Consciente, con los pies en el suelo, pero “sin miedo”. Esa es una de las características de Ramón Laguarta, barcelonés de 58 años, el CEO global de la multinacional PepsiCo. La clase empresarial catalana, más pendiente siempre de no perder el control de sus negocios medianos que de buscar socios que permitan volar más alto, mira con envidia a quien prefiere ver el mundo como una gran oportunidad para cumplir los sueños personales. Es mejor no correr riesgos, pero si alguien lo hace y tiene éxito el aplauso es rotundo. Y la admiración hacia Ramón Laguarta es total desde la capital catalana porque ha llegado a la cúspide en Nueva York por “pura meritocracia” y gracias a esa percepción del mundo que Laguarta ha visto siempre como una “aventura”, según las fuentes profesionales y personales consultadas.

Desde principios de 2019, Laguarta es el principal ejecutivo de PepsiCo, una multinacional que ingresó el pasado año 73.000 millones de dólares, presente en más de 200 países. Sustituyó en el cargo a Indra K. Nooyi después de una larga carrera en la propia marca global, donde lleva 25 años trabajando. Es el responsable de bebidas y alimentos como Lay's, Doritos, Cheetos, Gatorade, Pepsi-Cola, Mountain Dew, Quaker y SodaStream.

SIN RASTROS DEL EJECUTIVO ARROGANTE

Ese ha sido su mundo, en PepsiCo, donde ha ido asumiendo responsabilidades por todo el mundo, una apuesta que se considera clave y que no es tan frecuente. “Uno de los problemas de los directivos catalanes, y en su conjunto en toda España, es el miedo, o la pereza, a causa de la incertidumbre que genera viajar y vivir en otros países y los cambios frecuentes que implica”, señala una fuente empresarial, quien añade que no se trata de diferencias educativas importantes o de preparación respecto a ejecutivos de otros países, sino de actitud.

No es el caso de Laguarta, formado en Barcelona, en el Colegio Sagrada Familia, y en Esade, donde cursó un MBA. El máximo ejecutivo de PepsiCo ha destacado siempre por su adaptabilidad al medio, “cuidando siempre a su interlocutor”. Al frente de PepsiCo se ha reunido con Putin en Moscú, junto a los ejecutivos de las grandes multinacionales norteamericanas, ha afrontado los retos de la sostenibilidad medioambiental en la reunión económica de Davos y, en paralelo, ha visitado a su madre y a sus amigos de siempre de Barcelona. El ejecutivo arrogante, el que aterriza sin saber bien dónde está, con su cabeza instalada –en este caso-- en Nueva York, no marida con la personalidad de Laguarta, que sabe “diferenciar” qué toca en cada caso. En Esade esa característica es motivo de "orgullo", porque es lo que pretende inculcar la escuela de negocios, con ejecutivos repartidos en muchas grandes empresas, pero con unos pocos en lo más alto, como es el caso de Laguarta.

Ramón Laguarta, CEO Global de PepsiCo, premiado por el Club de Marketing de Barcelona / CMB

La experiencia de Esade, precisamente, es una de las que más se destacan, una escuela que ha dejado huella en Laguarta, con una máxima que repiten las fuentes profesionales y personales consultadas. “La visión estratégica a veces no se sabe implementar por quien la ha impulsado. Laguarta implementa esa visión estratégica, la sigue, consigue eso que parece fácil, pero no lo es: que ‘las cosas pasen’”. Un alto ejecutivo que coincidió con Laguarta en Esade destaca una característica que repiten otros interlocutores: "Ramón tenía en esa etapa universitaria un gran carisma personal, un atractivo que facilita el liderazgo". El mismo directivo señala otra cuestión, que también surge en las conversaciones sobre Laguarta: "Es una persona muy inteligente, que se notaba en esa etapa como estudiante, pero que no le llevaba a trabajar menos, al revés: su capacidad de trabajo es realmente notoria".

DEL BARÇA Y ESQUIADOR CONSTANTE

Laguarta pasó antes de PepsiCo por Chupa Chups, una empresa catalana que acabó en manos de una multinacional italo-holandesa. La familia Bernat, propietaria de la marca del famoso caramelo, prefirió vender dando pie a una reflexión profunda sobre la falta de ambición del empresario tradicional catalán. Ramón Laguarta, que ocupó diversos cargos internacionales en Chupa Chups en Europa y Estados Unidos, tuvo claro que “el mundo hay que saber aprovecharlo”.

Con tres hijos varones, casado con una mujer que conoció en Esade, Laguarta tuvo siempre facilidad con los idiomas. “Sabía más inglés que los profesores”, ya en su etapa escolar. Y domina las lenguas española, inglesa, alemana y griega, y, “por supuesto”, el catalán, lengua que utilizó en su último nombramiento de Pepsico. “Es del Barça, se siente catalán, muy de Barcelona y lo exhibe”, señalan los que le conocen bien. Ha jugado al fútbol, lo practica cuando puede, y mantiene “su pasión por el esquí”.

Laguarta recibió hace unas semanas el galardón Career Award en un acto organizado por el Club de Marketing de Barcelona. En su intervención, por videoconferencia, mostró su amor por Barcelona. “Me hace mucha ilusión este premio, especialmente viene de una ciudad que llevo en el corazón, Barcelona”. Y constató su apuesta por un negocio en el que las marcas lo son todo, y exigen el máximo cuidado para mantener la reputación. “El marketing siempre ha sido prioritario en mi carrera, soy un defensor entusiasta del poder que tienen las marcas”, señaló.

Educado en una familia de clase media de Barcelona, la falta de miedo, la visión del mundo como una ventana abierta le ha llevado a trabajar en Grecia y en los países del Este como máximo responsable de la empresa. En 2015 fue nombrado consejero delegado en Europa y África Subsahariana y en 2017 fue ascendido a director general de la multinacional con sede en Nueva York. De Barcelona a la cúspide mundial.

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