“A la gente le encanta ver tragedias ajenas”. Con esta declaración rotunda y destructiva el público se agarra fuerte al asiento de la sala Àtic 22 del teatro Tantarantana. El espectáculo está a punto de empezar... si es que no ha empezado ya. Dramaburg, obra teatral escrita por Carlos Perelló y dirigida por Guillem Gefaell, reflexiona justamente sobre esto: el espectáculo. Y sobre nosotros: la civilización, los espectadores.

Un periodista –con pocos lectores pero fieles– se planta frente a los editores de un periódico y les propone temas sobre los que escribir. “¿Qué tienen en común todas las canciones?”, pregunta de forma retórica. “¡El aliento! Está grabado y... ¡es música!”, se responde a sí mismo con efusividad. Después de mencionar varios temas sin éxito, los editores deciden: entrevistará a una actriz holandesa que visita la ciudad. Y le tendrá que hacer preguntas cachondas para enganchar al público. Así empieza el mundo del espectáculo: con el morbo.

La obra va transcurriendo con momentos eróticos que pueden provocar una sensación incómoda en el espectador. Lametones, tocamientos. El periodista se encuentra perdido ante la lujuria que hay detrás del show de la televisión. E intenta no sucumbir a los placeres... aunque resulta imposible. En ese punto de inflexión, se replantea su identidad. ¿Somos un producto? ¿Qué queda de nosotros mismos? ¿Estamos siempre “en directo”?

Una sensación agridulce va calando hondo en el espectador que no acaba de entender qué pasa exactamente. Es como si asistiera a la destrucción del mundo inmóvil desde un escaparate sin fin. “¿Alguien está entendiendo algo?”, pregunta el periodista. “Yo, nada”, se responde el mismo. El público ríe. El espectáculo está en todas partes. En la televisión y en las redes sociales. Y también ahí, en ese ático. En Dramaburg.

La pieza que interpretan Laia Alberch, Rafa Delacroix, Georgina Latre y Xavier Torra tiene momentos de desquicio. Como la risa histriónica –y abominable– que se clava en el cerebro del espectador. Una... –ja, ja, ja– ...y otra vez. O los toques repetitivos de una de las que trabaja en la desinfección del local.

Una escena de la obra 'Dramaburg' que acoge el teatro Tantarantana



Los actores interactúan con el público que en ocasiones se siente partícipe. Por ejemplo cuando se dirige a un espectador. De los de verdad. “¿Quieres hacerme un hijo?”, pregunta. Él asiente con la cabeza. “Sí”, responde. La pieza culmina con otras escenas sensuales que, ante todo, no dejan indiferente a nadie.

Dramaburg, que recibió el 3r premio en la segunda edición del Cicle DespertaLab organizado por la Nau Ivanow y la Sala Atrium, estará en cartelera hasta el 25 de febrero. Se trata de un espectáculo en el que Mickey Mouse también tiene cabida. “La frustración vuelve a las personas peligrosas”, dicen hacia el final de obra. ¿Te sientes aludido? Ahí queda eso.

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