Xavier Tarragón duerme peor que nunca. Atiende a pacientes de coronavirus en el Hospital del Mar. Trabaja un día y descansa el siguiente. Cuando termina las 12 horas de su jornada como auxiliar de enfermería, se enfunda el traje de sindicalista. Apenas descansa. Su labor como presidente del comité de empresa del Consorci Mar Parc Salut no se detiene. Reuniones con sindicatos, la empresa, llamadas y mensajes llenan sus días festivos. "La carga es brutal", suspira. El dolor de cabeza resume la enorme presión que él y miles de enfermeros de Barcelona soportan estas semanas insólitas, excepcionales.
"Estamos agotados, entregados a nuestro trabajo, pero emocionalmente muy agotados", confiesa el sanitario. Las escasas pruebas al personal médico provocan que el miedo diario al contagio se acentúe por la incertidumbre que supone no saber si el virus ha traspasado las protecciones. La marca en la piel del equipo protector es constante. También la sensación de ahogo de los EPIS, los equipos de protección individual. A pesar de la progresiva llegada de mascarillas, no hay material suficiente. Existen directrices para que los trabajadores aguanten 12 horas sin cambiarse los equipos y, así, ahorrar equipos.
ANSIEDAD Y DEPRESIÓN
En el Hospital Sant Pau, veteranos enfermeros se derrumban al llegar a casa. Lo cuenta Luis San Martin, presidente del comité de empresa y secretario estatal de CGT de Sanidad. "Nos intentan vender que somos la primera línea de héroes y somos carne de cañón. Veremos quién se acuerda después de todo esto", lanza este técnico en radioterapia. Nerea, auxiliar de enfermería del mismo hospital, cuenta que se están empezando a ver las primeras consecuencias tras más de un mes durísimo. "Habrá ansiedad, depresión", avisa. "Hay gente que ha perdido familiares y sigue trabajando. Padres que temen abrazar a sus hijos recién nacidos", describe.
Metrópoli Abierta ha contactado con cuatro sanitarios que atienden a pacientes de Covid-19 desde el inicio de la crisis. Todos constatan una bajada de la presión asistencial y del volumen de pacientes. Lo peor ha pasado, pero el estrés y la tensión del día a día persiste y se acumula. "Ahora tenemos un chute de adrenalina, estamos entregados a la causa", observa Tarragón. Dice que tras el bajón emocional, el "estrés postraumático" llegará probablemente luego. La enfermera Sol y sus compañeras están deseando tomarse unos días libres para desconectar. "Las consecuencias las veremos más a largo plazo", apunta.
DESBORDE
Hace unas semanas, el hospital privado donde trabaja Sol se vio desbordado. "Nos agarró de sopetón. Intentamos tomar medidas, previniendo lo que iba a suceder, pero hubo momentos de mucho descontrol. No se esperaba semejante avalancha", describe. Los tiempos de espera en los servicios de urgencia oscilaban entre las tres y cinco horas llegando, incluso, a las ocho horas. Habitaciones individuales se convirtieron en dobles. "No podíamos absorber a los pacientes", recuerda esta enfermera del servicio de urgencias. Quince quirófanos fueron convertidos en UCIS.
El Sant Pau transformó salas de urgencias en UCIS y salas de espera en urgencias. La cifra de pacientes críticos dio un salto de 26 a 86. Estos días, el descenso de la presión se nota y ha permitido que las urgencias de pediatría, convertidas en UCI en las peores semanas de la pandemia, hayan recuperado su función. Además, dos de las cuatro salas de emergencia abiertas para tratar pacientes críticos han sido cerradas.
MENOS PRESIÓN ASISTENCIAL
El Hospital del Mar prevé recuperar esta semana operaciones no urgentes que había aparcado para hacer frente a la epidemia. El centro de Sol tenía tres plantas destinadas a los 125 pacientes que llegó a atender. Ahora, solo una planta acoge enfermos de Covid-19 y no está llena. Durante la máxima tensión de la crisis, se terminaron medicamentos para sedar y se usó morfina. En este hospital privado se llegaron a hacer cribajes y se aplicaron los criterios del Ministerio para salvar a los pacientes con mayor probabilidad de sobrevivir.
En el Sant Pau, trabajan tres días y descansan otro. Nerea celebra que esta semana haya disfrutado de dos días seguidos festivos. Ella es la "muletilla" de los enfermeros. Tras semanas de trabajo, la plantilla ha cogido soltura en tareas cotidianas como ponerse y quitarse las protecciones y también en el manejo de respiradores y máquinas que desconocían.
"Trabajamos un poco mejor, también tenemos más información, pero existe preocupación porque la presión vuelva a subir", vaticina sobre el efecto que pueden tener las medidas de desescalada del confinamiento.
El material sigue siendo una "guerra continua" entre trabajadores y dirección, explica San Martin. Ahora tienen más mascarillas, pero faltan batas de protección. Dos semanas después de proclamarse el estado de alarma llegaron hasta el Sant Pau una partida de mascarillas no homologadas que se usaron, al menos, durante dos días. Un total de 538 sanitarios del hospital se han contagiado, según las cifras que maneja CGT.
REUTILIZACIÓN DE MASCARILLAS
En el Hospital del Mar la escasez de material es más apremiante. Los EPIS se reutilizan constantemente y se esterilizan materiales de protección sin saber si se degradan con el proceso. Tarragón alerta de que no se hacen pruebas a todos los trabajadores. Tampoco a aquellos que vuelven de un aislamiento por haber estado en contacto con una persona contagiada. "Es un disparate, no me extraña que el personal sanitario seamos el más contagiado", explica Tarragón. Nerea, en cambio, comenta que el Sant Pau realizará esta semana pruebas a los empleados para saber si han generado anticuerpos, es decir, si se han contagiado en algún momento.
A Sol le cuesta superar los días libres. "Cuando descanso lo paso peor, me aburro", comenta la enfermera, que reconoce que muchos compañeros están "quemados" por los largos turnos de trabajo. Los sanitarios no pueden pedirse ningún día de vacaciones. Aún no.
Para superar la carga emocional, los hospitales ponen a disposición de sus trabajadores un servicio de psicólogos. En la UCI, Nerea explica que cuesta sacar adelante a muchos pacientes. La enfermedad presenta, a diario, nuevas dificultades. Nerea desconecta el respirador para comprobar si pueden respirar por sí solos. Muchos lo consiguen, a otros les cuesta más, alguno no lo logran jamás.
PROTESTAS
Como San Martin, Tarragón también se sacude la etiqueta de héroe y reivindica más presión social, una vez termine la crisis, para dotar al sistema sanitario de una financiación suficiente. "No somos ningunos héroes. Hacemos nuestro trabajo. Está bien que nos aplaudan cada día a las ocho, pero yo pediría que toda la gente que ahora dice que somos imprescindibles lo recuerden cuando todo esto acabe. Tocará salir a las calles y defender nuestros derechos, no solo de la sanidad pública", señala.