En serio. Un proyecto ambicioso, con liderazgo, con todas las administraciones con las ideas claras para que el área metropolitana de Barcelona cobre una nueva dimensión económica, para que dé un salto cualitativo. ¿Está sucediendo eso? Más bien no. “Se habla, pero se hace poco”. Lo señala Ramon Gras, ingeniero, urbanista, impulsor, desde la firma Aretian Urban Analytics and Design, de diferentes estudios para muchas ciudades del mundo, entre ellas Esplugues, Badalona y Barcelona. Gras habla con celeridad, pero va al grano, se le entiende todo. En esta entrevista con Metrópoli, concertada en Barcelona, pero realizada a distancia, con Gras en Boston, desde la sede de Aretian en Harvard, el ingeniero tiene claro que existe una buena base, que hay universidades, talento, investigación, pero que falta una voluntad clara y liderazgo. Porque, pese a lo que se desea proyectar desde Barcelona o desde el área metropolitana, lo que se hace no se compadece lo que se dice. "Barcelona se parece más al modelo de Palma de Mallorca que al de Austin, en Texas”, afirma.
¿Cómo? Lo que apunta Gras es que Barcelona se acerca al modelo que tomó, en su momento, Palma de Mallorca, que ha duplicado su población, pero con salarios a la baja. Otras ciudades en el mundo han duplicado también la población, pero para aumentar de forma notable los salarios de los trabajadores, porque la apuesta ha sido muy distinta. "Es el caso de Austin, en Texas, con empresas productivas, con valor añadido. Es una ciudad que ha tomado un camino propio. En Barcelona, en cambio, el modelo se parece más al de Palma de Mallorca", señala Ramon Gras, que tiene claro que el turismo, siendo importante, no debería alcanzar un peso tan determinante como el que tiene en la capital catalana, con un 15% del PIB. "Se ha apostado demasiado por ello, sin cuidar otras alternativas", incide el profesional de Aretian, que se ha convertido en una de las consultorías de urbanismo con más incidencia en las grandes capitales del mundo.
Lo que está en juego es vital para el futuro económico del área metropolitana, y, por tanto, para todo el territorio de Catalunya. Aretian, con una metodología avanzada, con diseños morfológicos en tres dimensiones, ha monitorizado áreas metropolitanas de todo el mundo, y, en particular, en las ciudades en las que ha presentado distintos estudios, por encargo de sus ayuntamientos. Lo que se recomienda es que se establezcan patrones de colaboración para avanzar en los próximos 15 y 20 años. Y se detectan carencias y potencialidades. “Los modelos que tenemos nos permiten ver el futuro de distintas industrias y servicios. Barcelona está posicionada en 350 industrias de las 848 que se detectan a nivel mundial. En Esplugues, la ciudad está bien orientada en unas 50, y en Badalona en unas 90-100”.
Gras presentó hace unas semanas su estudio sobre distritos de innovación en Esplugues. La alcaldesa de la ciudad, Pilar Díaz, habló de una “nueva centralidad para para el área metropolitana”, y eso lleva a preguntar a Ramon Gras por el futuro real del territorio. “El área metropolitana de Barcelona puede ser una de las diez zonas más dinámicas de Europa y una de las 50 más dinámicas del mundo, pero siempre que se hagan las cosas bien. Lo hemos analizado en un estudio sobre las 100 áreas más dinámicas del mundo, junto con el IESE, a partir de cuatro grandes regiones, la de Amsterdam, Boston, Múnich y Estocolmo. El potencial es muy grande, pero siempre que se haga un esfuerzo continuado en los próximos 15 o 20 años. Y siempre que haya un cambio cultural, que es lo más importante”.
¿Por qué? Gras insiste en ese concepto cultural, y se explica: “Se nota cuando viajas mucho por distintas ciudades importantes. En Barcelona la cultura empresarial es mucho menos dinámica. En las grandes ciudades hay elementos meritocráticos que aquí no se dan. Podríamos decir otra cosa, pero es lo que vemos. En unos 20 años podríamos estar en una situación muy buena, y ser una de las zonas más atractivas del mundo. Hoy no es así”.
La percepción de que muchos profesionales internacionales vienen a Barcelona, por su atractivo, choca con las palabras de Ramon Gras, que señala que siempre hay otras muchas ciudades por delante. “Una persona brillante de Denver, en Colorado, o de Alemania, se fija en Boston, en Austin, o Chicago. Puede que, después, en Los Ángeles o en Londres, o Amsterdam. Después, aparecen ciudades suizas, luego llega Madrid, y Barcelona. Hoy eso es así. Para cambiar, debe haber un salto cualitativo, que no se está produciendo. Seguimos con el plan urbanístico de 1976, y se ha hecho un esfuerzo enorme con el Plan Director Urbanístico, cuyos inicios se produjeron en 2011. Hay muchas alegaciones, y se está alargando. Igual en 2030 puede estar aprobado. Será veinte años después. Más allá de ese paraguas, de carácter normativo, habrá que dotarlo de contenido. Se tarda mucho en todo”.
¿Qué está pasando en el territorio metropolitano? Gras enumera cinco grandes retos: los urbanísticos, los económico-industriales, los relativos al conocimiento y la innovación, los de movilidad y logística y los de vivienda y calidad de vida. “Hay una demanda no satisfecha de 470.000 viviendas, que podrían ocupar unas 680.000 personas. Pero el PDU no identifica cómo se pueden distribuir esas viviendas en cada municipio. Y las herramientas que nosotros utilizamos hacen posible esa distribución, y tener en cuenta los servicios de todo tipo que se necesitarán. Hay municipios muy densos, que ya no permiten mucho más, como L’Hospitalet, o Badia, o Cornellà. Otros tienen más posibilidades, como Tordera o Sant Cugat. Lo que veo es que se debería tener una mirada más metropolitana, pero hay una gran diferencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y no se cuenta con metodologías que tengan en cuenta lo metropolitano”.
El diseño urbano es vital para el futuro económico. Así lo considera Ramon Gras, que insiste en las diferencias existentes en el seno de la ciudad de Barcelona. “La mejor morfología de determinadas zonas consigue un efecto multiplicador. Es el caso del Eixample, mejor la parte derecha que la izquierda, o parte de Gràcia, de Les Corts o Sant Gervasi o la Bonanova. En Barcelona el 30% de la ciudad tiene una calidad de vida muy inferior a esas zonas. Y cuando sales de la ciudad, baja mucho la calidad urbanística. La primera y la segunda corona lo sufren. Se debería afrontar esa regeneración urbanística, con intervenciones locales”.
El discurso de las administraciones ofrece cierto optimismo. Gras no esconde que hay industria y servicios, que el área metropolitana atrae talento. Pero, ¿cómo se afronta el futuro? Esa es la cuestión que se valora en proyectos como el de Aretian, que ve el enorme dinamismo que se da en muchas zonas del mundo. “El 27% de las industrias que tenemos tiene una buena salida; que garantizan el 48% de la prosperidad. Pero hay un 50% que tienen un crecimiento marginal, y un 20% con un alto riesgo de ser externalizadas a otros países más baratos, y eso quiere decir que hay entre un 20% y un 25% de puestos de trabajo en riesgo. Por eso es necesario apostar mucho más por la innovación”.
En Barcelona, sin embargo, la presencia de profesionales internacionales, los llamados expats, ha generado cierta preocupación en determinados barrios. ¿De qué hablamos cuando nos referimos a los expats?
Gras quiere diferenciar. “Hay un nivel alto, un grupo marcado por una gran calificación, pero es pequeño. Realmente son muy pocos. Hay un segundo grupo de profesionales que actúan como un ciudadano más, y otro grupo en el que podríamos identificar a ciudadanos más precarios, que buscan oportunidades”.
La visión desde fuera es que los más preparados buscan, primero, otras grandes ciudades. Barcelona, aunque se venda como atractiva, no forma parte, según Gras, de esa primera liga. Y por eso apuesta por revertir la situación con distritos de innovación. “Es lo que puede ofrecer Esplugues, con 110 hectáreas, de las que 25 pertenecen a Barcelona. Se trata de que el talento pueda tener vínculo con un tejido económico fuerte. Y toda esa zona lo puede tener, con universidades como la UPC y la UB, con Esade y el IESE, con otras universidades privadas, con hospitales y clínicas muy cerca. Todo ello puede generar hasta 54.000 puestos de trabajo, y eso supondría una revolución para las oportunidades profesionales y un puente de innovación”.
La duda aparece. Porque esa apuesta la hicieron muchos ayuntamientos en toda España, buscando algo que los hiciera diferentes. ¿Puede haber más continente que contenido? ¿Más espacios que puestos para investigadores? Gras admite “el peligro”, pero señala el objetivo que se persigue, asumiendo la realidad, que no es demasiado bonita. “Hay investigación, hay una realidad que existe: unas 1.500 investigaciones, de las que 600 son de investigación potencialmente aplicada. De ellas, sólo 40 o 50 tienen realmente un impacto económico. Es muy poco. Pensamos que se puede llegar a 250 con verdadero impacto, si existen espacios para ello”.
¿Y el ecosistema de startups? Aquí la cosa se pone peliaguda. Hay 1.900 startups, de las que 1.500 son de Barcelona. El 10% de las que se dedican a los servicios, son innovadoras. Y un 29%-30% de las que se dedican a producto, son innovadoras. Es muy poco. Se debería pasar a un 40%-50% en el caso de las de servicios; y a un 60%-70% respecto a las de producto. Eso crearía trabajos más atractivos, productos más competitivos, y empresas con margen para crecer. El lobby Barcelona Global lo ha señalado, al dejar claro que sólo hay entre un 15%-20% de compañías con volumen. Al resto les cuesta crecer. Las que no hacen algo sofisticado no podrán crecer. Hay que decirlo claro. Hay poca innovación, y casi nada de innovación, y eso me parece grave, en las grandes compañías. Ya no digamos en las medianas, que van ahogadas, y en las más pequeñas, que son micro, y que, si no se especializan, dejarán de existir”.
Existe un debate soterrado, entre urbanistas, economistas y los profesionales ligados al sector del turismo y del inmobiliario. ¿Debe sacrificarse la ciudad de Barcelona como motor económico, siempre que haya un nuevo pacto social que garantice vivienda y transporte en la región metropolitana y más allá del territorio catalán? Gras admite que eso se podría plantear, pero señala con claridad que “no se debe sacrificar nada”. Ahora bien, ¿es sostenible el modelo, en el que el peso del turismo en Barcelona ha alcanzado el 15% de su PIB? Ramon Gras apuesta por otra cosa. “Hemos hecho un estudio, que está a punto de publicarse, y que compara esas grandes áreas metropolitanas. Muchas ciudades han aumentado su población. Lo ha hecho Palma de Mallorca, y Austin, en Texas. En esta ciudad la población se ha doblado, pero los sueldos se han triplicado. En Palma los sueldos han bajado, y es por el modelo económico que hay detrás. Barcelona se parece más al modelo de Palma de Mallorca que al de Austin”.
Entonces, ¿el turismo? El modelo de hoteles, de turismo, con una estacionalidad grande, con trabajos mal pagados, con precariedad no parece el adecuado. Hay un abuso del turismo, con un encarecimiento de los servicios y con una expulsión de ciudadanos, que puede que no tengan una alternativa de vivienda. Eso puede producir una competición entre ciudadanos, con migrantes precarios, sin trabajo, que lleva a conflictos no muy agradables”.
¿Cómo se llega a esa situación? Aquí el consultor busca responsables. “No se han fortalecido algunos sectores de la economía. Hay diversificación, sí, pero hay poca masa crítica, y productos poco sofisticados. En Bremen o en Nueva Jersey no se tiene la imagen de diez o quince empresas dinámicas, jóvenes, potentes. Tampoco se tiene aquí. No las sabemos identificar. Y las que aparecen en la mente de todos, tipo Glovo, no tienen buena prensa. Lo que puede suceder es que haya hostilidad hacia los expats. Y creo que hay una grave responsabilidad por parte de las administraciones en esta situación”.
Aparece, entonces, en la conversación el término decadencia. Sin que se note, con la percepción de que se va bien, la ciudad puede entrar en una fase decadente, porque el mundo va más deprisa, actúa con más dinamismo. Gras levanta la cabeza. Todo depende de la reacción, del esfuerzo que se quiera emitir. Porque hay algunas zonas que dan de sí. “Hay proyectos en Badalona, en Esplugues, en Barcelona, en Sitges, en Ripoll-Sabadell, o en Mataró. Hay un corredor de industria de manufactura muy interesante en Gavà y Viladecans, con zonas agradables, al lado de la playa”.
Nada de sacrificar, por tanto. Pero las ciudades no son para mirarlas. “Viví unos años en Londres, y cuando tomas copas con los compañeros te dicen lo agradable que es Barcelona, pero no para trabajar. Las ciudades están hechas para vivir, deben ser buenas para vivir, pero no debe pasar lo de Nápoles, o Marsella, que son decadentes, o Génova o Venecia, que han perdido fuerza. Y tampoco como París, que tienen unas bolsas de crimen. Las ciudades deben ser vivibles para los propios ciudadanos, para vivir y trabajar”.
Pero, ¿dónde estamos? “En términos comparados hay una lenta, lenta, lenta, decadencia. Porque desde principios de los ochenta, Barcelona ha ido perdiendo riqueza, que corre en paralelo al dinamismo de otros. Los otros se espabilan. En Lisboa los salarios son más altos que en Barcelona, y en Europa del Este no paran de crecer, con gente muy preparada”.
Ramon Gras es optimista, lo que pide es que todos se pongan las pilas y hagan “lo que dicen que harán”. La ampliación del aeropuerto debe abordarse, pero, a su juicio, faltan datos, hay que analizarlo todo mucho mejor. No se trata de ampliar por ampliar. Su consultoría ha analizado diversos aeropuertos, los de Londres y Boston, los de Canadá y Sudáfrica, y todo depende de lo que se desee y de lo que se quiera alcanzar, pero con mucha cabeza. “No se puede ampliar de cualquier manera. Es posible que tenga sentido, pero hay que utilizar metodologías distinas, como se ha hecho en Denver, en San Francisco. No estamos en los años ochenta, hay que dejar atrás formas de desarrollismo. Hay que aprovechar el conocimiento del que se dispone, y conectar a los profesionales. Muchos de los estudios que se han hecho son parciales, desde la demanda o sobre los ingresos. Falta una visión mucho más global”, concluye Gras.