Parece un simple agujero en la pared, pero es un símbolo de otros tiempos. Por él se colaron centenares de pequeñas vidas: unas perecieron más pronto que tarde, y otras, salieron por la puerta en la adolescencia, listas para la explotación laboral, en el mejor de los casos, y cargando con el estigma de ser “hijos e hijas del pecado”. Sí, ese agujero que adorna, o más bien afea, la pared del número 17 de la calle de les Ramelleres es parte de los restos del mecanismo del torno de la Casa de la Misericordia que, sirvió para depositar a los bebés no deseados, que quedaban a cargo de las monjas.

Hasta finales del siglo XIX la asistencia a las madres solteras y sin recursos era prácticamente inexistente, y las ayudas se basaban en la caridad de las entidades religiosas, que las acusaban de pecadoras. Con la revolución industrial, Barcelona vivió una llegada masiva de mujeres que trabajaban como sirvientas o en las fábricas. En poco tiempo, la tasa de nacimientos “ilegítimos”, aumentó y muchas madres se vieron obligadas a abandonar a sus hijos. A escondidas, muertas de miedo y de vergüenza, señaladas injustamente y marcadas por el dolor del abandono, dejaban a los recién nacidos en el torno.

MISERIA E INDIGENCIA

Pero el origen de la Casa de Misericordia –un conjunto de edificios comprendidos entre las calles Elisabets, Montalegre, Valldoncella, Tallers y Ramelleres– se remonta a finales del siglo XVI. En 1583 el Consell de Cent decidió abrir un centro donde atender a los barceloneses que vivían en la miseria y la indigencia. Provisionalmente se instaló en el convento de los Àngels, hasta que se construyó el nuevo edificio un año después. El centro se fue reformando y ampliando hasta finales del siglo XIX. Entonces se construyó una segunda capilla junto a la calle de Montalegre.

Curiosidad: En diciembre de 1936, el Gobierno de la Generalitat autorizó el aborto. El dispensario de la Casa de la Maternitat fue, de hecho, un equipamiento sanitario autorizado donde las mujeres recibían atención con garantías. La sanidad catalana se situó a la cabeza de la vanguardia europea. Aunque, por poco tiempo. El viejo torno siguió girando hasta que, en la década de 1970, el hospicio se trasladó a la Maternitat de Les Corts. El viejo edificio de Ramelleres alberga hoy dependencias del distrito de Ciutat Vella.

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