El sector cultural ha sido uno de los más azotados por la pandemia, y los profesionales del gremio han salido a la calle una y otra vez para reivindicar que “la cultura es segura”. Aunque el 22 de septiembre el Govern de la Generalitat acordó declarar la cultura bien esencial para dar respuesta a las necesidades del sector, la medida llega con retraso.

Tras el confinamiento algunos equipamientos culturales reabrieron sus puertas, pero no tardaron mucho en volver a cerrar. El 20 de julio, el Ayuntamiento de Barcelona suspendió todas las actividades culturales. Pasados unos días, se permitía de nuevo la apertura de teatros, pero al 50%. Después se amplió al 70% de capacidad. Aun así, muchos optaron por no abrir, porque no les sale a cuenta.

En este turbulento contexto, los actores hacen malabares para poder llegar a fin de mes. Metrópoli Abierta ha contactado con dos jóvenes actrices para conocer de primera mano cómo les ha afectado la pandemia a nivel laboral. Son Sara Diego y Roser Vilajosana, de 24 y 26 años, respectivamente.

Personas asistiendo al teatro en tiempos de pandemia / EFE



SARA DIEGO, ACTRIZ

La de Sara Diego es una familia de actores, y antes de meterse en la profesión, ya sabía las incertezas laborales que puede comportar ser actriz. Pero Sara no contaba con una pandemia mundial.

TRABAJAR DE LO QUE SEA

Cuando se decretó el estado de alarma hacía poco más de dos semanas que se había estrenado Instruccions per enterrar un pare en la Sala Flyhard, donde interpretaba a la hija del protagonista. El jueves de esa semana tenían función, y el miércoles le dijeron que se suspendía. “Me quedé completamente sin nada”, apunta.

La joven actriz no tenía acumulados suficientes días como para pedir el paro, y además, tenía un billete para ir a Cuba. Para colmo, en lugar de devolverle el dinero le daban un vale. “Yo lo que necesitaba era el dinero, así que me puse a buscar trabajo, y al final me he pasado el verano trabajando en el bar de mi pueblo. Son esas cosas que tenemos que hacer los actores para salir de apuros”, afirma.

Afortunadamente, el 17 de septiembre se pudo retomar la obra. “Al ser joven cuesta mucho conseguir un papel, y estar trabajando justamente después de la pandemia es algo por lo que doy gracias cada día”, explica. Preguntada sobre cómo ve el futuro, responde que en su mundillo “el mañana ya es incierto de por sí”, por lo que con la pandemia no se lo quiere “ni imaginar”. 

La actriz Sara Diego en una fotografía de estudio / DAVID RUANO



UN PÚBLICO ENTREGADO

Aun así, de momento las cosas le van bien, porque se están vendiendo muchas entradas. Cuando empieza la función a Sara se le hace extraño que los espectadores lleven mascarilla, porque no puede ver cómo sonríen. No obstante, percibe que los espectadores tienen ganas de pasárselo bien: “La gente tiene muchas ganas de volver al teatro y lo notamos”.

A pesar de que el sector atraviesa momentos difíciles, poco a poco se recupera la normalidad. Es el caso de Sara, que al fin ha podido regresar al escenario. Ella, en realidad, nunca dejó de lado su vocación, ni siquiera durante el lockdown de la cultura en el punto álgido de la pandemia.

Durante esos días en los que no se podía salir de casa, Sara Diego participó en unos capítulos que produjo El Terrat, llamados coronavideos. La escena eran dos personas hablando por videollamada y la temática era la pandemia. “Antes de grabarlo hicimos ensayos con el director vía webcam. Fue todo un poco extraño pero muy interesante y divertido”, explica.

CULTURA SEGURA

Pero no todo ha sido divertido. La actriz se muestra muy descontenta con las medidas que se han aplicado en el sector cultural durante la pandemia, y reivindica que la cultura es segura. “En un teatro o un cine reservas unas entradas con tu nombre y queda constancia de que ese día has estado allí, y además dejas distancia entre los asientos. En un bar eso no pasa, y las medidas no son tan restrictivas”, apunta molesta. 

La actriz Sara Diego en una de las funciones de 'Instruccions per enterrar un pare' / ROSER BLANC



ROSER VILAJOSANA, ACTRIZ

La actriz barcelonesa Roser Vilajosana tenía que estrenar La Gavina en La Villaroel, una versión libre de una de las grandes obras de Chéjov, pero se quedaron a dos días del estreno. “De repente me quedé sin unos ingresos con los que contaba. Cobramos los ensayos pero las funciones no”, explica. 

UN CHASCO

Como Sara, no podía pedir el paro porque lo había gastado en otra ocasión, de modo que para poder pagar el alquiler tuvo que tirar de ahorros. “La mía ya es una profesión incierta de por sí, y en ese momento la incertidumbre se multiplicaba por dos. Ya no solo me preguntaba cuándo volvería a tener trabajo, sino, ¿se va a poder trabajar?”.

A la incertidumbre económica hay que sumarle el chasco de llevar un mes y medio ensayando y quedarse a las puertas del estreno. La actriz explica que aunque primero solo deseaba que se pudiera hacer la obra, pronto entendió que no podría ser.  “Vi que la situación era tan extrema que no podía caer en el egocentrismo de pensar que mi proyecto era más importante que aquello. Sentí pena por la situación global y por mi situación concreta, fue una pena doble”. 

La actriz Roser Vilajosana en una fotografía de estudio / TOMÁS MD



PEQUEÑOS AJUSTES

Pero a diferencia de lo que les ha ocurrido a otros compañeros de profesión, el proyecto en el que estaba enfrascada no murió. En principio estaba previsto estrenar la obra en Barcelona en marzo, hacer una gira y acabar en Madrid. Debido a las circunstancias la obra se fue aplazando, hasta que finalmente pudieron estrenarla en el Teatro Abadía de Madrid. Lo hicieron con algunos pequeños ajustes. “Tuvo que suprimirse un beso de una escena, pero afortunadamente se podía contar la historia igual, y en general esta obra no requiere de mucho contacto entre actores”, señala. 

Ahora tienen previsto hacer una gira hasta diciembre, aunque si hay rebrotes en alguna ciudad donde tengan un bolo pueden cancelar funciones. “En Madrid hacíamos cada función pensando que podía ser la última, pero por suerte al final hemos podido hacerlas todas”, comenta la joven actriz. Para ella, poder estrenar La Gaviota fue como quitarse una espina que se le había quedado clavada seis meses atrás. 

ODA AL TEATRO

“Fue un estreno extraño, porque es una obra donde se interpela constantemente al público y las mascarillas impedían ver su reacción”, señala. De todos modos, Roser apunta que la obra “encaja a la perfección” con los tiempos que corren. Bajo su parecer, en un país donde se permite llenar un bus sin dejar espacio entre asientos, pero se exige dejar distancia entre las butacas de un teatro, interpretar una obra que reflexiona sobre el amor por el teatro es idóneo.  

La actriz Roser Vilajosana en una escena de 'La Gaviota' / TEATRO ABADÍA



Noticias relacionadas