Del ascensor bajan dos jóvenes extranjeras hablando en inglés fluido, con café en mano y sonrisa en boca. Se dirigen a una de esas tantas startups que han elegido el 22@ del Poblenou para expandir sus negocios. Del asentamiento ubicado en un solar vacío sale un hombre mayor en chándal con un carro lleno de chatarra. Se cruza con las jóvenes, pero no se miran. El contraste es brutal e ineludible. Los rascacielos modernos que trepan hacia el cielo chocan con las chabolas construidas con lonas de cualquier modo y con cualquier material.

El chabolismo es –desde hace un tiempo– la postal más incómoda de Barcelona: una imagen cruda y dolorosa. En el asentamiento mencionado, ubicado en la calle Pamplona con Sancho de Ávila, viven unas 20 personas: la mayoría son hombres de origen marroquí y algunos menores de edad. “Los jóvenes emigran con una idea de lo que será Europa y luego se encuentran con otra realidad”, explica Rashid a Metrópoli Abierta.

"SE ESTÁ DESCONTROLANDO"

Rashid vino de Rabat a Barcelona hace 23 años. Tras mucho tiempo viviendo en chabolas y picando piedra para integrarse, ahora ha logrado salir de ahí. No obstante, todos los días visita a sus colegas –antiguos compañeros– para tomar una cerveza juntos y darles consejos. “Empiezan a salir de fiesta, a esnifar cola y se olvidan de estudiar”, dice sobre menores extranjeros no acompañados (mena) que conoce. “Se está descontrolando esto”, añade mientras suelta el humo de un cigarrillo.

Entrada al asentamiento de Poblenou en el que viven marroquíes / P.B.



Ninguno de ellos imaginaba encontrarse en un lugar de estas características antes de venir. Las ratas campan a sus anchas entre los habitáculos llenos de trastos y se ven obligados a hacer sus necesidades –y a asearse– en la calle. “No venimos de nuestros países para rebuscar en las basuras”, comenta otro de ellos a este medio, avergonzándose del carro y de sus manos sucias que muestra de pasada con cierto reparo. Trabajan de lo que pueden. Por ejemplo, como repartidores de Glovo, paradigma de empresa cool por antonomasia.

PELEAS, BOTELLONES Y JERINGUILLAS EN EL PARQUE

Los vecinos, por su parte, tampoco imaginaban una situación de esta magnitud cuando desembolsaron el pastizal que valen esos pisos de lujo detrás de Glòries. “Por la noche nos despiertan los gritos de las peleas o los jóvenes que hacen botellón en el parque”, relata Julio, uno de ellos, en conversación con Metrópoli Abierta. “Personas sintecho duermen en el porche y ya nos hemos encontrado más de una vez jeringuillas entre las plantas”, detalla sobre su día a día.

El Ayuntamiento de Barcelona es consciente de ello. En abril desalojó el asentamiento ubicado en la calle Bilbao después de que el propietario ganara una sentencia. Tampoco está ya el de la calle Pallars ni el campamento de barracas de la plaza de Les Glòries. Pero las cifras son todavía alarmantes: según los últimos datos facilitados por el consistorio a principios de año, un total de 481 personas viven en asentamientos irregulares de Barcelona gran parte de ellas concentradas en el distrito de Sant Martí, sobre todo en el Poblenou.

Imagen de un asentamiento en el que viven bebés / P.B.



A pocos metros de este asentamiento hay otras chabolas. En este caso, ubicadas en terrenos de titularidad pública. Una de ellas, situada en una especie de parking. Dentro hay una familia aparentemente extranjera con un bebé de pocos meses. “Hemos notado cambios en los últimos meses. Antes habitaban personas necesitadas, ahora son mucho más conflictivas”, describe el vecino consultado.

Las chabolas reconstruidas después del incendio / P.B.



Y más. Al lado de las vías del tren, en un recoveco, se encuentra otra barraca y, justo detrás de la parada de autobús, hay otra reconstruida después de incendiarse hace un mes. Consultado sobre su grado de implicación, el Ayuntamiento de Barcelona no ha respondido en tiempo y forma a los requerimientos informativos de este medio.

Una chabola improvisada al lado de las vías del tren / P.B.



Según un vecino de la zona que ayuda a personas vulnerables, Quim Estivill, hay tres tipos de asentamientos: “Los que viven en barracas, los que lo hacen en una nave industrial, y los que viven en un piso, de ocupas o no, que suele ser un cutrepiso, muchas veces sin agua ni luz. Pero todos son asentamientos, puesto que no reúnen las mínimas condiciones de habitabilidad”.

COLECTIVOS QUE AYUDAN POR SU CUENTA

Tal como han podido comprobar plataformas que trabajan en la zona, los colectivos más habituales en estas circunstancias son los galaico-portugueses, los rumanos y los subsaharianos. Desde Amics del Moviment Quart Món ayudan a la comunidad galaico-portuguesa, mientras que otras organizaciones, como la Xarxa de Suport als Assentaments del Poblenou, ofrecen asistencia alimentaria, sobre todo a colectivos de rumanos y subsaharianos.

Ajenos a esta situación, estudiantes y turistas en busca de playa pagan 100 euros por noche en el TSH Campus Marina, ubicado en el meollo fiestero. Visitan las cafeterías hipsters de la zona y sacan fotos de su estancia. Rashid se despide con un apretón de manos de sus compañeros que van a vender la chatarra a una nave industrial que ya conocen. El contraste entre unos y otros es brutal e ineludible. Una vez más se cruzan, pero no se miran. Dos realidades paralelas conviven sin saberlo.

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