Tras la muerte de Bernardo, la Barceloneta se ha quedado huérfana de banda sonora propia. Ahora, el distintivo sonido de su playa es esa retahíla continúa de “Mojitos, sangrías” o, en su versión extendida, “Hola chicas, ¿mojito?, ¿sangría?”. La venta ambulante de bebidas en la arena se ha vuelto un clásico del verano. Solo el año pasado, el Grupo de Playas de la policía local confiscó más de 200.000. Sin embargo, aunque los mojitos arrasen especialmente entre los foráneos, un estudio de laboratorio a instancias de El País asegura que esta bebida vendida a pie de playa contiene bacterias fecales.

Según el rotativo, el centro MicoBac ha analizado un total de cuatro muestras de productos que se ofrecen de forma ilegal en las playas de Barcelona, y tres de ellos ha dado ese mismo resultado. Es decir, contienen restos de Escherichia coli (E.Coli) una bacteria procedente del intestino de humanos o animales. Las cantidades detectadas han sido mucho más elevadas de las permitidas para consumo humano, lo que puede provocar infecciones alimentarias.

LA SANGRÍA PASA LA PRUEBA 

Además de los mojitos, este análisis también se ha aplicado a los bocadillos de fiambre y queso y empanadillas samosa que también se ofertan en las arenas barcelonsesas. La conclusión es que estos productos vendidos de forma ilegal presentaban temperaturas mucho más elevadas de lo recomendado para su consumo en frío y con valores de 6.000 coliformes en el caso de los bocadillos, una cifra que debería ser inferior a los 1.000.

El cuarto y último producto analizado en este estudio encargado por El País ha sido la sangría, otro de los productos recurrentes en las costas de Barcelona. Este ha sido el único producto que pasaría la prueba, ya que sus resultados se adecuan a las cantidades estándares.

LOS VENDEDORES LO DESMIENTEN

Al ser preguntado por esta noticia, Daniel Catalin, que vende mojitos a pie de playa desde hace 10 años, asegura que este tipo de informaciones aparecen en la prensa de forma recurrente para desalentar a los bañistas a comprar sus productos. Aunque afirma que no puede hablar por todos los vendedores, asegura que sus mojitos están en perfectas condiciones.

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Uno de los vendedores prueba uno de sus mojitos / A.V.D

De hecho, se ofrece a beberse uno e incluso a prepararlo frente a cualquiera que tenga dudas. Lleva los mismos ingredientes que un mojito convencional, explica, y los hace cada mañana junto a tres familiares más que también venden en la playa. El precio oscila según el comprador y suele rondar los tres euros. “Aunque también hago ofertas si se llevan más de uno”, añade.

“Alguna vez algún turista me ha dicho que la sangría que venden en la Rambla es mucho peor que esta”, bromea Catalin, que se pregunta por la calidad de los mismos productos que vende en los chiringuitos. "Yo hago esto para ganarme la vida y por eso mismo lo hago bien, nunca he tenido ningún problema", afirma Catalin.  

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