Es imposible no detenerse frente al número 12 de la calle de la Boqueria. La casa Francesc Martí i Puig atrae inevitablemente las miradas de turistas y no turistas. Existían algunas dudas acerca de su autoría, que quedaron despejadas en 2010: efectivamente, es una obra temprana de Josep Puig i Cadafalch. El arquitecto recibió el encargo en 1898 de reformar la fachada y tiró de la inspiración historicista y las soluciones estéticas que acababa de ensayar un año antes, en Mataró, en la casa de Joaquim Coll i Regàs, como el remate almenado o el soberbio esgrafiado que cubre toda la fachada.

El estilo modernista de carácter neogótico se manifiesta sobre todo en el portal de la planta baja de perfil interior lobulado, exteriormente rodeado de follaje como su pináculo y con dos curiosas impostas que representan la cabeza de un caballero (derecha) y una dama (izquierda) –posiblemente los señores Martí– y parecen dar la bienvenida al visitante. Una moldura escalonada rodea la puerta de entrada, que contiene en su interior un relieve cerámico que reproduce flores.

Detalle de una columna de la casa Francesc Marí i Puig / INMA SANTOS



La reforma emprendida por Puig i Cadafalch afectó las aberturas de las dos primeras plantas y recubrió el edificio con un esgrafiado de temática floral. Se conservaron los marcos de piedra de las plantas superiores, los sillares también de piedra de la esquina y el arco rebajado moldurado y con varios relieves geométricos, así como la fachada de la calle de Quintana.

Trabajaron para el arquitecto sus colaboradores habituales, como el forjador Manuel Ballarín, quien ejecutó las barandillas; Joan Paradís, que extendió el esgrafiado de grandes dimensiones de la fachada y Eusebi Arnau, escultor favorito del arquitecto.

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