De nuevo un espectáculo que no está a la altura del Liceu, y van…. El ballet contemporáneo del albanés Preljocaj sobre lieder de Schubert es más que correcto, pero no es un espectáculo que quepa en la temporada del Liceu, y menos para dedicarle cinco funciones. Se supone que el Liceu aspira a diferenciarse del Kursaal de San Sebastian o de la Maison des Arts de Créteil, teatros donde puede verse este espectáculo en noviembre. En la gira de este ballet no aparece ningún teatro de ópera, lo cual es comprensible. Hay muchos teatros donde ver, por menos dinero, este espectáculo. Pagar 197 euros por la entrada más cara (zona A) es un auténtico sinsentido. Por eso no es de extrañar la escasa afluencia de público no abonado. El Liceu es para otros formatos. Sea más que bienvenido el ballet, ojalá haya más, pero con producciones “potentes”, con decorados, con orquesta, con vestuario. Algo que solo se pueda ver en el Liceu.

Winterreise lo interpretan doce bailarines que danzan al son de un piano y un barítono sobre fondos planos. Los primeros tres cuartos de hora transcurren con el escenario desnudo, completamente negro, con bailarines vestidos de negro y con iluminación escasa, todo ello con canciones más o menos similares. Todo un reto para mantener la atención. Posteriormente hay un poco más de variedad en la escenografía, siempre plana, y mejora la iluminación, pero no hay nada espectacular. Son muchos los teatros catalanes que podrían acoger este espectáculo sin ningún problema pues la producción es extraordinariamente simple.

Una imagen de War Requiem, en el Liceu / LICEU

La Royal Opera House o el MET tienen espacios específicos dedicados para espectáculos de este tipo. El Liceu podría asociarse con varios teatros catalanes para conjuntamente encarar este tipo de espectáculos. Pero habría que ser más selectivo con aquello que sube al escenario del teatro de la Rambla. No podemos vivir del pasado, la programación será la que atraiga, o repela, a los grandes nombres.

¿REEDUCACIÓN O DISFRUTE?

Los 24 lieds que componen Winterreise son una música íntima y llena de sentimientos. En junio se cantaron en el salón de los espejos, excelente iniciativa. Se han escuchado en el Palau y en muchos otros lugares. Se trata de una obra para escuchar con los ojos cerrados en una sala pequeña. Que constituyan la columna vertebral de un espectáculo de danza en un gran teatro es, como poco, una temeridad. Demasiada sala, demasiado público y demasiada historia para un espectáculo tan ligero.

Que la ejecución sea correcta, que lo es, no es óbice para resaltar lo inapropiado de su programación y lo pobre de su escenografía.

Para acabar de redondear la faena los accesos siguen los protocolos antiguos cuando ya el aforo ya es del 100% lo que provoca innecesarias colas en la entrar. Al menos los sufridos abonados pudimos reencontrarnos con nuestra butaca tras casi dos años de exilio itinerante donde la fortuna, o el enchufismo, nos hizo vagar por toda la sala cual alma en pena. No pudo haber reencuentro más decepcionante.

Es muy triste ver hacia donde se encamina el Liceu, especialmente cuando la temporada pasada fue de los poquísimos teatros de ópera que mantuvieron una temporada pseudonormal. Comenzar la temporada con espectáculos minoritarios invita a la deserción. Los abonados queremos disfrutar, no ser re-educados, en general ya no tenemos edad.

Noticias relacionadas