El Real Madrid sigue dependiendo de sí mismo para ganar la Liga, pero una vez más comprobó que no es bueno enrabietar a Leo Messi. Hacía tres años que el astro argentino no le marcaba un gol al eterno rival y resurgió en un partido a vida o muerte para el Barça. El equipo de Luis Enrique estuvo contra las cuerdas tras el gol de James, pero una contra perfectamente conducida por Sergi Roberto y culminada por Messi silenció el Bernabéu y pone presión a un Madrid (2-3) que soñaba con sentenciar un título que no gana desde 2012.

El Barça tiró de orgullo en Madrid. Reaccionó bien cuando el equipo de Zidane golpeó primero, pero no supo cerrar el partido tras el gol de Rakitic y la expulsión de Sergio Ramos. El grupo azulgrana no es tan solvente ni fiable esta temporada, pero Messi acudió al rescate con una actuación sublime. El 10 marcó dos goles impresionantes y destapó toda su magia en un Bernabéu que revivió sus peores pesadillas.

Sin Neymar, sancionado, y con Luis Suárez más fajador que acertado, Messi agitó a un Barça con urgencias que rescató algunas señas de identidad pero evidenció sus problemas defensivos. Al Madrid le faltó convicción y le sobró agresividad. Sergio Ramos acabó expulsado tras una durísima entrada a Leo, pero el árbitro fue muy generoso antes con Casemiro. En un clásico trepidante y con los dos porteros muy acertados, no faltó la polémica.

LA RENOVACIÓN

El Barça, capaz de lo mejor y lo peor durante toda la temporada, se redimió después de su eliminación en Europa. El Madrid todavía lo tiene todo a su favor en la Liga y sueña con ser el primer equipo que encadena dos títulos en la Champions, pero ya se sabe que el desenlace de los clásicos son la mejor terapia para los ganadores y pasan factura a los perdedores. Con Messi, el Barça tiene licencia para acosar e intimidar al eterno rival hasta el último suspiro.

El triunfo del Barça ante el Madrid en el minuto 92 desmontó algunos tópicos. Luis Enrique recuperó la sonrisa y el presidente Bartomeu gana tiempo. Una derrota en el Bernabéu hubiera tenido efectos muy dañinos para la cúpula del club, que sigue sin cerrar la renovación de Messi, el auténtico jefe del Camp Nou y del fútbol mundial.

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