Wayne Griffiths, CEO de Seat y Cupra y amante de las óperas en el Liceu, está cada vez más lejos de Barcelona. Y no por su predilección por Sitges, el pueblo donde vive, donde se refugia del bullicio de la ciudad.
Durante el mandato de Griffiths se anunció que la gigafactoría de baterías del grupo Volkswagen se instalará en Sagunto (Valencia), lo que supuso un mazazo para Barcelona, donde Seat tiene en Martorell su mayor fábrica. La industria barcelonesa aún tiembla por el futuro de la firma automovilística, con la marca Seat cada vez más diluida y Cupra ganando peso.
El distanciamiento de Seat con Barcelona se ha hecho esta semana un poco más evidente con el cierre de Seat Mó, el servicio de motos compartidas eléctricas que impulsó la empresa en la ciudad. Entre otros motivos, se arguyó el impacto positivo en términos de reducción de emisiones contaminantes cuando se presentó. Sin embargo, tras menos de cuatro años de servicio, Seat ha echado el cierre por su “falta de rentabilidad”. Lejos quedan los eslóganes en favor del medioambiente.
Griffiths, uno de los impulsores de Seat Mó, ha acabado siendo el protagonista de otra muestra más del distanciamiento de la compañía con Barcelona, la ciudad que tiembla con cada nuevo movimiento del CEO inglés.