En el parque de Joan Miró (o del Escorxador) se mira en el estaque que tiene por espejo a sus pies una mujer singular y única. “Me llamo Dona-bolet amb barret de lluna, pero todos me llaman Dona i Ocell”, diría quizá con orgullo si pudiera hablar, exhibiendo sin complejos su estatura, vestida con esos llamativos colores –amarillo, rojo y azul–, una constante en las obras de su creador. Porque sí, ella es una “mujer Miró”, una de sus últimas obras, presentada en sociedad en 1983, pocos meses antes de su muerte.

ESTATUA AMBIGUA

-"¿Papá es un toro?”, pregunta un niño rubio señalando hacia arriba.

-"¿El qué...? ¡Ah! No, es una mujer", contesta el padre. 

-"¿Y por qué tiene cuernos?”

-"No son cuernos, es un pájaro".

La mirada del niño va del padre a la enorme figura. Uno, dos, tres… Demasiado complicado. Y echa a rodar la pelota que tenía olvidada a los pies.

CONSTRUCCIÓN DE CERÁMICA Y HORMIGÓN

Hormigón y cerámica dan forma al enorme cuerpo de forma fálica de esta dama singular. ¡Uy, qué paradoja para representar a una mujer! Oiga, ¿y cómo sabe usted que es una mujer? Pues, en primer lugar, porque el título de la obra así lo indica. Y, en segundo lugar, mire usted, porque su sexo viene definido por una incisión redonda y negra ahí, justo ahí, hacia la mitad inferior.

De lejos no parece lo grande que realmente es. Desde abajo, la vista se pierde hasta llegar a lo alto, donde el sombrero o pájaro pone el contrapunto. Ese elemento poético, fuera del eje de simetría, aporta al conjunto ligereza y dinamismo. ¿No tenéis la sensación de que está a punto de caer? Será que la señora, en un alarde de coquetería, ha ladeado la cabeza para verse reflejada en el estanque que yace bajo sus pies.

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