Ahora el modelo es Mallorca. Con características muy distintas, pero es el ejemplo que se debe seguir. Es la posición de la alcaldesa Ada Colau, que reclama, como Mallorca, que se limite la entrada de cruceros en Barcelona a tres por día. No hay nada cerrado, pero esa es su apuesta, tras la primera reunión celebrada entre las administraciones y el Puerto de Barcelona en el Ayuntamiento. La alcaldesa, sin embargo, no tiene el visto bueno de su socio de gobierno. Al revés. Vuelve a chocar con el primer teniente de alcalde, Jaume Collboni, que reclama una autorregulación, en línea con el Puerto de Barcelona, que dirige Damià Calvet.
La alcaldesa Colau ha admitido que “no hay nada cerrado”, pero que el Ayuntamiento ha hecho los deberes “con propuestas razonables”. En todo caso, las diferencias ya parten del análisis de los propios datos. Los comunes de Ada Colau llegan a contar por cada crucero a cuatro turistas. Es decir, entienden que se desembarca, se vuelve a embarcar, se llega otra vez a la ciudad y se pasa una noche antes de coger el avión en el aeropuerto de El Prat. Con esa contabilidad, para Colau la ‘invasión’ de turistas que llegan a través de los cruceros es excesiva.
RESTRICCIÓN
La posición es restrictiva, todo lo que se pueda. La idea no es solo la de reducir a tres los cruceros por día, sino rebajar a la mitad el número de pasajeros que llegar a Barcelona en crucero en temporada alta. Si de mayo a octubre pueden llegar unos 400.000 cruceristas mensuales, los comunes quieren que se reduzca a 200.000 pasajeros al mes. Y también se propone un límite de 10.000 pasajeros por día, con el objetivo de que no se llegue a los llamados días rojos, en los que llegan hasta 25.000 cruceristas al Puerto.
La posición de Damià Calvet, presidente del Puerto de Barcelona, es totalmente contraria a esas peticiones de Colau, en buena medida porque los números que maneja el Puerto son otros. Y los socialistas, socios de Colau en el Ayuntamiento, más próximos a Calvet, reclaman un primer acuerdo sobre los datos.
Xavier Marcé, concejal socialista de Turismo, señala que el primer contacto que se ha mantenido este lunes ha sido positivo para constrastar todos los datos. Y que se trata, ahora, “de no imponer nada, sino de trabajar con las navieras y el Puerto, para llegar a una solución que para nosotros debe pasar por la autorregulación”.
POCA CONTAMINACIÓN
Los socialistas consideran, sin embargo, que Mallorca no tiene nada que ver con Barcelona, y que se puede entender que la isla quiera protegerse de la llegada constante de cruceros. Pero en la capital catalana la incidencia no es la que señala Colau. Los datos los aporta el Puerto de Barcelona.
Calvet recuerda que los cruceristas representan el 4% del turismo de la ciudad, y que la facturación de todo el sector en Cataluña es de unos 1.000 millones de euros, la mitad de ellos en Barcelona, y con la implicación de 9.000 puestos de trabajo, entre directos e indirectos.
El Puerto tiene contabilizada la incidencia medioambiental. “Los cruceros generan menos de un 1% de óxidos de nitrógeno y partículas, según los datos de Barcelona Regional”, insiste Calvet, que señala que el Puerto ya está electrificando toda una parte de la infraestructura para cuando las embarcaciones funcionen con baterías eléctricas.
Calvet se mostró contrario a las propuestas de Colau, a la salida de la reunión, con la idea de que es la propia alcaldesa la que ahora pretende romper el acuerdo alcanzado en 2018, que establece la salida de los turistas de cruceros desde siete terminales y desde el muelle adosado.