La histórica calle Ferran ha pasado de albergar aglomeraciones a convertirse en un "auténtico desierto" en poco más de un año. La vía, que une dos símbolos de la ciudad –la Rambla y la plaza de Sant Jaume– siempre se ha considerado "un paso obligado" para los visitantes. Hace años dejó atrás su tradición para convertirse en el corazón del turismo barcelonés, una suerte de parque temático para extranjeros.
Cuando Barcelona pasó a ser uno de los principales destinos mundiales, las tiendas de ropa, sombreros o zapatos tradicionales de la calle Ferran desaparecieron para dar paso a la creación de un "centro de ocio para guiris". Bares, pisos turísticos, hoteles y, sobre todo, tiendas de souvenirs ocuparon el eje turístico, Mientras, los vecinos se marcharon por el "ajetreo" y las "desmesuradas" subidas de precio de los alquileres. Con la crisis del coronavirus, la arteria se enfrenta a una nueva realidad: ahora son los atractivos turísticos los que no pueden resistir y ya son más de 40 los negocios que han echado el cierre en la zona desde el inicio de la pandemia.
DEPENDENCIA DEL TURISMO
"En otras calles, aunque también haya sido complicado, los comercios pueden aguantar, en una turística no". Así explica Josep Miquel, socio de Guido, la devastación de una de las calles más importantes de la Ciudad Condal. Su tienda es un negocio familiar de 1932 que vende artículos de viaje y otros productos de marroquinería para hombre y mujer. Pese a contar con compradores locales, la falta de extranjeros ha comportado "una caída de la facturación del 80%" respecto a 2019.
Los trabajadores del equipo de Josep continúan en ERTE parcial y la empresa puede seguir adelante "aunque con un margen de beneficio muy limitado". Según el socio, el objetivo de la familia es "mantener la tienda mientras puedan", aunque reclaman "ayudas más efectivas" y "reales" a la administración.
ADIÓS A LOS 'SOUVENIRS'
Los visitantes tenían un gran abanico de tiendas de recuerdos entre los que escoger en su paso desde la Rambla hasta el epicentro político y administrativo de Cataluña. Actualmente el rastro de todos ellos se ha difuminado por completo: tan solo sobrevive un establecimiento de souvenirs. Su propietario habla de "pérdidas del 99%" y asegura que resiste "gracias a otra tienda que tiene en propiedad".
Respecto al apoyo económico, el vendedor recibe las ayudas que le corresponden como autónomo aunque sostiene que, con "los gastos de la tienda", el margen de beneficio es "mínimo". El empresario mantiene las esperanzas de que durante este próximo verano "los turistas vuelvan" y "todo vaya a mejor".
"PARQUE TEMÁTICO GUIRI"
La situación de Enric Moj, de la histórica Belles Arts Ferran –con más de medio siglo de actividad en la arteria–, es distinta. En su caso, los turistas le aportaban "ventas de rebote" porque cuenta con "clientes fidelizados" y destaca por la "compra local y de proximidad". Además, las ventas online le han "funcionado muy bien" durante la pandemia e incluso durante los meses de confinamiento total "la facturación se disparó porque la gente quería hacer manualidades en casa".
Enric tiene clara su posición: "Si no hubiesen permitido que la calle Ferran se convirtiese en un parque temático guiri la vía no luciría como un desierto ahora mismo". En su opinión, la mayoría de comercios que han desaparecido en la calle no aportaban "valor" a la arteria barcelonesa y su marcha ha demostrado "la mala gestión de la administración durante años, en la que nunca se ha contemplado una regulación de las tiendas turísticas".
ABANDONO INSTITUCIONAL
Más allá del impacto del covid, Moj lamenta la falta de seguridad y limpieza en el nexo entre La Ramba y la plaza de Sant Jaume. "Esta calle da pena. El Ayuntamiento hace la vista gorda ante una situación desolada, años atrás la seguridad era mucho mayor y eso permitía que más barceloneses viniesen a este punto", denuncia a Metrópoli el propietario.
Además, hace referencia a la polémica de "los pisos turísticos y a la inflación de precios en los alquileres", que tilda de "insostenible". Para Enric, es "impensable" que "un comercio local pueda pagar hasta 25.000 euros mensuales" –haciendo referencia a la cuota del único supermercado de la vía–, algo que "el consistorio permite".
NEGOCIOS FAMILIARES
Dos vecinas del Gòtic que pasean por la calle refuerzan la postura de Enric. Joana e Irene, que siempre han vivido en la zona, aseguran que no "echan de menos el ajetreo de la calle" porque "dejaba de lado a los residentes", pero recuerdan con lástima los tiempos en los que "era un eje comercial que funcionaba por y para los barceloneses".
Sobre el futuro de la vía, "los elevados precios impiden que vuelva a potenciar los pequeños negocios", considera Moj. Por ello, le preocupa que todos los establecimientos sean ocupados por "multinacionales de todo el mundo" que puedan permitirse el alquiler exigido y se "siga dañando la imagen de la calle".
PLAN DE AYUDA URGENTE
Según Gabriel Jené, presidente de la plataforma Barcelona Oberta, se trata de una calle que, en situaciones normales, está "muy bien posicionada comercialmente". No obstante, asegura que se está viviendo una "situación crítica" que requiere de un plan de ayuda "urgente" para rescatar a los negocios perdidos que "aún está por concretar".
Respecto a las dos realidades de la calle –los comercios locales y los turísticos–, Jené considera que son "conceptos totalmente distintos", por lo que la recuperación "no es comparable". Según las previsiones actuales, la llegada de visitantes extranjeros "en los próximos meses" mejorará la situación del comercio barcelonés, que a raíz del covid "ha perdido un 30% de las tiendas".
COMERCIOS HISTÓRICOS
La próxima baja de la vía es la farmacia La Estrella, un local emblemático con elementos arquitectónicos que se consideran de interés en el catálogo de patrimonio. La botica ubicada en el número 7 de la calle Ferran desde 1840 desplazará su actividad al número 14 de la calle Banys Nous, donde ya opera la misma familia, por la "imposibilidad de continuar pagando el arrendamiento".
Los titulares del negocio, Anna Enrich y Daniel Muñoz, habrían ofrecido hasta 8.000 euros mensuales de alquiler o la opción de comprar el establecimiento, pero los propietarios actuales no han aceptado. Mònica, la encargada del emplazamiento actual, explica que "la caída de las ventas a raíz del covid ha dado un impulso más al cierre, aunque el motivo principal es el desacuerdo con los arrendatarios".
Junto a la marcha de La Estrella, cada vez son menos los comercios históricos que sobreviven en el centro histórico de la ciudad. Sí que resiste la librería Sant Jordi, que se aferra a la tradición desde 1983 y se mantiene "gracias al público de siempre". Un hito del que pocos pueden presumir en la mítica calle Ferran.