Lo que no hizo el Liceu, institución cien por cien pública, cuya titularidad se la reparten entre la Generalitat de Cataluña, el Ayuntamiento de Barcelona, la Diputació de Barcelona, y el Ministerio de Cultura y Deporte, en su 175 aniversario, lo ha hecho el Círculo del Liceu, institución cien por cien privada: invitar a los Reyes a presidir el acto de celebración, dotándole, además, de una solemnidad de la que, lamentablemente, se encuentra ahora totalmente carente la institución operística.
Contrastaba la formalidad de la vestimenta del acto celebrado en el teatro por el Círculo, vestidos de largo y smokings, con la absoluta normalidad por no decir chabacanería de la celebración del teatro, sin código alguno de vestimenta, así como por la elevada presencia del tejido económico catalán en el acto del Círculo frente a su prácticamente ausencia el pasado 3 de abril. No estaba la alcaldesa, eso sí, sustituida por el siempre solícito primer teniente de alcalde, quien mejor haría en romper su pacto de Gobierno cuanto antes si de verdad quiere aspirar a la alcaldía en las próximas elecciones, y también estuvo el ministro del ramo, ausente en la función de abril por compromisos europeos. Y los dos de smoking, como tiene que ser.
El galardonado expresidente de la institución Carlos Cuatrecasas lo dijo alto y claro, los Reyes son más que bienvenidos en Barcelona y Cataluña, como lo demostró la larguísima ovación con la que fueron recibidos a su entrada en el teatro, ovación que para sí quisieran la mayoría de tenores y sopranos con la que nos castiga el decadente teatro, así como las continuas interrupciones con aplausos y hasta bravos en su emocionado y vibrante discurso cada vez que se refería a la pareja real.
EL ACIERTO CON ERMONELA JAHO
Cuatro fueron los galardonados entre ellos tres expresidentes del Círculo, el citado Carlos Cuatrecasas quien presidió el Círculo en la época del incendio del teatro y su reconstrucción; Joan Antón Maragall, uno de los principales artífices de levantar el veto a la participación de las mujeres en la sociedad del Círculo; e Ignacio García Nieto, cuya presidencia se caracterizó por su impulso en el rejuvenecimiento de la masa social para garantizar la continuidad. El cuarto galardonado fue la Fundación del Teatro del Liceu, medalla recogida por su actual presidente, Salvador Alemany. Es una lástima que no se galardonasen o cuando menos se recordasen dos personas fallecidas que sin duda se merecían todo el reconocimiento, el expresidente del Círculo Joaquín Calvo Jaques, sin quien el trabajo de Maragall no hubiese sido posible, y el expresidente de la Fundación del Gran Teatro del Liceu, Joaquim Molins, artífice de la resurrección del teatro de una de sus peores crisis.
Los discursos fueros desiguales, Carlos Cuatrecasas hizo vibrar a la platea, Joan Antón Maragall dejó clara su fineza intelectual y elegancia, Ignacio García Nieto fue espontáneo y necesariamente breve por ser el último en intervenir y Salvador Alemany en su línea, gris y confuso, coherente eso sí con el tono que le está dando a su presidencia en el teatro.
Hubo un breve recital a cargo de la soprano Ermonela Jaho, otro acierto, traer a una estrella y no a un meritorio local, algo a lo que cada vez nos tiene más acostumbrados el teatro. Toda su intervención, difícil por ser más un complemento que un recital en sí mismo, fue más que correcta y sin duda destacaría la interpretación de la segunda pieza lo son l’umile ancella, de Adriana Lecouvrer, aunque nada se puede reprochar a la archiconocida Un bel di vedremo de Madama Butterfly con la que cerró su intervención.
El acto terminó con la proyección de un documental conmemorativo del aniversario del Círculo y un cocktail-cena en el que era divertido ver cómo la gente, algún famoso empresario hasta ayer independentista incluido, se arremolinaba en torno de los Reyes (especialmente del Rey) para logar una foto o saludarle, lo que obligó a los escoltas a moverle en diagonal por el salón con una profesionalidad digna de elogio. Era muy sencillo llegar al Rey, siempre que se hiciese por delante ya que por la espalda era literalmente imposible. A destacar también el excelente dispositivo de seguridad desplegado por Mossos y Guardia Urbana en los accesos al teatro.
MENOS PATROCINIOS QUE EN EL REAL
El acto, infinitamente mejor que el desastre lleno de suplentes del 3 de abril del teatro, tuvo no obstante cosas que mejorar. La presentadora, socia del Círculo, estuvo muy bienintencionada, pero no era una profesional de los medios y se notaba. Exactamente lo mismo ocurrió en el acto de Foment de entrega de premios de hace ahora un año también presidido por el Rey. Parece que contratar a profesionales es un dispendio que no podemos permitirnos en Barcelona. El bilingüismo, una riqueza de nuestra sociedad, se nos hizo a ratos bola y algún participante llegó a usar el catañol, lo peor que puede pasar para dignificar el catalán. Y faltó también pedirle al Rey que cerrase el acto con un discurso o hacer un brindis en su honor en el cocktail-cena. En el origen de estos fallos menores está nuestra falta de costumbre de organizar actos con solemnidad; somos, porque queremos, una ciudad cada vez más provinciana.
El impacto económico y de imagen de los premios Princesa de Asturias se evaluó recientemente en 75 millones de euros anuales, quienes malgobiernan Girona renuncian a cifras similares, lo mismo que el Gran Teatro del Liceu renuncia a mejorar por empeñarse a ser cada vez más provinciano. Ojalá algún día el teatro aprenda del Círculo e invite a los reyes a la inauguración de su temporada, como hace el Teatro Real de Madrid, cada vez más económica y artísticamente solvente.
Comparando cifras de 2019, porque desde entonces el Teatro del Liceu incumple sus deberes de transparencia, el Liceu tuvo unos ingresos casi un 50% inferiores a los del Real a pesar de que el teatro madrileño cuenta con un 33% menos de subvenciones. Las subvenciones significaron el 50% de los ingresos del Liceu y solo el 25% del Real. Las cifras de esta temporada seguro que son todavía peores para el teatro de las Ramblas. En el 19 los patrocinios del Real triplicaron los del Liceu, por algo será. Esta enorme diferencia económica, y una dirección conformista, explica que en Madrid las grandes estrellas canten óperas enteras y aquí, con suerte, nos hemos de conformar con algún recital. Menos mal que áun queda el Círculo…