Olivier Dubois es en la danza lo que Michel Houellebecq es en la literatura: transgresor y polémico. El coreógrafo francés traía a España hace unos años su pieza Tragedie, en la que 18 bailarines aparecían desnudos, y ahora ha regresado al Mercat de les Flors con el estreno de Auguri, una pieza en la que 22 bailarines corren para encontrar la felicidad. Corren, literalmente, por el escenario, a toda velocidad y a grandes zancadas, durante 60 minutos.

En esta pieza del Ballet du Nord hay dos cosas evidentes: que para ensayar han necesitado un espacio de amplias dimensiones y que han corrido durante horas y horas para adquirir la resistencia que demuestran sobre el escenario.

Los bailarines entran y salen del escenario como si fueran cucarachas: rápido e inesperadamente. Con cuatro cajas gigantes como decorado de por medio, se mueven de forma individual al principio hasta realizar cortos portés, choques esporádicos y contact grupal al final.

'Auguri' es la última pieza de Olivier Dubois / Anja Beutler



El coreógrafo Olivier Dubois, considerado en 2011 como uno de los 25 mejores bailarines del mundo, se lleva el mérito de coreografiar una pieza donde no se baila, sino que se corre. Porque en la pieza no hay margen para la improvisación, está todo cuadriculado. Lejos de la monotonía, el espectador sigue con la mirada el recorrido de cada uno de los bailarines, con su particular forma de moverse.

Para Olivier Dubois, la pieza que se podrá ver hasta el día 25 en el Mercat de les Flors, trata sobre la búsqueda de felicidad. Auguri, que significa celebración en italiano, también evoca los augurios que los antiguos hacían a partir del vuelo de los pájaros. "Observar las trayectorias de los pájaros me permite averiguar un poco el destino de la humanidad", dijo el enfant terrible de la danza contemporánea, a quien no le importan en absoluto las críticas.

Hay cambios en la intensidad y en el ritmo, así como giros bruscos en la dirección de los bailarines. Da la sensación de que el escenario está siempre lleno gracias a la armonía en los colores, luces y vestuario azulado. La velocidad de los bailarines heterogéneos contrasta con la pesada y repetitiva banda sonora de música electrónica compuesta por François Caffene.

El final de la pieza es apoteósico. En la oscuridad, los bailarines suben sobre las cajas y, bajo las luces tenues azules, se van descolgando de forma orgánica, como si fueran líquido, creando un efecto mágico. Los 22 bailarines con Olivier Dubois saludan sudados y resoplando después de la pieza. Y el público aplaude. Seguro que a más de uno con este espectáculo le entrarán ganas de salir a correr. O de salir corriendo.

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