Parada y fonda... En el Café de la Ópera
A finales del siglo XVIII, era una tasca hostal de donde salían los carruajes con rumbo a pueblos o ciudades como Madrid y Zaragoza
12 noviembre, 2021 00:04Noticias relacionadas
Ninguna ruta de establecimientos emblemáticos que se precie debería pasar por alto una parada en el Café de la Ópera. Anarquistas, políticos, sindicalistas, intelectuales y bohemios, pintores, escritores, artistas, músicos, cantantes... Incluso un rey, Alfonso XIII. Todos ellos y muchos más han tejido parte de la vida social y política de Barcelona entre las paredes mudas de este local desde hace casi dos siglos. Aunque sus orígenes se remontan aún más atrás, a finales del siglo XVIII.
Entonces, la Rambla resurgió como un paseo nuevo y elegante por el que la burguesía desfilaba arriba y abajo envuelta en el glamour de una ciudad que apuntaba maneras cosmopolitas. Y ahí, a la altura del número 74, inició entonces su actividad una fonda hostal que servía de punto de partida de los carruajes que iban hacia pueblos de interior y otras ciudades como Zaragoza y Madrid.
'LA MALLORQUINA'
Así empezó la historia del célebre Café de la Ópera. Con los años y la inauguración del Gran Teatre del Liceu (1837), aquella vieja fonda-hostal se adaptó a los nuevos tiempos y se convirtió, a mediados del siglo XIX, en El Liceo, una chocolatería de estilo vienés: paredes de madera adornadas con cristales y pinturas de corte clásico, además de una colección de espejos que para deleite de los clientes actuales aún conserva intacta.
Años después, el negocio cambió de tercio y se transformó en un café restaurante, la Antigua del Mallorquín, más conocido como La Mallorquina. Este fue uno de los locales más elegantes de la ciudad y el punto de encuentro de la aristocracia y alta burguesía barcelonesa. La crême de la crême en torno a la crema de un buen café aderezado de tertulia.
AMPLIACIÓN
Y así llegó 1928, año en que Manuel Docampo Soley traspasó el local a Antoni Doria, antepasado de los actuales propietarios. Él fue quien pagó la reforma de estilo modernista, al gusto de la época, con algunos matices neoclásicos y levantó la persiana un año después con un nuevo nombre: Café de la Ópera. Fue idea de su hija ampliar el negocio al piso superior, ocupado hasta entonces por una correduría de la que solo quedaron los rótulos que la anunciaban como recuerdo.
Antoni Moragas se encargó de la última reforma del local, en 1990. La decoración actual es una combinación de elementos del siglo XIX, heredados probablemente de la antigua chocolatería, con otros modernistas y novecentistas incorporados por Antoni Doria. Describirlo es complicado, es mucho mejor entrar, sentarse, hacer una comanda y degustarla poniendo especial atención en los plafones y espejos pintados al ácido y admirando el trabajo de marquetería tanto en la carpintería exterior como en los estantes interiores.
--
Descubre más curiosidades y rincones de Barcelona en la cuenta de Instagram @inmasantosherrera [link directo]