Un niño que se siente niña tropieza con los cordones. Su madre ve la situación y cree que la solución es cambiar las zapatillas por mocasines. “Siempre tapando agujeros”, cuenta en el primer solo el artista mayor sobre una experiencia de infancia. “En mí hay una realidad incuestionable”, añade. Así comienza La fragilidad de los verbos transitivos, la pieza de danza teatro sobre transexualidad y género que ha presentado este jueves en el SAT! la Cía Roberto G. Alonso.
Inspirado por las declaraciones de distintos testigos, Roberto G. Alonso ha articulado esta pieza rompedora que se aleja de los prejuicios y los estigmas en coproducción con el Grec Festival de Barcelona. “No hemos querido hacer un espectáculo documento ni una denuncia reivindicativa y social, sino hablar desde los sentimientos”, afirma el coreógrafo.
El escenario está dividido por una cortina que separa la parte íntima de la parte expuesta. A través de varios cambios de vestuario y alternando escenas de danza –solos, pasos a dos y coreografía grupal– con la música en directo de un violonchelo, los artistas, de todas las edades, interpretan distintos episodios de su vida cotidiana como ir a la playa o al colegio.
Otro ejemplo, una escena en la consulta de una psicóloga: “¿Por qué han venido?”, pregunta ella a los padres. El violonchelista marca un silencio golpeando con el arco: tac, tac. “Mucho más largo, el silencio”, dice el niño que finge estar en la consulta. “Tac, tac, tac, tac”. Se siente la irritación.
La Cía. Roberto G. Alonso, con más de 20 años de trayectoria, es un referente de la danza en Catalunya y en España por su particular lenguaje y la fusión entre danza y narrativa teatral con una puesta de escena llena de dinamismo. Anita Àstrid, Oriol Genís, César López, Hugo Real, Junyi Sun y Roberto G. Alonso interpretan la pieza que han presnetado en el SAT! este jueves.
El público conmocionado estalla en aplausos después de un intenso solo de Junyi Sun contando su experiencia en el cambio de género. “Vosotros no lo entendéis porque no os miran mal por la calle ni os piden dinero para chupársela”, cuenta afligida. La transgresora pieza incomoda al público con la verdad. Existe el progreso: ahora ya hay niños transexuales en las aulas, explica uno de los artistas, “pero ¿y profesores?”, denuncia. Silencio. No hay.
“En el colegio quieren que todo siga igual porque esto les tranquiliza”, se queja otro de los artistas. Los niños de su clase no quieren aceptar que él no es niño, es niña. Es complicado. Dos de ellos, desnudos, escondiendo su pene entre los muslos, se acarician el cuerpo bailando sensualmente y caminando hacia el público.
La pieza prosigue hasta chocar con una reflexión devastadora: “Soy una mujer humillada por la condena de ser hombre”. Y el final lo marca el verbo transitivo: ser, que en la pieza es pisar. Pisar con fuerza y determinación la tierra. Con tacones y sin miedo.