¡Tum-tum-tum! ¡Tum-tum-tum! En la esquina de la calle Berenguer de Palou con Pont del Treball de Barcelona, se pueden oír los latidos acompasados del ser vivo y activo en que se ha convertido la Torre de La Sagrera. Actualmente, nido de decenas de iniciativas, colectivos y entidades de este barrio del distrito de Sant Andreu.
Conocida por diversos nombres a lo largo del tiempo, como Torre de la Marquesa, Torre Ruscà, o Torre del Genovés, adoptó el actual en honor al barrio que la acoge: La Sagrera. Es difícil establecer una fecha exacta, pero se puede afirmar que en 1897 estaba en construcción, y se levantó sobre terrenos adquiridos y parcelados por el industrial y político Joan Arpí Cantí en 1890. Su hija y su yerno, Maria Arpí y Francesc Ruscà Pineda fueron los verdaderos residentes.
Se trata de un pequeño palacete o casa de indianos, una tipología arquitectónica característica de las edificaciones del siglo XIX, y destaca por su estilo neoclásico con abundante ornamentación. Es una edificación a los cuatro vientos con fachadas de proporciones similares y cubierta a dos aguas. La fachada principal está presidida por un monumental frontón que, actualmente, queda semioculto, a la sombra del gigantesco y moderno edificio vecino.
Múltiples vidas
A lo largo de su historia, la Torre ha desempeñado diferentes funciones. Nació como residencia privada de la familia Arpí, pero en 1936, la casa fue expropiada por el Ayuntamiento de Barcelona para convertirla en una escuela pública. La reforma emprendida se llevó por delante uno de los principales elementos singulares del edificio original, una torrecilla de planta cuadrada y cubierta plana, rematada con almenas.
En 1941, pasó a manos del industrial Joaquim Morel, quien la adaptó para su uso en actividades industriales y residenciales asociadas a su empresa de licores. Entre las reformas, el nuevo propietario incorporó los pavimentos hidráulicos de la planta baja, hoy restaurados, y la escalera interior, decorada con elementos artesanales como los casetones del techo, la pintura policroma y los arrimaderos de estuco al fuego.
Los mosaicos de la fachada son fruto de la última rehabilitación, sustituyen los originales y reproducen las mujeres de la Fuente de Santa Anna de Barcelona, en representación del Noucentisme catalán.
Renacer cultural
Con el paso del tiempo, el esplendor de la Torre comenzó a decaer y tuvo que hacer frente incluso a una amenaza de demolición en el marco del Plan Sagrera-Sant Andreu, vinculado a las obras del AVE. Finalmente, en 2017, después de años de reivindicaciones vecinales para salvar el edificio y trabajos de restauración, la Torre de La Sagrera reabrió sus puertas como un centro comunitario y cultural.
Ah, sí, un dato curioso: durante la última rehabilitación se halló un refugio antiaéreo en bastante buen estado de conservación, en el sótano del edificio. No, lo siento, no es visitable… de momento.