La mayoría de los barrios de Barcelona concentran curiosas historias tras de sí. Algunas más conocidas que otras, pero todas forman parte de la historia viva de la ciudad.
Si hay un barrio que ha experimentado un crecimiento sin precedentes ha sido, sin duda, el de Sant Antoni. Su oferta a nivel de restauración y ocio y las diferentes propuestas culturales que acogen sus calles le han convertido en una parte imprescindible de la personalidad de la capital catalana.
LA MURALLA MEDIEVAL
Los expertos datan el nacimiento de este conocido barrio en el siglo XV. Fue entonces cuando se creó un pequeño núcleo urbano que se asentaba a lomos de la muralla medieval de Barcelona. Muy próximo al convento de Sant Antoni, motivo por el que terminó heredando su nombre.
Fue precisamente en el año 1882 cuando se creó uno de los ejes comerciales de este núcleo urbano, y que actualmente se continúa posicionado como el punto de encuentro entre los vecinos de la zona, además de haberse convertido en un interesante atractivo turístico. Cada vez más presentes en las guías de la ciudad de Barcelona.
EL MERCADO, SU EJE PRINCIPAL
Antoni Rivera, un famoso arquitecto de la época, fue el encargado del diseño y la construcción del mercado. Inicialmente, estaba pensado para la venta de productos gastronómicos de proximidad, sirviendo como el lugar al que acudían todos los vecinos a realizar sus compras diarias.
Sin embargo, con el paso del tiempo ha ido adaptándose a las necesidades de sus vecinos. Actualmente, además de ser un mercado gastronómico, también acoge una vez a la semana una feria de intercambio de libros y material de coleccionismo, como relojes o sellos. Para la celebración de su 125 aniversario fue el escenario de los conciertos de diferentes artistas y grupos musicales.
LA HISTORIA DE SUS CALLES
Si bien es cierto que el mercado es el centro neurálgico del barrio, no hay duda de que hay calles que no se quedan atrás.
Parlament, por ejemplo, se ha consolidado como una de las calles más transitadas de Barcelona. Especialmente gracias a la cantidad de comercios modernos que atesora. Todos ellos respetando la esencia del característico barrio barcelonés. La avenida Mistral o calle Viladomat también conforman dos de sus señas de identidad.