Avenida del Tibidabo, en Barcelona / HUGO FERNÁNDEZ

Avenida del Tibidabo, en Barcelona / HUGO FERNÁNDEZ

Sarrià - Sant Gervasi

Avenida del Tibidabo: un viaje en el tiempo a los pies de la montaña

Acoge grandes torres modernistas e intenta imitar a las avenidas parisinas

27 octubre, 2018 08:11

La avenida del Tibidabo se caracteriza por sus torres modernistas a ambos lados, por ser una amplia avenida ajardinada y por su mítico parque de atracciones. Apenas ha cambiado su apariencia en más de cien años. Se mantiene el diseño ideado por el doctor Andreu en 1897, en que se edificaron a ambos lados diferentes mansiones privadas.

Coge su nombre de la montaña de la sierra de Collserola del mismo nombre, el Tibidabo. Es una gran avenida de más de un kilómetro y medio de largo, con mansiones a lado y lado y bonitos jardines. En estos se pudieron instalar las familias más poderosas y adineradas de la capital catalana, lejos de las calles céntricas del Eixample. La elegante vía acaba en la plaza del Doctor Andreu.

La avenida del Tibidabo, con las vías del mítico Tramvia Blau, que ya no funciona, en su calzada / HUGO FERNÁNDEZ

La avenida del Tibidabo, con las vías del mítico Tramvia Blau, que ya no funciona, en su calzada / HUGO FERNÁNDEZ



TORRES MODERNISTAS

Pasar por la avenida del Tibidabo es viajar en el tiempo, rememorar su época señorial y burguesa. La calle barcelonesa tiene el placer de contar con casas diseñadas por los arquitectos más reconocidos de la época: Josep Puig i Cadafalch, Joan Rubió i Bellver, Enric Sagnier o Adolf Ruiz Casamitjana.

Uno de los espacios destacados es la Casa Roviralta, un edificio modernista de Rubió i Bellver, convertido ahora en restaurante. Conocida también como el Frare Blanc, está situada en el número 31 de la vía.

La avenida del Tibidabo, lugar de grandes residencias burguesas  / HUGO FERNÁNDEZ

La avenida del Tibidabo, lugar de grandes residencias burguesas  / HUGO FERNÁNDEZ



ENRIC GRANADOS

En la avenida del Tibidabo se puede respirar aire puro de la montaña. Intenta imitar las grandes avenidas de París. En ella disfrutaba el compositor y pianista Enric Granados de un auditorio en el número 18 de la calle, en el que interpretaba sus obras ante los representantes más destacados de la burguesía catalana del momento.

La construcción, en la que el músico creó algunas de sus obras, se convirtió más adelante en la sede de La Voz de España, uno de los primeros y más importantes estudios de doblaje del Estado.