Es minúscula, una isla mínima imposible de encontrar si no se sabe de su existencia. A la plaza de Sant Gaietà se llega solo con conocimiento de causa, porque quieres, porque alguien te ha dicho que alguien le dijo que le oyó decir a alguien del barrio que detrás del Mercado de Sarrià se abre paso discretamente un callejón muy estrecho, la calle de Dalmàcia, que lleva a un rinconcito colorido y de aire romántico.
El “raconet”. Así se conoce popularmente esta plaza, un nombre que sin duda la define mejor que el oficial. De hecho, si no fuera porque ninguna verja impide el paso, ni al principio ni al final del callejón, cualquiera diría que es en realidad un patio privado. ¿Que no? A ver, que levante la mano quien haya visto alguna vez una plaza pavimentada con baldosa roja, como el balcón o la terraza Está dedicada a la memoria de Sant Gaietà, fundador de la orden religiosa de los teatinos, y en ella desembocan 10 de edificios de planta baja y piso.
OASIS URBANO
En la plaza de Sant Gaietà no hay terrazas con camareros que van y vienen ni mesas repletas de gente haciendo el vermut. Tampoco hay estatuas ni bancos. Solo tres sillas de mimbre delante de una de las puertas pegaditas a la pared… Y calma, mucha calma y tranquilidad. Y plantas y flores y más flores que crecen libremente, con el beneplácito de los vecinos, como un ejército colorido rendido a los pies de la espectacular buganvilla que reina en uno de los rincones. Un auténtico oasis urbano.
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