Distintas generaciones, pero con un diálogo fructífero sobre cómo se ha transformado Barcelona, cómo el ocio nocturno se ha reglamentado en exceso. Y en todo debate sobre la oferta cultural surge el choque entre Barcelona y Madrid. Pero, ¿todo ha ido a peor? El periodista Ramón de España, autor de Barcelona fantasma, editado por Vegueta, ha constrastado su visión de la ciudad con el también periodista Joaquín Luna, autor de Esta ronda la pago yo (librosdevanguardia), junto a la agitadora cultural Yvette Redondo en un acto organizado por Metrópoli, Letra Global y Vegueta en la librería +Bernat, y moderado por el director adjunto de Metrópoli, Manel Manchón.
Con el auditorio repleto –toda la librería llena, ambientada como si se trata de un bar—la disyuntiva ha quedado clara: “es una ciudad más saludable, puede ser, pero debe haber vida para el noctámbulo en Barcelona”. El comentario de Joaquín Luna ha sido corroborado por Ramón de España, que se ha quejado de los gobernantes municipales y también por los de la Generalitat en todos los años de democracia. “Ha sido como una limitación constante, siempre con la idea de que velaban por nosotros”, ha señalado el autor de Barcelona fantasma, el libro en el que recoge sus artículos de Letra Global y que funciona como una “autobiografía por persona o local interpuesta”, ya fuera el mítico Studio 54, la sala Bikini o los muchos amigos periodistas musicales y dibujantes que ya no están.
Pero, ¿qué ha pasado en Barcelona?¿Hay una oferta musical para todos los públicos? ¿Han cerrado demasiadas salas de conciertos? La paradoja, puesta de manifiesto en el debate, es que Barcelona acoge grandes festivales musicales, como el Primavera Sound o el Sónar, pero la música en directo ha quedado relegada si lo que se desea es un concierto de pequeño formato. Esa es la posición de Yvette Redondo, que ha lamentado el cierre de salas como el RockSound, que se había convertido en un referente. Pero Redondo, ante el escepticismo de Ramón de España, ha insistido en que se trata de autoorganizarse y de “buscarse la vida como ratas de alcantarilla”. ¿En qué sentido? La agitadora cultural, que es trabajadora social, creó un sello discográfico, Cuerdas Fuera Record, y ha ayudado a que salgan a flote salas como Meteoro. “Yo no me resignaba a escuchar en directo la música que me gustaba y he trabajado para conseguirlo”, señala, con convicción, consciente, sin embargo, de que defiende un estilo de música, el punk y el rock, que no es el predominante.
¿Se identificaba Ramón de España en ese trabajo de Redondo cuando él era joven? Como periodista “underground” en los setenta, Ramón de España admite que “todo era muy cutre”, y que las muchas publicaciones alternativas respondían a intereses variopintos, desde el padre con posibles que no quería que su hijo se estrellara con un coche, y le ponía dinero para “el fanzine”, hasta la colaboración de muchos artistas y periodistas que subsistían con lo mínimo.
Barcelona “sigue muy vida, pero hay que conocerla”, insistía Redondo, mientras que las cosas se han puesto muy feas, a juicio de Joaquín Luna. ¿En qué sentido? La noche “no es sana”, admite el periodista de La Vanguardia, pero “debe existir, porque pone en contacto a gente que nunca se conocería de día, gente que puede ser interesante y que resulta agradable”. Luna no oculta que los locales, para bailar, “para tomar copas” sirven para “ligar”, y que las nuevas tecnologías lo han cambiado todo. “Se puede ligar con una aplicación de ligoteo a través del móvil, y eso provoca que tampoco se salga como antes”.
La noche y la música, habitualmente ligan. Pero no necesariamente. Mientras Ramón de España entiende que no puede lamentarse de que la música rock ya no interese, Redondo señala que existen los llamados “vermuts musicales”. En muchos barrios de Barcelona se organizan a mediodía conciertos musicales, “donde se puede beber una cerveza, comprar un fanzine y estar conectado con lo que hacen generaciones más jóvenes. De lo que se trata es de poner el oído, de escuchar al otro, porque, en mi caso, no quiero que se me pare el reloj biológico”.
Para Ramón de España eso está muy bien, pero él, personalmente, ya no está para ir de aquí para allá. Quien si lo está es Joaquín Luna, que introdujo el ‘tema’: “La cuestión es que un empresario, si quiere montar un sitio agradable para tomar copas, para ligar, para escuchar música, siguiendo a Yvette que pide autoorganizarse, debe cumplir tantas reglamentaciones que, tal vez, no le salga a cuenta”. Es decir, ¿hay que cerrar un local a una determinada hora porque lo dice el Ayuntamiento “aunque esté insonorizado”? Luna cree que no, y que se debería permitir fumar. “Ya sabemos que la noche no es sana, pero está muy bien aprovechar la noche, no veo por qué a medida que te haces mayor debas abandonar la noche”, insiste el periodista.
Con comentarios jocosos, con puntos de vista distintos, los tres participantes constatan que Barcelona es muy plural, desde el punto de vista de los gustos musicales y también desde la propia concepción de qué hacer por la noche. En el fondo del debate, se cuestiona un supuesto modelo de ciudad de Ada Colau y los comunes. El reto lo plantea Redondo: “¿Las ciudades son para gente madura y familias con hijos, o para jóvenes profesionales?” Ramón de España recoge el guante: “Puede que no sean para la gente más mayor, pero lo que debería suceder es que si se van, que sea porque esos ciudadanos lo deciden, porque creen que en otros emplazamientos estarán mejor, y no porque se vean forzados a hacerlo”.
La noche y la música provoca un malestar añadido. “Lo que ha sucedido es que nos molesta todo”, incide Redondo, “hasta el ruido de un colegio, donde los niños salen al patio, que está al lado de una vivienda donde se pasan muchas horas durante el día”. Y Luna remata: “El ruido no mata, y parece que moleste todo”.
La sociología, por tanto, también tiene su papel. “Yo lo que sé es que en Madrid a gente de mi edad se la deja estar en locales donde se sienten a gusto”, señala Luna. “Lo que yo sé es que para montar conciertos, he tenido más problemas en Madrid que en Barcelona”, contrasta Redondo. Cada uno ve esa relación, entre la noche y la música, como momento de ocio o de oferta cultural, según su experiencia.
Ramón de España quiere pisar la realidad, sin añoranzas. “Ser nostálgico no sirve para nada. La época de Intenet ha cambiado muchas cosas, y yo sigo pensando que había una argamasa, a través del rock y el pop, que ahora no veo, donde todo está más atomizado”.
Lo está. Pero “hay vida”. Yvette Redondo se permite una licencia. “Yo lo que pido es más ayuda intergeneracional, para que se diga, para que señale, que hay conciertos en directo, en salas pequeñas, que hay vida cultural, que en Barcelona pasan muchas, muchas cosas”.
Los asistentes vibraron con los comentarios, con risas y aplausos, con un mensaje final: “Hay que reivindicar la noche en Barcelona”. Lo firmó, claro, Joaquín Luna.