Vivir en la calle Valldonzella de Barcelona significa convivir a diario con la droga. Del que la consume y del que la vende. Desde septiembre, un grupo de narcotraficantes atemoriza a los vecinos, especialmente a aquellos que osan protestar contra sus ocupaciones y actividades ilegales. El continuo trajín de drogadictos incrementa la percepción de inseguridad entre vecinos y los comerciantes. 

La calle Valldonzella empieza en la ronda Sant Antoni. A ojos del visitante es una de las puertas del Raval, que conduce a su entramado de calles y callejuelas, siempre concurridas. A unos pasos del turístico Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), los drogadictos acuden a diario al número 47 a consumir su dosis diaria, ya sea de heroína, crack, cocaína o al shabú, una droga que venden traficantes filipinos. 

OCUPACIONES 'SOCIALES'

En las calles que rodean el centro artístico hay, al menos, tres narcopisos, según los empresarios de la zona. La mafia dominicana ocupó a finales de verano el número 47 de Valldonzella y la droga empezó a circular. Hartos, vecinos y comerciantes hicieron una denuncia colectiva. Ahora, aconsejados por los Mossos d'Esquadra preparan un escrito que presentaran a la policía donde narran todos los conflictos con los narcos.

Carlos (nombre ficticio) resume el modus operandi de estos grupos y el perverso círculo vicioso de estas ocupaciones: "Se meten en el piso, alguien lo denuncia, y viene la policía. Cuando acuden los mossos, se encuentran con una pareja y un bebé puestos por la mafia y consideran que es una ocupación social. Entonces, el piso vuelve a operar como un narcopiso".

VERSIONES ENFRENTADAS

La versiones de los Mossos d'Esquadra y los vecinos y comerciantes sobre la presencia actual de narcopisos en el Raval están muy alejadas. Fuentes de la policía autonómica señalan que gracias a marcooperativos policiales como la operación Bacar en junio de 2019, y Suricat en 2018 después, han logrado "desmantelar todos los pisos" donde, además de venderse droga también se consumía. El resto de puntos, son eso, puntos de distribución, aseguran desde mossos. La estrategia de la policía consiste ahora en "saturar", es decir, presionar con agentes de seguridad ciudadana los lugares y entornos donde hay venta de droga para dar con vendedores y consumidores.

Operación 'Suricat' contra los narcopisos del Raval, el pasado juno de 2019 / EFE



"Los narcopisos no se han descabezado. Aquí están muy activos. Para nada se han ido. Quien lo diga, o está mareando la perdiz o no vive aquí", señala Carlos, que pide anonimato. "Nosotros hemos hablado con agentes y nos dicen todo lo contrario. Que han vuelto y con más fuerza", insiste este hombre, comerciante de la zona.

DROGA EN MOCHILAS Y MALETAS

El vecino relata que grupos de entre 5 y 15 personas suben y bajan del piso con mochilas y maletas para trasladar la droga. También la mueven, señala, escondida en las mochilas de la empresa de reparto Deliveroo. Fuentes de esta compañía aseguran que no han recibido ninguna información policial respecto a este punto. 

Visten con ropa cara, aparentando en ocasiones ser turistas. En los últimos meses, Carlos ha conseguido convencer a varios inquilinos de origen paquistaní, reacios a decir nada por miedo, para que se incorporaran a la denuncia.

Lidia Matos, dueña de un comercio en la calle Joaquín Costa, también rechaza la versión oficial de los mossos. "Hay locales donde se vende, consume e incluso se ejerce la prostitución", asegura desde su coqueta tienda de muebles, que en 2019 ha sufrido dos atracos. Para Matos, los grandes operativos policiales solo consiguen desplazar durante un tiempo la venta de la droga a otro lugar. Tras el último macrooperaativo de junio, dice, algunos traficantes ocuparon los pisos por la noche del mismo día.

UN PISO EN RESERVA

En el 47 de Valldonzella, los vecinos ven desde sus balcones como los drogadictos consumen heroína tirados en varios colchones del suelo. En el número 58, viven de momento dos chicas. Los vecinos creen que también está ocupado. Se trata, dice Carlos, de un piso en reserva, en caso que la policía desmantele el narcopiso situado a pocos metros de distancia.

Operación contra el narcotráfico en octubre de 2018 en el Raval de Barcelona / EFE



Los comercios de la calle Nou Ponent y Joaquín Costa acusan a la Generalitat y el Ayuntamiento de abandonar a los comercios y tratarles con "desidia". "No tenemos ninguna respuesta que le de seguimiento a este fenómeno", se queja. Las administraciones desarrollaron en agosto un plan para detectar casos de individuos que consumen en la calle y con problemas mentales mediante educadores y trabajadores sociales. Tampoco se ha puesto en marcha.

Es fácil detectar consumidores que vienen y van de los narcopisos. El estanco donde trabaja Álex sufre sus continuos intentos de robo. Algunos intentan comprar con tarjetas de crédito robadas. "Estamos hartos de venir a trabajar con miedo", resume su compañero desde el otro lado del mostrador.

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