Miquel A. Zaguirre Bruque nació entre harinas. Desde bien pequeño se volcó con lo que primero fue una afición y, siendo adulto, una profesión: la de pastelero. Hijo de reposteros, ha seguido con el oficio familiar hasta hoy en día.
Junto a sus hermanos Alícia y Anna, regentan la pastelería Zaguirre, herencia de sus padres, los fundadores del negocio. Bajo su liderazgo, los dos establecimientos que tienen en Terrassa se han hecho con varios premios, como el de Mejor Turrón de Yema Quemada de 2024.
Pero no es su faceta de pastelero --o no únicamente--la que motiva estas líneas. El también presidente del Gremi de Pastisseria de Barcelona ha encumbrado el sector hasta el millón de roscones de Reyes vendidos de cara al próximo 6 de enero.
Se trata de cifras que igualan las de 2024 en ventas de un dulce tradicional que no pasa de moda en Catalunya. Tan es así que las pastelerías artesanas --que bien conoce Zaguirre-- experimentan problemas para asumir la avalancha de pedidos, según explicó el Gremi en un comunicado.
Pero bendito problema el de enfrentar una demanda tan grande que a los negocios artesanos y familiares les cuesta asumir, sobre todo por las buenas cifras de facturación que representan para comercios, muchas veces pequeños o familiares, que compiten directamente con cadenas y franquicias más enfocadas en la "ingeniería empresarial" para expandirse que por mimar el producto.
Porque el roscón de Reyes es un dulce, por supuesto, pero también es tradición, gastronomía, una familia reunida alrededor de una mesa en fechas señaladas... y una fuente de ingresos para aquellos comercios y negocios que todavía apuestan por hacer las cosas bien.