Miren y Pablo, dos ejemplos de la precariedad de un MIR en tiempos de pandemia
Dos residentes de tercer año explican las nefastas condiciones en que tienen que trabajar
6 octubre, 2020 00:00Noticias relacionadas
La huelga de los Médicos Internos Residentes (MIR) de Cataluña ha finalizado este viernes tras dos semanas de protestas sin que las posiciones se hayan acercado para llegar a un acuerdo. Los próximos días seguirán con las movilizaciones, aunque sin huelga, dando unos días de "tregua" al Departament de Salut para que "mueva ficha".
Metrópoli Abierta ha contactado con dos MIR de tercer año de la especialidad de familia del ambulatorio Sant Josep (Hospitalet de Llobregat) para conocer de primera mano las condiciones en las que trabajan. Son Miren Ugarte y Pablo Navarro, una joven vasca y un joven zaragozano de 27 años. Ambos son un ejemplo más de la precariedad instalada en la vida de un MIR, con (o sin) pandemia.
JORNADAS MARATONIANAS
¿Qué es lo que les ha llevado a manifestarse estos días junto a sus compañeros? Uno de los motivos principales –explican—son “las guardias de 24 horas ininterrumpidas” con las que deben lidiar. “Por la noche nos quedamos sin supervisión, y a menudo dormimos como mucho dos horas. Cuando llevas 17 horas trabajando ya no sabes ni donde estás”, explica el MIR Pablo Navarro.
Su compañera Miren Ugarte coincide con él, y señala que inevitablemente la calidad asistencial disminuye: “No es lo mismo atender a alguien a las ocho de la mañana que a las tres de la madrugada. A esas horas se te pueden pasar un montón de cosas que afecten directamente al paciente”.
CONSECUENCIAS PARA LOS PACIENTES
En ese sentido, Ugarte explica que más de una vez han empezado a tratar de determinada manera a un paciente que ha llegado de madrugada, y al llegar el resto de personal al día siguiente ha visto claramente que se trataba de otra patología y que había que cambiar el tratamiento drásticamente.
“El problema es que hemos estado haciendo el mismo número de guardias o más con menos personal”, señala Ugarte. A finales de mayo los MIR de último año terminaron la residencia, pero los de primero no han entrado a trabajar hasta la segunda semana de huelga, y ese vacío lo han cubierto los médicos residentes que quedaban.
“Tenemos compañeros de cirugía vascular que han entrado a quirófano a las cinco de la tarde y se han encontrado con compañeros de su misma especialidad que habían hecho guardia la noche anterior y aún estaban en el hospital”, comenta Navarro. El joven pone como ejemplo una anécdota que circula entre los MIR. Habla sobre un médico residente que, durante una operación, “se quedó dormido de pie sujetando una valva”. Así puede llegar a operar uno cansado.
SUELDOS PRECARIOS
Sin embargo, a pesar de la cantidad de horas que trabajan, no llegan a los 1.000 euros al mes. Ambos residentes no se explican cómo puede ser que después de seis años de grado, un MIR, y en su caso, dos años de experiencia laboral, para llegar a los 2.000 euros tengan que hacer cinco o seis guardias al mes.
“Un residente de primero es la persona que menos cobra del hospital”, apunta Ugarte. Ambos coinciden en que no tiene sentido que un residente que empieza a trabajar después de toda la formación que ha recibido, trabajando días festivos, haciendo nocturnidades y asumiendo la responsabilidad y peligrosidad que conlleva su trabajo, cobre tan poco. “Solo reivindicamos que se nos reconozca el esfuerzo de tantos años de estudio”, señala Navarro.
En la misma línea, explican una paradoja que se dio en su ambulatorio. A raíz de la pandemia contrataron a dos personas que acababan de terminar el grado. Ambos habían hecho el examen MIR, pero todavía no habían elegido una especialidad. A diferencia de los que ya eran residentes, no habían trabajado nunca en un hospital. Muchas veces tenían dudas. A pesar de ello, no se les hizo un contrato de formación, sino que se les contrató como a un adjunto más, y ahí es donde está la contradicción: “Hemos tenido que supervisar a profesionales que cobran tres veces más que nosotros”, señala Ugarte.
FORMACIÓN INSUFICIENTE
Quienes deberían tener supervisión son ellos, pero con la llegada del coronavirus dejaron de tenerla. Y no solo eso, sino que dejaron de recibir formación. En principio debían ir rotando por distintas especialidades, pero a raíz de la pandemia a la mayoría los pusieron en urgencias, y a algunos, como es su caso, los dejaron en el ambulatorio.
“Yo he perdido dos meses de ginecología de rotación, un mes de psiquiatría y otro de rotación rural”, comenta Navarro. “Hay mucha gente que acabará la residencia sin haber pasado por muchas especialidades”, añade Ugarte, que no confía en que puedan llegar a recuperarlas.
LES PASA FACTURA
Están hartos de toda esta situación y explican que les acaba pasando factura. “Antes de tener una guardia tengo ansiedad por todas las horas que conlleva y lo que puede llegar a pasar en esas condiciones de no supervisión”, comenta Ugarte. Navarro, por su parte, explica que “después de trabajar tantas horas no tienes el cuerpo ni la mente para hacer nada. Llegas a casa y te vas a la cama”. “La gente que entra a las ocho y tiene plantas difíciles como medicina interna y sale todos los días a las ocho de la tarde, no tiene tiempo ni para formarse fuera de su horario laboral”, comenta.
PRESIONES DE LA DIRECCIÓN
Por todos estos motivos, hace dos semanas se sumaron a la huelga de los MIR. No obstante, les han obligado a ofrecer unos servicios mínimos del 100%, pese a no ser personal estructural del centro.
Además, dicen haber recibido presiones por parte de su hospital, el Hospital Universitari de Bellvitge. Según han explicado a este medio, la dirección se puso en contacto con algunos residentes para mostrar su preocupación porque, según ellos, se estaba “desatendiendo a los pacientes”. En ese contexto, les citaron a una reunión, pero los facultativos no podían asistir ese día. En lugar de aplazarla, la dirección se reunió con los jefes de servicio y les explicó que los MIR estaban boicoteando el hospital y faltando a la ética médica. “Nos mandaron un comunicado con el manual del código ético deontológico como si nos estuvieran vacilando”, señala Navarro.
Ante esta situación, los residentes redactaron una carta formal a los jefes de servicio y la dirección explicando que en ningún momento se había dejado de atender a los pacientes. En caso de que tuvieran constancia de ello, les animaban a justificarlo con situaciones específicas.
Ahora, tras varios días de huelga y dado que no están de acuerdo con las mejoras propuestas por las patronales, los dos jóvenes tienen previsto seguir protestando por unas condiciones más dignas.