Insomnio, cansancio, hartazgo. Los vecinos del conocido como Triángulo Golfo de Barcelona siguen sin poder dormir a causa de las fiestas, el ruido y los botellones. La plataforma SOS Triángulo Golfo ha denunciado a Metrópoli que las medidas aplicadas por el Ayuntamiento hasta la fecha se han mostrado ineficaces.
El pasado 1 de septiembre entró en vigor un decreto por el que se aplicaban restricciones a comercios y negocios hosteleros de esta zona, ubicada en el barrio del Parc i la Llacuna del Poblenou. El objetivo era bajar los decibelios en calles como Pere IV, Pallars o Almogàvers, entre otras. No obstante, y como ya avanzó este medio, el Triángulo Golfo, lejos de controlarse, se ha expandido a vías aledañas, como Sancho de Ávila, a causa de las residencias de estudiantes y hoteles low cost de la zona. Y así, cientos de vecinos llevan años sin poder dormir adecuadamente a causa del ruido que, fin de semana sí y fin de semana también, impide el sueño reparador.
UNA MINA DE ORO
"Entendemos que los jóvenes, como todo ciudadano, necesitan su zona de ocio, pero debe haber un control sobre estos lugares", critican las fuentes consultadas. "Nos estamos jugando la salud e incluso tenemos vecinas que están en tratamiento de quimioterapia y que la falta de descanso les está afectando especialmente", lamentan.
Para la plataforma, existe una clara "falta de interés" en controlar la situación, motivada por el "beneficio económico" que supone la zona para la ciudad. El plan del consistorio implicaba que se mantendrían las restricciones de apertura de nuevos establecimientos musicales, bares y tiendas de venta de alcohol; una restricción horaria y de terrazas a las ya existentes y el cierre de calles para reconducir los grandes grupos de personas. Estas calles están vigiladas por agentes cívicos. "El problema es que ese ruido se reconduce a calles aledañas", señalan. Y, además, el flujo de personas "no deja de aumentar".
Las discotecas Wolf y Razzmatazz son dos de las salas más conocidas de la urbe, por lo que su público es grande. A ello, señalan, hay que sumar que el cierre de discotecas y locales de ocio de los últimos años ha contribuido a concentrar más el ocio nocturno desde la pandemia. ¿El resultado? Más gente en menos espacio. Esto ha alcanzado cotas "insostenibles" en esta parcela que abarca, oficialmente, desde la calle de Almogàvers hasta Pere IV y desde la calle de Zamora hasta la de Àlaba.
"Los lunes y los martes ya hay cachondeo por culpa de los conciertos", señala Paula --nombre ficticio--, vecina del barrio. "Desde las 18:00 horas hay gente de botellón (...) pero es que de miércoles a domingo abren las discotecas, por lo que cada noche se producen gritos, peleas y ruido en general que puede durar hasta las 7:00 horas", clama.
AUMENTO DE LA CRIMINALIDAD
Además, existe en el lugar un notable "aumento de la criminalidad", apuntan las fuentes consultadas, producto de la "escasa presencia policial" que hay en estas cuatro manzanas. "No hay policía. Varios vecinos hemos hablado con agentes, cuya presencia sí se refuerza en las calles de los alrededores, y nos dicen que quieren ayudar, pero que nadie les envía a patrullar allí", afea Paula. "Lo que sí hay cada vez más son grupos de personas que esperan al acecho de que incautos salgan de los bares y locales borrachos para atracarles", observa. Cada cierto tiempo, matiza, se hacen grandes operativos y se ponen muchas multas, pero al poco la policía "vuelve a desaparecer".
Lo que esta zona necesita es un "mayor control de la gente y que los locales se hagan responsables de la clientela aun cuando están fuera del negocio (a las puertas). Con poner a patrullas de la Guardia Urbana paseando por la zona ya se intimida lo suficiente para hacer que mucha de la gente se comporte", reflexiona.
DEMASIADO RUIDO
Tras la aplicación de las medidas contra el ruido, el consistorio celebró recientemente que el plan había contribuido a reducir el ruido entre 1,5 y 4 decibelios (dB), en función de la zona. Por ejemplo, durante octubre, en los sonómetros instalados en el 83 y 115 de la calle de Almogàvers se registraron 4 y 3 dB menos que en 2022, respectivamente. En los instalados en las calles de Pamplona, 84 y en Pere IV, 71, los niveles bajaron en 1,5 y 3 dB. No obstante, las fuentes consultadas aseguran no haber percibido ninguna diferencia sustancial. Nada, por lo menos, que les permita dormir con tranquilidad. No obstante, el consistorio aclara que se trata de unos datos preliminares que "habrá que seguir revisando y analizando" para modificar las medidas tomadas si fuera conveniente.
Pero el tiempo pasa, los vecinos cada día están más desgastados y ponen en duda las promesas que hechas desde las administraciones cada vez que se reúnen con ellos. A su modo de ver, la clave está en el refuerzo de la presencia policial y, el resto, son complementos que, aunque pueden ayudar, no son determinantes. Al no haber tantas patrullas, "nadie está acatando las restricciones al número de terrazas u horarios de cierre". Ahora, poco después de que el gobierno municipal anunciara que se derogaba el plan de Ciutat Vella debido a "defectos que impiden su aplicación legal", temen ser ellos los siguientes.
Y así, continúa para lo que ellos es una "tortura" que desgasta su salud. "Aquí viven ancianos, niños y famil.ias enteras" y destacan que algunos "ya han comenzado a mostrar problemas incluso de audición". "Al final, terminarán por expulsarnos a todos de nuestro barrio", lamentan.