. Pero creo que la responsabilidad no se debe pedir solo a sus gobernantes; es también de la gente y de las entidades cívicas, de la sociedad civil. Es un trípode entre gobierno, ciudadanía y sociedad civil. Y lo más fácil es lanzar críticas cruzadas, entre unos y otros. Criticar el mal no nos hace más buenos. Veo que en Barcelona se critica al gobierno municipal, pero no se da un paso posterior, que es la presentación de una alternativa.

Existe una gran fragmentación social y en el Ayuntamiento, pero la alcaldesa Colau ha actuado, --esa es la principal crítica que se le formula--, como si tuviera todo el poder. ¿Lo cree así?

Es cierto que actúa, tal vez por su componente populista y activista, con un ideario de una izquierda ‘comunalista’ o populista, de esa forma. Actúa con el convencimiento de que gobierna para todos y en nombre de todos. Pero hay un factor clave: gobierna en minoría, y en ciertos aspectos me recuerda al tripartito de Pasqual Maragall. En el ayuntamiento es diferente, porque es un bipartito, que se ve apoyado de vez en cuando por ERC. En todo caso, veo semejanzas. Como hay ciertas similitudes entre la mentalidad de Colau y la de Pasqual Maragall. Veo cierto ‘maragallismo’ en las actitudes de Colau, actitudes liberales y sociales y de liderazgo, de conciencia de ejercer ese liderazgo. Colau, como Maragall en su momento, no tiene mayorías. Y ha hecho crecer el liderazgo personal, que sirve para paliar las dificultades que tiene esa izquierda popular.

Colau, ¿la alcaldesa del ‘no’?

Entiendo que se la identifique así, pero yo no lo comparto. No me gusta que haya dicho ‘no’ a algunos proyectos, pero es simplista decir que es la alcaldesa del ‘no’. No se puede identificar a alguien de esa manera. También es la alcaldesa del ‘sí’, de cosas positivas, la preocupación por la sostenibilidad, buscar soluciones para la vivienda social, y ver cómo regular mejor los pisos turísticos. Es cierto que le cuesta tener éxito en todo ello, y en parte se debe a las ineficiencias de su gobierno. Una izquierda popular, que se preocupa por los derechos humanos y de género, por la sostenibilidad, por la cultura en los barrios, es también una alcaldesa del ‘sí’.

Entonces, ¿el gran problema es su poca pericia para gobernar, la de ella y la de su equipo?

No creo que sea ese el problema. La señora Colau es buena gobernante, pero falta envergadura y amplitud de visión y no hay equipos que puedan paliar esas deficiencias. En lo urbanístico, como metrópolis, falta visión, y también respecto a la cultura. Cultura en un sentido amplio, en relación a la Barcelona histórica, y respecto a los equipamientos. No sé si tenemos todo el mapa de equipamientos que necesitaríamos, al margen del trabajo que ha realizado Joan Subirats, que tuvo un mandato destacable como teniente de alcalde. Falta una visión cultural amplia. También hay carencias respecto a la capacidad de innovación, de atracción y retención de talento. Y no se defiende suficiente ni se apoya la cultura científica y tecnológica, que tiene tradición en la ciudad. Nos falta visión macroscópica. Barcelona sufre falta de visión urbanística y cultural. Eso sí me parece claro.

Norbert Bilbeny, durante la entrevista con 'Metrópoli' / MA



 

El proyecto del Hermitage, ¿debería asumirlo Barcelona?, ¿Es un error pensar que una franquicia como esa no es propia de una ciudad como Barcelona?

Estoy totalmente a favor de asumir ese proyecto. Miremos Bilbao con el Guggenheim y el salto que dio. Se necesita como estímulo. París ha ido incorporando elementos que tiran de la monumentalidad de la ciudad. Y nosotros también los necesitamos, elementos que entran por los ojos y contribuyen al crecimiento. Pensemos en Málaga. ¿Quién hubiera dicho que llegaría a ese nivel? Ahora es el principal polo de inversión en Andalucía. Ahora bien, hay otros proyectos como el aeropuerto de El Prat, que puedo entender el rechazo por cuestiones ambientales, por el espacio de La Ricarda. Pero creo que se debería haber negociado más. La negociación se ha suspendido demasiado pronto. Nadie está en contra de la sostenibilidad, pero también se ha de salvar la movilidad. Toda gran ciudad tendrá esos problemas, y debe encontrar un equilibrio.

¿Está a favor del ‘decrecimiento’ que defiende el equipo de gobierno de la alcaldesa Colau?

Creo que es un error intelectual. La especie humana está diseñada para crecer, la evolución es crecimiento, otra cosa es que ese crecimiento esté o no controlado o acompañado. El decrecimiento es más que dejar de crecer, es involucionar. Se trata de una involución. Estoy más a favor de hablar de crecimiento sostenible y controlado. Repito que creo que el decrecimiento es un error intelectual.

¿Sería tan fundamental que Barcelona lograra más conexiones internacionales a partir de esa ampliación del aeropuerto? ¿Hay masa crítica para ello?

Creo que sí hay, seguro. Barcelona puede y debe asumir esas conexiones. Hay que tener claro que gobierne mejor o peor la señora Colau, la ciudad vive en paz. Hay protestas y quejas, claro, pero no es una ciudad del malestar. La mitad de la gente que vive en Barcelona, hace veinte años no estaban. Es decir, hay una atracción de talento evidente. El factor ciudadano muestra al mundo que es una ciudad en la que vale la pena vivir. Tenemos unos recursos humanos y una ciudadanía de la que se debe esperar lo mejor. Incluso las protestas en la calle, a veces poco justificadas, otras más comprensibles contra el gobierno local, se muestran con corrección. El problema de Barcelona es geográfico, con montañas y el mar como límites y eso obliga a reordenar proyectos.

¿Obliga a desarrollos pensando en el área metropolitana y Cataluña?

Depende de cómo se regule y se gobierne esa posible expansión, pero ya existe una conurbación de Barcelona, sin olvidar que Barcelona es Cataluña, y eso obliga a un respecto hacia el territorio catalán, y a relacionarnos mejor. Una Barcelona grande es también una Cataluña grande.

¿Se cumple el sueño de la Cataluña-ciudad?

De hecho ya existe, ya tenemos la Cataluña-ciudad. Si vamos por Cataluña nos damos cuenta del nivel económico, del avance tan grande que se ha realizado. En el territorio no se debe envidiar nada el día a día de Barcelona.

El filósofo Norbert Bilbeny, con 'Metrópoli' / MA



Los movimientos para cambiar la dinámica de Barcelona y de Cataluña de organizaciones como Foment del Treball, ¿cree que responden a una cierta ansiedad por recuperar lo perdido en la última década marcada por el proceso independentista?

Todo el mundo se quiere activar, desde Foment hasta los artistas y profesionales que quieren venir aquí y el gobierno. Es lógico, comprensible y defendible que nos queremos todos activar.

Pero, ¿no denota que esos sectores económicos podían haber hecho más en los últimos años, y ahora quieren recuperar el camino de forma rápida?

Sí, con toda lógica y con todo el derecho del mundo, esos sectores se quieren activar. Esa actitud también la veo en el mundo universitario, después de lo que hemos sufrido. Pero seamos también conscientes de nuestra historia. Hemos sido emprendedores, inversores, capitanes y capitanas de la industria muy importantes, pero también hemos tenido nuestros límites. ¿Qué hicieron esos sectores durante el franquismo? ¿Qué obras con capital privado hicieron, al margen del Camp Nou? Ahora la Sagrada Família es la única gran obra de capital privado que está en marcha. No es para ponerse medallas. Y si hay un Liceu, un Macba, o un Teatre Lliure es por la inversión de capital público. Si se pide dinero para la cultura, no hay forma de encontrarlo. Cuesta mucho incentivar al capital privado para una ampliación del MNAC, por ejemplo.

¿Se han desentendido?

--Un poco sí. Los juegos del 92, desde la inversión pública, animaron al capital privado. Pero no ha habido muchas más iniciativas. Debe haber un replanteamiento, y pensar qué puede hacer ese mundo para que nuestras quejas no sean tan grandes. Todo lo que funciona es de capital público. Es así.

¿Barcelona debe de estar pendiente de lo que haga Madrid?

Es un sofismo. Pensar qué hace o no Madrid nos puede llevar a falacias. Barcelona debe fijarse en sus propios objetivos. Cela decía que Madrid le parecía algo entre Kansas City y Navalcarnero. Y lo decía de forma injusta. Pero no nos comparamos en aquel momento con Madrid. Fuimos a la nuestra, con nuestro propio modelo. Son ciudades muy distintas, porque sus economías son diferentes. Una es capital de Estado y eso es muy importante. Pero no es bueno ni útil compararse, sea con Madrid, Roma o París. Hay elementos, claro, para inspirarse, pero hay que seguir una vía propia. Barcelona ha tenido siempre una personalidad clara.

¿Barcelona ha entrado en una fase de decadencia, como se ha apuntado desde diversas entidades, y que han llegado a organizar una protesta como la del pasado jueves, con Barcelona es imparable, para que el gobierno municipal reaccione?

Es injusto e incorrecto señalar eso. Barcelona no está en decadencia, pero sí hay contracción y debilitamiento. Continuamos creciendo, con gente que llega de otros puntos geográficos, con una población universitaria, pero ha habido una contracción.

¿Barcelona es cosmopolita, o ha perdido ese carácter?

Mucho, claro que es cosmopolita. Por eso reitero que no se vive un proceso de decadencia, pero sí de contracción y deberíamos tener más ambición, y con una mayor visión de conjunto, de forma más macroscópica, en lo urbanístico y cultural. Pero todas las ciudades tienen esas tensiones, con obras, con ruidos, con zonas sucias, con apuñalamientos, y se producen porque es una gran ciudad, aunque no sea de las más grandes. Las ciudades son así. Estuve hace poco en Nueva York, y ves obras y fachadas que se rehacen. Hay conflictos e ineficiencias en todas las ciudades. Lo que sí veo en Barcelona es una tensión entre lo social y lo urbano. En 1992 se apostó por una visión urbana, y creo que el actual gobierno municipal ha apostado más por una visión social. Y en el futuro inmediato se deberá decidir si se cambia de rumbo. También hay una dialéctica entre estrategia y gestión. Y ahora se intenta hacer más gestión que estrategia. Otra dicotomía importante que se ha producido es entre el interés público y el privado. A los dos les interesa que el otro esté satisfecho. Pero siempre se planteará esa tensión, y será necesario encontrar un equilibrio. La alcaldesa Colau está claro que tira por lo público, con todo lo que tiene de bueno y de malo para una gran ciudad.

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