La oferta de restauración barcelonesa es, con toda probabilidad, una de las más plurales de España. Prácticamente todos los tipos de cocina tienen cabida en una ciudad que todavía conserva algunos de sus clásicos. Buen ejemplo de ello es El Velódromo, un clásico del distrito del Eixample inaugurado originalmente en 1933, un lugar en el que el paso de las décadas parece una cuestión completamente ajena gracias a la conservación de su esencia.
Albert Cano, director de hostelería del grupo Moritz, asegura que el “lanzamiento de la marca" en este "lugar histórico de Barcelona" tenía que "soportarse en los valores de tradición y modernidad", así como que el dueño del local tenía el objetivo de que, quien adquiriera el local, continuara "con un restaurante, porque el establecimiento ya era de su padre en 1920".
ESPACIO ABIERTO
La voluntad de Moritz fue la de hacer del Velódromo "un espacio abierto desde primera hasta última hora, los 365 días del año", con el objetivo de que "fuera un punto de encuentro para todo el mundo". Por ello, Cano explica que en el restaurante se han organizado encuentros gastronómicos y literarios, así como otras actividades entre las que se encuentran "entrevistas y presentaciones".
Precisamente su carácter abierto y su flexibilidad horaria facilita que "haya clientela de todo tipo". Su director de hostelería defiende, como otro de los aspectos positivos del local, el trato personalizado que ofrece El Velódromo, donde conocen "al cliente por su nombre, apellido, gustos, preferencias...". En la misma línea, el amplio horario de cocina, gracias al cual es posible "cenar unos huevos estrellados, una hamburguesa o un plato muy cocinado a las 11 de la noche", permite que sus clientes sean vecinos del barrio, trabajadores de oficinas cercanas, aficionados que vuelven de ver un partido en el Camp Nou o jóvenes que empalman con la primera copa antes de ir a un local de ocio nocturno.
GASTRONOMÍA
Entre las excepcionalidades con las que cuenta El Velódromo también se encuentra su chef, Jordi Vilà. Considerado uno de los mejores maestros de la cocina catalana, y con una estrella Michelín como aval, explica que para este histórico local del Eixample siempre ha procurado "buscar una cocina catalano-francesa provenzal", evitando en todo momento llegar a Italia. Vilà defiende esta apuesta por los orígenes de los dueños originales del local, "una familia cervecera de origen alsaciano-francés".
El chef explica que el "concepto 365 días/24 horas" implica tener que cubrir "diferentes momentos del día donde hay que hacer una oferta gastronómica". Respecto al desayuno, Vilà defiende el esfuerzo del restaurante en ofrecer "desayunos de cuchara", un modelo que se combina con zumos o yogures debido a la demanda actual.
En la franja de mediodía, El Velódormo huye de la clásica oferta de un menú del día. El chef asegura que se declinó esta opción porque creían que esto les "vulgarizaba", más aún teniendo en cuenta la diversa oferta del establecimiento. Por ello, platos como la escalivada o el calamar relleno "funcionan realmente bien". La noche está marcada por el "tapeo", una afirmación respaldada por las más de 176.000 raciones de patatas bravas vendidas, o las más de 322.000 peticiones de croquetas por parte de sus clientes.
Vilà cuenta, además, con otros locales de carácter gastronómico en la capital catalana. Alkimia, donde trabaja para "modernizar la cocina catalana a través del recetario tradicional"; Vivanda, un restaurante de "cocina mediterránea tirando hacia la vertiente italiana"; y Al Kostat, de "cocina catalana casual". Todos estos proyectos han llevado al chef a consolidarse como un gran referente gastronómico en el país.
CERVECERO POR DEFINICIÓN
La adquisición del Velódromo por parte de Moritz convierte al local, por definición, en un emplazamiento cervecero. Toda la gama de la marca está incluida en la carta, englobando también las cervezas frescas que se fabrican en Barcelona. La histórica fábrica de Sant Antoni, recuperada en 2011, es su lugar de elaboración.
Pese a que toda la estructura de la marca se encuentra en la capital catalana, la fabricación de sus cervezas industriales se realiza en Zaragoza. Al formar parte del grupo Ágora, en el que comparten espacio con Ambar, esta decisión facilita "optimizar recursos al máximo" y disponer de una "mayor capacidad de producción".
RETOS DE FUTURO
Pese a que su director de hostelería asegura que les cuesta ser "autocríticos con El Velódromo" tras cumplirse 10 años de su reapertura, el local cuenta con nuevos retos para 2020. Trabajar más en el ámbito de local nocturno, racionalizar la oferta de la carta y abrir al público unas salas de las que dispone el establecimiento en favor de la organización de eventos, son las principales metas de este histórico punto de encuentro.