El librero del barrio del Clot, Xavier Vidal, ha demostrado que un librero es más que un vendedor de libros. Perseguido por confinamientos, restricciones, precio de la luz,  inflación e inundaciones, el propietario de la librería Nollegiu ha salvado el negocio gracias a la solidaridad del vecindario cuando lanzó un S.O.S por las redes sociales y anunció que cerraba el establecimiento este último día de octubre. La respuesta ciudadana fue animarle a resistir, por lo cual decidió cambiar de local y trasladarse a otro de la misma calle Valencia. Y la solidaridad fue más allá de las palabras cuando doscientos voluntarios formaron una cadena humana para ayudarle a trasvasar mano a mano ocho mil volúmenes meticulosamente ordenados.

Recibir semejante apoyo es un indicio de que algo está cambiando en la relación entre las pequeñas librerías y su clientela de cercanía. A pesar del constante goteo de cierres, el caso de Nollegiu no se ha limitado al acostumbrado llanto por la muerte de unas librerías a las que se acudía poco y se gastaba menos. Ni a la desagradecida costumbre de manosear los libros en los establecimientos y comprarlos luego por Internet.

Para conseguir lo que ha conseguido Xavier Vidal hay que ser más que muy bueno en lo suyo, estar muy implicado con su barrio, y haberse ganado la confianza y la estima del vecindario. Y esto no se consigue vendiendo libros, sino siendo librero, que es un modo de vida, de saberes y de amor a tan antiguo oficio en riesgo de extinción.

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