Àngel Velasco, CEO de Torrons Vicens, presume del equipo que lidera, de haber logrado que el turrón no sea sólo para Navidad, de que tiene tiendas abiertas todo el año, de innovar y “de convertir al turrón en un producto valorado internacionalmente”. No obstante, hay quien se alegra de que exporte mucho para no consumir en casa inventos que no son turrones ni se le parecen en nada. Son los turroneros de Jijona, que acusan a Vicens de usar su nombre y el de Alicante en vano y de presuntas irregularidades en su importación, producción y etiquetado de ingredientes tan básicos como la miel china.
Puede que sea envidia, que es muy mala, tanto como los atentados a la tradición y al paladar de variedades de dudoso turrón como las barras de Chupa Chups de fresa y nata, mejunje que no sabe ni a chupa chup ni a fresa ni nata. Más difícil de deglutir es el de donuts, masa empalagosa y ridícula sin igual. Hay que reconocer, no obstante, que el aparato de márquetin de Vicens aprovecha todo lo que se mueve, incluidos nombres famosos como Enrique Tomás y su inexplicable barra de jamón con tostada. O la colaboración de cocineros y pasteleros como los hermanos Adrià. De ahí nació la barra de gintónic, que sin hielo y burbujas no es un gintónic. Peor aún es el de chocolate con churros, venerado manjar que se come calentito y no a pedazos fríos. Pero como sobre gustos no hay disputas y sí muchos gastrónomos, allá cada cual con su paladar y su digestión.