A los pies de la avenida del Tibidabo, oculto tras un gran muro se hallan los jardines de la Tamarita, un bello rincón de aire romántico, que también tiene una cara oscura. Actualmente es un recinto abierto al público, pero originalmente estos jardines formaban parte de una finca señorial privada que perteneció a los Craywinckel, una familia de la aristocracia belga que se estableció en Barcelona en el siglo XVIII. Manuel de Craywinckel y Hunneus fue el primer propietario, y se la dejó en herencia a su hijo Manuel Felipe de Craywinckel y de Pechmann, tras en 1772, pasó a manos de su hijo.
A principios del siglo XX, la imponente finca de dos hectáreas fue adquirida por el industrial algodonero Llorenç Mata, que mandó construir una gran casa señorial para él y otras tres más pequeñas para sus hijos. Tras su muerte, en 1911, uno de sus sobrinos encargó a Nicolau Maria Rubió i Tudurí el proyecto para la construcción de un jardín. Fue uno de los primeros diseños del arquitecto y urbanista, que ideó para la ocasión un espacio dividido en dos zonas diferenciadas: los jardines de la casa señorial y una hondonada forestal.
ESCULTURAS Y DETALLES ORNAMENTALES
Un estanque con surtidor en el que descansan dos leones da la bienvenida al visitante que se anima a entrar. Desde este punto, un camino conduce a diferentes plazas en torno a la casa señorial, obra de Melcior Vinyals y actual sede de la Fundación Blanquerna. Para el jardín de recreo, Rubió i Tudurí creó varios ámbitos de dos estilos diferentes: a la derecha, un espacio de ambientación romántica, y a la izquierda, otro clasicista.
En la plaza principal, frente a la casa señorial, destacan cuatro esculturas de Virginio Arias. Según la documentación, debían representar cuatro continentes (todos, menos Oceanía) pero Europa o no llegó a realizarse o se perdió, y en su lugar se colocó una estatua de un general romano. En la fuente ornamental, a la entrada de la plaza, unos niños esculpidos juguetean con aves mientras, en otra plazoleta, unas ranas esculpidas esperan a que alguien dé la llave de paso para que, de sus bocas, brote el agua. Y al fondo, una cascada de rocalla pone frescor y la banda sonora a otro pequeño rincón.
DIVERSAS TORTURAS
Pero tras toda esa belleza reposada y romántica, estos jardines también guardan en su interior oscuras historias de verdadero terror. Durante la Guerra Civil, la casa de los Mata acogió una checa de los servicios de espionaje, el SIM, controlada por el Partido Socialista Unificado de Cataluña, y en la que colaboraba también la policía de Stalin, el NKVD. Entre las paredes de esa casa señorial se aplicaron diferentes tipos de tortura. Y no solo a los espías de los franquistas, que en teoría es a quien estaban destinadas estas instalaciones de detención ilegal. Por la antigua finca también pasaron republicanos antiestalinistas.
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