¡Una masía en Gran de Gràcia! Sí, en el número 177, encajonada entre edificios de nueva construcción, sigue en pie Can Trilla, conocida anteriormente como Can Simó, una masía de planta rectangular, formada por dos cuerpos bastante simétricos, con planta baja, dos pisos y buhardilla.

El origen de Can Trilla se remonta al siglo XVII, aunque su aspecto actual, debido a las diversas modificaciones efectuadas a lo largo del tiempo, poco tiene que ver con el original. La planta noble era la residencia de los dueños, que pasaban largas temporadas. En la planta baja vivían los masovers. Adosada a la casa, hay una pequeña capilla del siglo XVIII, de estilo barroco, que conserva unas interesantes pinturas en el techo, y a la que se accede por una pequeña puerta lateral de madera. La capilla actual ocupa el espacio de la antigua bodega.

El año 1803 Marià Simó, su primer propietario, vendió la masía y el terreno anexo al abogado barcelonés Antoni Trilla. Fue a partir de 1825 cuando se empezaron a urbanizar las tierras de la casa. A principios del siglo XX, la casa fue habilitada como escuela y, después, se convirtió en un cine y en la sede de algunas entidades sociales.

LAS HERMANAS DE JESÚS PACIENTE

Desde 1940 es la residencia de las Hermanas de Jesús Paciente, una congregación fundada por la madre Ramona Llimargas, cuyos restos reposan desde su muerte, a finales del siglo XX, en la capilla de Can Trilla. La superiora, nacida en Vic, a finales del siglo XIX, tiene una curiosa hagiografía. Desde muy niña fue testigo de apariciones. Y, sin embargo, no es este hecho paranormal el que la hizo famosa.

La hermana Llimargas ha pasado a la historia por otros dos motivos: en primer lugar, por ser consejera de Franco, a quien se supone que alertó (con éxito) sobre determinados movimientos militares. Y, en segundo lugar, por tener el don de la ubicuidad o bilocación, es decir, estar en dos lugares diferentes al mismo tiempo. Así, igual la estaban viendo en su masía de Calldetenes como, a la misma hora, entraba de repente en el despacho de Franco, en Burgos, donde se encerraba a solas con el general para contarle los designios de la Providencia.

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