La luz de alarma todavía no se ha encendido, pero está a punto de hacerlo. Las dificultades de subsistencia de los comercios tradicionales en la popular Rambla del Poblenou amenazan con hacer perder su histórica esencia a una de las calles más tradicionales de la ciudad.

Varios son los frentes que poco a poco han ido socavando los cimientos que han convertido a la popular rambla en el centro neurálgico del barrio. Cambios legislativos, económicos y comerciales han hecho variar la configuración de la rambla y de algunas de las calles adyacentes, al punto de que cada día que pasa se hace más complicado reconocer su autenticidad.

Los tradicionales comercios, sobre todo aquellos dedicados a la restauración, han logrado sobrevivir hasta ahora a las presiones que les llegan desde diversos sectores, pero algunos de los restauradores con mayor tradición en la rambla no saben hasta cuándo podrán aguantar los negocios abiertos si la situación no mejora.

Además, algunos comerciantes han tenido que vivir situaciones casi kafkianas. Llegan a denunciar que incluso han visto como en alguna inspección sorpresa se les ha abierto un expediente por una presunta infracción... y a 20 metros otro negocio comete la misma presunta infracción y no le pasa nada. La respuesta del inspector, denuncia algún restaurador, es que le han enviado por una denuncia contra un local en concreto, y que contra el local que no ha sido denunciado no puede actuar. Los restauradores no ven con malos ojos las inspecciones, pero creen que la igualdad de trato deberían ser una norma para evitar agravios comparativos.

No falta quien se siente perseguido por el hecho de haber cuestionado algunas de las decisiones adoptadas por las administraciones y de quien prefiere intentar pasar desapercibido para evitar colocarse en el centro de atención. Parasoles o estufas de butano parecen tener bula en algunos establecimientos mientras en otros su presencia conlleva inspecciones y sanciones administrativas, se quejan algunos restauradores de la zona.

Uno de los principales problemas al que se enfrentan los restauradores con más tradición en el barrio es el cambio en la legislación sobre las terrazas. La supervivencia de algunos de estos negocios tradicionales depende en buena parte de la actividad que hacen en la terraza, por lo que cualquier cambio en este aspecto afecta directamente a su funcionamiento. Y las restricciones que se han impuesto al uso de las mismas solo ha servido, de momento, para que se reduzca el número de empleados en los locales que se han visto más afectados.

NUEVOS COMERCIOS

La llegada de nuevos negocios de restauración ha generado una situación hasta ahora desconocida. De los 42 establecimientos de hostelería que había en la Rambla del Poblenou en 2011 se ha pasado a 62 en 2017. Y ello ha traído algunos cambios sustanciales. En primer lugar, se ha tenido que adaptar el espacio disponible a la nueva demanda, aunque los comercios tradicionales lamentan que apenas se haya tenido en cuenta su opinión a la hora de elaborar la nueva normativa.

Las terrazas son un lugar de encuentro en la popular rambla / CR



Consideran, además, que hay comercios, como la histórica horchatería El Tío Ché, fundada en 1912, y otros con muchos años de permanencia en la rambla en los que han luchado para darle vida y para que se convierta en un lugar amable de encuentro de los vecinos, que deberían ser escuchados para que se mantuviera vivo el espíritu que ha hecho de esta rambla una de las calles más reconocibles de la ciudad. Algo que, lamentan, no aportan los nuevos locales de restauración, la mayoría pertenecientes a cadenas cuyo único interés se centra en lo económico, sin apenas preocuparse por el bienestar de los vecinos.

Los comerciantes consideran igualmente que la solución no es fácil. De entrada solo piden buena voluntad a las administraciones.Y que sean conscientes de que la rambla es especial y, por ello, debería tratarse con cierto cariño. De lo contrario, dentro de unos años será irreconocible, y vecinos y comerciantes se lamentarán de ello.

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