Manel de Aguas, el cíborg de Barcelona que se ha implantado dos aletas robóticas en la cabeza / MANEL DE AGUAS

Manel de Aguas, el cíborg de Barcelona que se ha implantado dos aletas robóticas en la cabeza / MANEL DE AGUAS

Vivir en Barcelona

Los cíborgs existen (y se reúnen en Barcelona)

Gracias a un implante tecnológico en el propio cuerpo son capaces de desarrollar nuevos sentidos

9 enero, 2021 00:00

Noticias relacionadas

Implantarse un chip para desarrollar nuevos sentidos que el cuerpo humano no posee. Es la tendencia que siguen los cíborgs, personas que sienten la necesidad de poner a prueba los límites del propio organismo explorando con la tecnología. Como Manel de Aguas, un joven barcelonés de 24 años que desde hace uno tiene instaladas dos aletas robóticas en la cabeza.

“Básicamente es un órgano sensorial cibernético para conectarme al tiempo. Gracias a ellas percibo los cambios en la presión atmosférica, la temperatura y la humedad”, explica a Metrópoli Abierta. El funcionamiento es el siguiente: un sensor en el interior de sus aletas capta estas tres variables y las traduce en un sonido similar al que emiten las burbujas, que después llega a sus oídos en forma de vibración a través de un implante transdermal de conducción ósea. En palabras del mismo Manel, oye “un blup blup blup constante” que modula el tono, el timbre y el volumen según las alteraciones del clima. En pleno invierno, las burbujas que resuenan en su cabeza “son muy graves porque hace mucho frío”. Si llueve y el ambiente se humedece, “se oyen a un ritmo muy rápido”. Un sonido que define, para que los lectores se hagan una idea, como el de “una olla hirviendo”.

IMPLANTES EN TOKIO; EN BARCELONA SE NEGARON

Después de tres años investigando con distintos dispositivos, Manel decidió en enero de 2020 que había llegado el momento de colocarse sus nuevos apéndices a ambos lados del cráneo. Pero no encontró a nadie en la ciudad que estuviese dispuesto a insertárselos, así que aprovechó un viaje a Japón para que se lo hicieran allí. En Tokio, un modificador corporal –del estilo de los que ponen cuernos de silicona o seccionan lenguas bífidas– se prestó a realizarle las dos incisiones e introducirle, por debajo de la piel, los chips con los que funcionan las aletas. “Fue una intervención muy tonta de tan solo media hora”, recuerda. En Barcelona, todos se negaron por los riesgos que podía acarrear: “Me alertaron sobre infecciones y posibles consecuencias mentales, de cómo un input continuo dentro de la cabeza podía afectarme a nivel psicológico. Pero esto es un arte de riesgo. Si el miedo fuese una barrera y no lo hubiese hecho, no podría resolver algunas preguntas que corren por mi mente”.

Imagen de la intervención en Tokio, durante la cual le implantaron los chips con los que funcionan las aletas / MANEL DE AGUAS

Imagen de la intervención en Tokio, durante la cual le implantaron los chips con los que funcionan las aletas / MANEL DE AGUAS



Las aletas de Manel han costado 250 euros (precio de la intervención incluido), cada una pesa 125 gramos y son waterproof, aunque no se ducha con ellas. También se las quita para dormir. El resto del día las lleva puestas. Ahora trabaja en un nuevo proyecto para hacerlas más ligeras, equiparlas con WiFi y poder fijarlas definitivamente al cráneo. “Mi intención es crear un órgano igual de funcional y tan integrado como un brazo o una pierna, que esté siempre fijo porque así es como yo me entiendo a mí mismo. Yo soy una persona que tiene aletas, no que lleva aletas. Esa es mi identidad”, narra. Y es que Manel se declara igualmente un transespecie, o lo que es lo mismo, que sus cualidades no se ajustan en su totalidad a las del género humano: “No me siento un pez, como se ha publicado en algunos medios, pero sí que noto una conexión con otras especies animales y la fauna marina que antes no tenía”.

"CONCIERTOS METEOROLÓGICOS"

El sonido de sus aletas inspira a Manel para elaborar piezas musicales. “No me sirven solo para saber qué tiempo hace sin salir de casa, para mí es un proyecto de poesía tecnológica”, cuenta el catalán. Lo han contratado en algunos festivales para pinchar sus propias producciones. Temas que crea transformando en acordes los datos climáticos de los lugares que visita. Él lo llama “concierto meteorológico”. También da charlas sobre arte cíborg. Aunque no es suficiente para ganarse la vida, así que ahora busca un empleo. Y le está resultando especialmente complicado.

“Estoy buscando trabajo de cualquier cosa, pero me rechazan en todos los lados. Tener aletas parece que sea un inconveniente. Para mí es discriminación, porque esto invalida el resto de facultades que pueda tener”, denuncia a este diario. Le ha ocurrido ya varias veces: aplica para una oferta, contactan con él para una entrevista y, cuando llega al lugar, le dicen que no por su imagen. Una reacción que le sorprende, más teniendo en cuenta que en la foto del currículum ya lleva los implantes en la cabeza.

Gracias a sus aletas, Manel se inspira para elaborar piezas musicales. Ahora busca trabajo / MANEL DE AGUAS

Gracias a sus aletas, Manel se inspira para elaborar piezas musicales. Ahora busca trabajo / MANEL DE AGUAS



Mientras no encuentre un empleo, siempre le quedarán las reuniones de la Transpecies Society y de la Cyber Foundation Labs, las dos organizaciones fundadas por él mismo y otros cíborgs y transespecies de Barcelona para trabajar en sus proyectos. Activistas como Neil Harbisson, el hombre que lleva una antena en la cabeza para oír los colores; y Moon Ribas, la mujer que se implantó sensores sísmicos en los pies para detectar todos los terremotos del planeta a tiempo real. Entre las nuevas ideas de Manel, la de crear un dispositivo para desarrollar el sentido de la línea lateral de los peces ­–poder sentir el tacto de las cosas antes de tocarlas físicamente­– y un aparato para acercarse al cambio climático sintiendo en sus propios huesos cómo se deshacen los polos.

Fue precisamente en las reuniones de estos dos entes donde conoció a Pau Prats, otro barcelonés interesado en el mundo cíborg. Este estudiante de Farmacia de 19 años descubrió hace dos el transespecismo, cuando a los 17 preparaba un trabajo de investigación para el colegio. Y al cumplir la mayoría de edad decidió llevar su estudio a la práctica.

UN BRAZALETE PARA LOS RAYOS ULTRAVIOLETAS

“Creé un órgano cibernético para un trabajo de Bachillerato, un prototipo de brazalete que me permitía percibir la luz ultravioleta del Sol y transmitirla en vibraciones a través del brazo”, relata. Asegura que de este modo puede detectar unos rayos “que pueden ser muy nocivos, ya que producen cáncer de piel”.

Así es el brazalete que ideó en Bachillerato para captar la incidencia de los rayos ultravioleta / PAU PRATS

Así es el brazalete que ideó en Bachillerato para captar la incidencia de los rayos ultravioleta / PAU PRATS



Al contrario que las aletas de Manel, el brazalete de Pau no está fijado al cuerpo y se lo puede poner y quitar cuando le apetezca. De hecho, durante los últimos meses no ha podido llevarlo porque se rompió, y ya trabaja en una versión mejorada que esta vez sí querría cargar siempre consigo. “Junto a Sergi Bogatell, un estudiante de Ingeniería que me ayuda, estoy ideando un nuevo prototipo que irá insertado en la parte posterior del cuello. Mi meta es percibir las vibraciones de la luz ultravioleta a través de las orejas, así que me haré unos piercings para conectarlos al dispositivo y recibir la información en el lóbulo”, revela a este diario. Un paso más en sus investigaciones tecnológicas para acercarse a otro de sus objetivos, diseñar una brújula corporal: “En un futuro querría acabar haciéndome un sensor electromagnético para poder ir controlando dónde está el norte”.

Pau plantea su activismo cíborg como una fuente de inspiración artística, pero también como un modo de estudiar nuevas aplicaciones de la electrónica a la medicina o la ortopedia: “Aplicar la tecnología al cuerpo humano puede abrir nuevas puertas a la investigación. Por ejemplo, aprender a sustituir partes de nuestra fisonomía que hayan quedado obsoletas”. O la ya mencionada capacidad de detectar los potencialmente cancerígenos rayos ultravioleta: “Puede ser útil para nuestra salud saber cuándo recibimos niveles más o menos altos de radiación solar”.

“A los cíborgs nos mueve descubrir físicamente los fenómenos que están presentes en nuestro planeta pero que la biología humana no puede percibir. Y hacerlo a través de la innovación tecnológica es mucho más interesante, porque presenta una antítesis de lo que somos. La tecnología aplicada sobre nuestros cuerpos nos hace parecer más una máquina que una especie animal, aunque el hecho de ponernos estos implantes lo que hace realmente es que nos podamos sentir mucho más próximos a la naturaleza, porque nos ayuda a sentir y entender fenómenos imposibles de captar con nuestros sentidos predeterminados. Los cíborgs podemos ver cosas que el resto no puede”, reflexiona.

Ponernos implantes nos aproxima a la naturaleza, opina Pau en una entrevista a Metrópoli Abierta / PAU PRATS

"Ponernos implantes nos aproxima a la naturaleza", opina Pau en una entrevista a Metrópoli Abierta / PAU PRATS



Así que últimamente visita a menudo los estudios del Cyber Foundation Labs, para continuar desarrollando sus proyectos de dispositivos sensoriales. “También quedamos ahí para vernos como colegas”, ríe. Ahí ha conocido a sus referentes, como el mismo Manel de Aguas, precursor del arte cíborg en la ciudad. Y ha formado una pandilla de transespecies, artistas, diseñadores e ingenieros que se apoyan mutuamente para sacar adelante nuevas ideas. Entre ellos se encuentra Judit Parés.

GUANTES PARA PERCIBIR MAGNETISMO E INFRARROJOS

Graduada en Diseño Industrial, descubrió el mundo cíborg cuando estudiaba en la universidad. Y comenzó a reunirse con ellos cada viernes para idear nuevos proyectos. Lo suyo fue pura “curiosidad”, asegura. Una inquietud por analizar a fondo la relación entre humanos y tecnología que acabó en un gran interés por imaginar cómo será esta relación en el futuro. Como Pau, Judit ideó una prótesis para la mano como parte de un trabajo académico. En su caso, una extensión del sentido del tacto, al estilo de unos guantes, para percibir el magnetismo, los rayos infrarrojos y la conductividad.

Los guantes cíborgs de Judit detectan el magnetismo, los rayos infrarrojos y la conductividad / JUDIT PARÉS

Los guantes cíborgs de Judit detectan el magnetismo, los rayos infrarrojos y la conductividad / JUDIT PARÉS



Parés desearía implantarse algún dispositivo, aunque todavía no ha decidido exactamente cómo lo quiere ni la función que debería desempeñar. Aunque lo que sí que tiene claro es que sería un microchip, pequeño y debajo de la piel, lejos de las aletas vistosas de Manel. Mientras no lo desarrolle, se dedica a colaborar con los diseños del resto. “Lo que yo hago es mantener un rol de acompañamiento”, matiza. “Ayudo a los que quieren diseñar un exoórgano, desde su conceptualización hasta la creación de los circuitos electrónicos, pasando por el trabajo de creatividad para darle forma en 3D”.

Define este movimiento como un activismo que busca “qué futuro queremos proyectar como especie y qué papel queremos tener en la sociedad”. Aunque si algo ha aprendido trabajando con cíborgs y transespecies es que también hay ciertos peligros de los que más vale estar prevenido. “Hay algo muy importante pero de lo que no se habla tanto sobre las prótesis cíborg, que es quién las crea, para qué lo hace y qué uso da a los datos. Es muy importante crear una tecnología ética y descentralizada, de código abierto y accesible para todos”, reivindica.

Efectivamente, los cíborgs existen. Y se reúnen en Barcelona.