Saturnino Mercader, miembro de la CGT de Barcelona que participó en la Global Sumud Flotilla, en una entrevista con Metrópoli Barcelona
Saturnino, el conductor de bus de TMB que terminó en una prisión israelí tras viajar con la flotilla a Gaza
Representante del sindicato CGT en la misión humanitaria, Mercader explica cómo fue su periplo por el Mediterráneo desde Barcelona hasta Gaza
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Casi dos meses después de que la Global Sumud Flotilla zarpara desde Barcelona, el último de sus miembros ha dejado ya Israel rumbo a su hogar. Durante algo más de una semana, los voluntarios y activistas que navegaron por el Mediterráneo intentando llevar ayuda y abrir un corredor humanitario, muchos procedentes de la capital catalana, han ido regresando por goteo tras su detención en la prisión de Ktziot (Israel).
Además de aquellos grandes nombres mediáticos, entre los que se encontraban perfiles sociales como la activista Greta Thunberg, políticos como Ada Colau, o actores como Liam Cunningham, fueron también muchas personas de a pie las que embarcaron y pusieron rumbo a la costa de Gaza con el objetivo de llevar agua, comida y medicinas.
Uno de ellos es Saturnino Mercader, 'Merca' para sus más allegados (Barcelona, 1960). Sindicalista de la CGT, residente y trabajador de la capital catalana, pasó toda su vida laboral al volante, conduciendo un transporte de mercancías al principio y, desde los 32 años, un autobús de pasajeros para TMB.
Pero, ¿Qué lleva a un conductor de autobuses a subirse a un pequeño velero, el Adara, y atravesar el Mediterráneo cargado con ayuda humanitaria?
Según explica el mismo Mercader en una entrevista con Metrópoli, "desde muy joven he militado en organizaciones que han luchado por la mejora de la vida social y laboral de las personas. Primero en la CNT, luego en CGT, donde he tenido una labor muy, muy militante".
De tradición militante
Tras su prejubilación tras unos 30 años en la línea 40 de la capital catalana, "se me abren otros espacios para poder seguir militando" y, en concreto, se le plantea "la posibilidad de viajar a Gaza". Ya venía de otro intento anterior, en junio. Entonces, se intentó hacer llegar ayuda por tierra, pero fueron interceptados por el gobierno egipcio.
Saturnino Mercader, miembro de la CGT de Barcelona que participó en la Global Sumud Flotilla, en una entrevista con Metrópoli Barcelona
Su navío, un velero "precioso pero muy pequeño", recuerda, pensado para 12 personas y en el que viajaban 23 activistas, fue el último en salir del puerto de Barcelona.
"Ya en el primer momento detectamos problemas de mantenimiento, por lo que nos tuvimos que quedar más días haciendo reparaciones. Afortunadamente, contábamos con un capitán y tripulación que sabían lo que hacían y pudimos poner rumbo, primero a Menorca y luego a Bizerta (Túnez)". En todas las paradas "tuvimos que hacer reparaciones".
Problemas de mantenimiento
Y es que el Adara, como tantos otros navíos, se compró "con dinero aportado voluntariamente en lotes". "Hablamos pues de naves que en muchos casos eran de tercera, cuarta o quinta mano" y requerían "mucho mantenimiento".
Tras los primeros casos de detonaciones en las cubiertas, episodios que define como "ataques" y que se vivieron con gran preocupación, "decidimos doblar las guardias y que siempre hubiera alguien pendiente al cielo, por si se acercaban drones. También al mar, por si llegaba un ataque submarino".
Embarcaciones de la flotilla en Barcelona
Tras la última parada en Creta, narra, todo "estaba claro". "Habíamos establecido protocolos por si nos interceptaban", algo que ocurrió, en su caso, "a unas 69 millas de la costa de Palestina".
Interceptados
La noche, explica, era tranquila, el mar estaba en calma y comenzó a preparar la cena --se encargaba de tareas de cocina--. De pronto, el radar detecta más de 12 señales que se acercan a gran velocidad. "Sabíamos que venían. Fue una alarma general. Dejamos de hacer la cena y nos situamos en la cubierta".
Tras la aparición de un primer barco que les rodeó, llegaron el resto de embarcaciones. Todas con luces cegadoras, en cada una "unos 10 o 12 soldados armados hasta los dientes".
Los tripulantes del Adara, quietos, manos en alto mientras los abordaban. "Se nos dijo que cualquier acción sería considerada ataque y respondida como tal".
Saturnino Mercader, miembro de la CGT de Barcelona que participó en la Global Sumud Flotilla, en una entrevista con Metrópoli Barcelona
Abordado el velero, los 23 tripulantes fueron repartidos entre tres camarotes. En el suyo, hacinado, tuvieron que caber nueve personas durante 24 horas. En todo ese tiempo, "solo nos permitieron beber agua".
Camino a prisión
Llegados a puerto israelí, el reencuentro con los compañeros de otros navíos. Pudieron disfrutar de un buen rato de ponerse al día, "libres pero custodiados".
Ahí comenzó el que para el activista fue el peor momento de la misión. "Nos esposaron con bridas a la espalda, nos vendaron los ojos y nos transportaron, sin nada de abrigo, en vehículos en los que hacía mucho frío" hasta la prisión de Ktziot.
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Antes, en una explanada, "el ministro de Interior israelí se acercó para llamarnos a todos terroristas". Como respuesta, se llevó gritos de "Free Palestine", sonríe.
Hacinamiento en Ktziot
"En el interior del centro nos trasladaban de celdas a cualquier hora del día y de la noche, siempre cada pocas horas, en celdas que no reunían ningún requisito y tenían solo un retrete. Salas pensadas para ocho personas en las que teníamos que convivir entre 12 y 16, en un anexo de la prisión. No teníamos contacto con otros prisioneros palestinos", narra.
"Allí, el gobierno Israelí nos dio la posibilidad de firmar la deportación voluntaria. En todo momento se habló y entendió que quien quisiera, por su contexto o lo que fuera, la firmara para poder volver antes a casa", prosigue.
Saturnino, junto con otros compañeros y camaradas, fue de los que no firmó, por lo que tardó cerca de una semana más en volver junto a su familia.
Crear conciencia
Echando la vista atrás, "creo que tenemos que estar contentos. A lo mejor sin buscarlo, pero hemos conseguido algo muy bonito, que es que mucha gente que antes veía el problema palestino como algo muy lejano, haya cambiado su percepción".
"Que vean que se está cometiendo un genocidio y que muchísima gente ha dicho que ya está bien y la prueba es la cantidad de gente que es salió a la calle". Casi un mes han tardado en llegar; un mes, considera, ha servido "para que mucha gente tome conciencia".
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Pocos días tras el final de la misión, el gobierno israelí y Hamás arrancaron conversaciones de paz bajo el arbitraje de grandes potencias como Estados Unidos. Las conversaciones avanzan, lo que analiza, "es una etapa más del conflicto". "Llamarlo acuerdo de paz me parece rimbombante", y aboga porque "se pregunte a los propios palestinos cuál quieren que sea su futuro".
Por ello, hace un llamamiento a "seguir las manifestaciones y protestas", como la huelga convocada por los sindicatos este 15 de octubre. "Es el momento de que la clase trabajadora apriete para que esta ventana que se ha abierto (con el acuerdo) se convierta en una gran avenida donde podamos estar todos", sentencia.
Saturnino, ya ha vuelto a casa con su familia, hijos y nietos. Una familia que, se alegra, "se han preocupado, pero no han padecido por mí". "Ya me conocen, saben que me meto en muchos líos y no podía quedarme de brazos cruzados. Tengo un nieto de cinco años y me dolía mucho ver a los niños de Gaza sufrir. No podía quedarme de brazos cruzados", sonríe.