No es habitual que en estas páginas se repita el mismo protagonista por la misma cuestión por la que se le ha puesto en la mira, pero hay casos en los que resulta inevitable. Marc Calabia, consejero delegado de Pronovias, ha iniciado su carrera en la moda nupcial echando a la calle al 25% de los trabajadores de fábrica y oficinas de la que es la firma líder en Catalunya.
El directivo, sometido al fondo de capitales estadounidense Bain Capital, principales acreedores de la empresa, ha dado su visto bueno al despido masivo de 85 personas en los cuarteles generales de El Prat de Llobregat.
Calabia ha sido incapaz de apaciguar las aguas con los representantes sindicales y la plantilla que --como es natural-- teme perder su empleo. Y por eso mismo, tendrá que aguantar el daño reputacional que causará la manifestación que se llevará a cabo en la flagship ubicada en la rambla de Catalunya de este sábado.
Desde que anunció el tijeretazo laboral, Calabia ha sido testigo de cómo los trabajadores han pasado de la incredulidad a, poco a poco, subir la guardia. En aproximadamente un mes, el conflicto ha escalado de pequeñas concentraciones hasta una huelga convocada el próximo 4 de julio.
Y este ERE, ¿servirá de algo?, ese es el centro de la cuestión. Fuentes conocedoras de las negociaciones explican que la compañía ofrece un goteo de información insuficiente para estudiar una alternativa. Las conversaciones terminarán en unas dos semanas. La empresa asegura que "tiene un plan de expansión" --que nunca ha concretado--. Si no se llega a un pacto, quien decidirá será el juez de lo social.