Fenómenos meteorológicos extremos y efectos irreversibles en siglos, o incluso en todo un milenio. Este es el preocupante escenario que prevé el Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC) en su último informe, presentado este lunes en la sede de la ONU en Ginebra. Ninguna región de la Tierra se libra ya de las consecuencias del calentamiento global, expone el equipo de científicos, y en los próximos años su impacto se agravará. Especialmente en la cuenca mediterránea, Barcelona incluida, considerada una de las “zonas calientes” del planeta junto al Ártico y otras áreas en los trópicos.

Del documento elaborado por el grupo de expertos de la ONU se desprende que la capital catalana experimentará un potente aumento de las temperaturas y sufrirá una disminución de las precipitaciones, que acarreará etapas de sequía. Un incremento de los incendios o la subida del nivel del mar, que anegará playas y zonas costeras, y podría poner en riesgo el delta del Llobregat y el mismo Aeropuerto, y las inundaciones por lluvias torrenciales serán otros de los efectos devastadores del cambio climático. A pocos kilómetros de Barcelona, en las montañas del Pirineo, la nieve podría desaparecer totalmente a finales de siglo.

TEMPERATURAS EXTREMAS

Barcelona y el resto de Europa verán, en las próximas décadas, como la temperatura media aumenta entre 1,5ºC y 3ºC. En el sur del continente, la subida del termómetro podría hacer crecer la demanda de energía –para usar aires acondicionados– en un 40% en el año 2050. Además, los expertos vaticinan que el calor tenga efectos sobre la salud y que haya más enfermedades transmitidas por bacterias o parásitos y patologías provocadas por alérgenos invasivos.

Una mujer se abanica para combatir el calor / EUROPA PRESS



Independientemente de las medidas que se tomen a partir de ahora, las olas de calor extremo también se intensificarán a lo largo de este siglo. Mayor calor y durante más tiempo. En una media de entre 30 y 60 días al año, la temperatura superará los 31ºC en países como España, Grecia o Italia. Pero es que además, el peor de los escenarios indica que el termómetro superará anualmente los 41ºC entre cinco y diez días más de lo que ocurre ahora; lo que comportará un mayor índice de enfermedades y mortalidad.

En el otro extremo de la balanza están las olas de frío, cada vez más improbables, hasta el punto que podrían desaparecer en Barcelona y todo el sur de Europa a finales de siglo, algo que tendría consecuencias negativas en la agricultura y el buen estado de los bosques.

MENOS PRECIPITACIONES, MÁS SEQUÍAS

Como ya ha ocurrido en los últimos años, las precipitaciones continuarán menguando en el sur de Europa, especialmente en invierno, durante lo que queda de siglo. La precipitación media anual será inferior pero no así las inundaciones por lluvias extremas, que ya han aumentado levemente y lo seguirán haciendo. Esto es, lloverá menos, pero cuando lo haga será, cada vez más, de forma de torrencial.

Un embalse bajo mínimos en un episodio de sequía / EFE



La disminución de las precipitaciones y el ascenso de las temperaturas dejarán un paisaje más árido. Los científicos prevén también que el aumento de las sequías, que ya se da en la actualidad, se agrave durante el resto del siglo, con las consecuencias devastadoras que esto tendrá sobre actividades económicas como la agricultura. Por poner solo un ejemplo, los viñedos del Penedès podrían dejar de producir vino si no pueden cultivar uvas por los cambios en las condiciones del terreno.

POTENTES INCENDIOS FORESTALES

Pero aún hay más, porque menos lluvias y más aridez significará también un aumento de los incendios forestales. De hecho, las condiciones favorables para los grandes fuegos se han multiplicado en las regiones del Mediterráneo desde 1980 y no dejarán de hacerlo hasta por lo menos 2080. Los incendios más devastadores, que actualmente se producen cada 100 años de media, ahora podrían repetirse en un rango de entre cinco y 50 años.

Por otro lado, si bien es cierto que no se pueden atribuir completamente al cambio climático, porque a menudo tienen origen –accidental o no– en la acción humana, el aumento de la temperatura entre 2ºC y 3ºC puede empeorar el problema, y hacer que en los próximos 60 años haya un aumento de entre el 40% y el 100% de las superficies que resultan quemadas.

Un bombero de la Generalitat combate un incendio forestal en Cataluña / EUROPA PRESS



SUBIDA DEL NIVEL DEL MAR

La situación va a ser igualmente grave en el frente marítimo, y es que el Mediterráneo va a ser uno de los mares donde más se perciban los efectos del cambio climático. El nivel de las aguas crecerá de 0,4 a 0,5 metros o de 0,7 a 0,8 metros en el peor de los casos. Sea como sea, según los científicos las zonas de la costa experimentarán inundaciones de entre cuatro y 47 centímetros a mediados de siglo, y de entre seis y 186 centímetros a finales. Ahí es donde entran los municipios más cercanos a la línea del mar, el delta del Llobregat o el Aeropuerto.

Y eso no es todo, porque las playas del litoral barcelonés también podrían desaparecer por la erosión de la costa. Entre 1984 y 2015, las playas del Mediterráneo perdieron de media 0,5 metros anuales, algo que irá a más en un futuro cercano. Alrededor de 2050, la línea de la costa habrá retrocedido entre 25 y 60 metros. Pero es que finales de siglo, la pérdida de terreno en las playas será ya de entre 50 y 80 metros.

La playa de La Barceloneta, en una imagen de archivo / EFE



Además, el aumento de la temperatura del agua del mar, que entre 1982 y 1998 fue de entre 0,25ºC y 1ºC en el Mediterráneo, provocará también nuevas olas de calor marina. En la riba norte mediterránea, dicen los expertos, estas olas de calor serán tres meses más duraderas, cuatro veces más intensas y 42 veces más severas. Además, el calentamiento del agua tendrá un impacto directo en las especies que viven en las zonas menos profundas y con poca movilidad, como es el caso de algunos tipos de marisco, por lo que se verán también muy afectados los sectores económicos que se sustentan en la pesca o cría de estos animales.

CAEN LOS TEMPORALES DE VIENTO PERO NO SU INTENSIDAD

El grupo de expertos de la ONU ha estudiado también las variaciones en el viento a nivel global. En el caso concreto de Cataluña y toda la región mediterránea prevén una reducción de la velocidad del viento, hasta mediados de siglo, tal y como ha ocurrido durante los últimos 40 años.

Una mujer anda por la calle en un episodio de fuerte viento / EUROPA PRESS



Algo que tendrá una afectación directa sobre los temporales de viento, con una menor incidencia en primavera y un aumento en verano. Según los científicos, la frecuencia de estas tormentas disminuirá a mediados de siglo, pero no así su intensidad. De hecho, a partir de entonces y hasta finales de siglo auguran más tormentas con granizo e incluso tornados y un mayor número de tormentas eléctricas.

SIN NIEVE EN EL PIRINEO

Ya fuera de Barcelona, aunque a muy poca distancia, preocupa el destino del Pirineo. Si actualmente ya se está notando, años tras año, una reducción de la nieve, igual que ocurre en el resto de Europa, este documento expone que a finales de siglo no habrá nieve en ninguna montaña pirenaica, ni siquiera en las cotas más altas. De hecho, ya desde mediados del siglo actual, los científicos de la ONU prevén que no haya más nieve en cota 400-600, y señala que desde entonces las pistas de esquí ubicadas a esta altitud necesitarán siempre nieve artificial.

La nieve en el Pirineo podría desaparecer a finales de siglo / GENERALITAT DE CATALUNYA



Del mismo modo, las tormentas de nieve serán cada vez menos frecuentes, aunque no se espera que desaparezcan totalmente. En el sur de Europa, en cambio, el pronostico es que aumente el fenómeno conocido como “lluvia helada”, es decir, la lluvia líquida que se congela al instante cuando se posa sobre una superficie.

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